Dar una oportunidad es un gesto fácil pero escaso en una sociedad en crisis. Y si el nuevo horizonte consiste en un sendero directo hacia la libertad, la dicha en quien coge esa mano amiga es total. Trece reclusos, ya con el tercer grado en el bolsillo, del Centro de Inserción Social (CIS) de Málaga realizaron hasta el pasado viernes un curso de costura y patronaje impartido por la Fundación Arrabal y financiado por la Obra Social de La Caixa a través del programa Reincorpora. Dos datos: hay más hombres que mujeres y el módulo, a muchos de ellos, les servirá para abrirse paso en el competitivo mundo laboral, porque el textil ha ogido vuelo en la provincia, según una de las profesoras.

«Ahora vuelve la confección a España. En China cada operario hace una prenda y aquí cada persona se ha especializado en una pieza: los puños o el cuello. Es más barato y hay mercado», dice Mercedes M., una profesora del taller que pide el anonimato. «La inserción para estas personas es muy difícil. Hemos dado más de 300 horas de prácticas, y ahora pasarán al servicio de orientación laboral», aclara.

Esta docente asegura que son personas con mucho interés y capacidad: «Puede que sea una salida pequeña, pero es una salida. Empezamos en marzo», dice. «Yo pensé que me iba a costar más trabajo enseñarles, pero he estado muy a gusto. Hacen muchas preguntas: algunos no habían oído ni hablar del oficio», matiza.

Orientación laboral. Luego recibirán un título con el curso efectuado a través de la empresa de inserción de Arrabal, Sin Patrones, y la asociación está considerando la posibilidad de que algunos puedan trabajar en su tienda en el futuro. Juan Antonio Navero, presidente de Arrabal, asegura: «Ahora pasan a orientación laboral y se les hará un acompañamiento en la búsqueda de empleo». Entre los cursos ofertados destaca también uno de cocina en vivo.

Pepi Lérida, otra de las profesoras, asegura que aquí hay trabajo: «Yo me dedico a esto desde los doce años. Han puesto mucho interés en las clases, y me sorprende que los hombres hayan puesto tanto ahínco en aprender. Estas personas suelen atender a lo que les explicas porque están hartos de calle. Debería haber más cursos como éstos».

En su opinión, ellos aprenden que «hay muchas formas de ganarse la vida más allá de delinquir y eso lo han entendido». Navero, por su parte, añade: «El arreglo y la costura son un sector creciente», y Lérida subraya: «Les enseñamos a coser, a hacer patronaje, a cortar telas. Es una salida buena. Cada uno puede diseñar vestidos, bolsos y complementos».

No en vano, han hecho bolsos para un curso de formación de Limasa, y van a impartir talleres, de forma altruista, en la Asociación de Vecinos de Mangas Verdes y en Arrabal con el objetivo de enseñar a los alumnos a hacer peluches con calcetines.

Las edades oscilan entre los veinte y los sesenta años, y las miradas, vivaces y atentas, acarician con mimo las prendas que manipulan manos acostumbradas a la vida más prosaica. Josefa M. B. asegura: «Mi experiencia ha sido muy buena. He aprendido mucho de mis compañeros y de mis profesores. Esto nos sirve para abrirnos paso. Esto nos gusta como profesión».

Juana M. P., más tímida que Josefa, afirma: «El curso es muy bueno. Nos ha gustado mucho. A mí me resulta más divertido coser, la costura, que los patrones. Es una salida».

Francisco José Fernández Cano asegura que ya tenía conocimientos previos de costura y patronaje, y que su experiencia en el taller le servirá para ayudar a sus hijos y en la casa. «Es que yo soy pintor, albañil y electricista. Pero ésta, sin duda, es una oportunidad más. Si hay que hacer un arreglo, se hace».

Petición. Enrique S. P. pide a la sociedad que se implique en estas tareas: «Las asociaciones que tengan dinero, los bancos y las cajas que no son la Caixa, deberían dar más cursos y oportunidades a gente como yo, que hemos tenido un tropiezo en la vida, hemos elegido un mal camino, pero cuando te dan una oportunidad nos rehacemos. Se valora mucho que confíen en nosotros».

Sus compañeros asienten a lo que dice Enrique, que tiene detrás una dura historia que ha dejado atrás, en el olvido, para saludar al futuro con optimismo. Todos quieren que se cite también a Encarni, la profesora de práctica de costura, y vuelven a reclamar más oportunidades y más ayuda a gente como ellos, personas que están rediseñando su vida por medio del hilo, las telas y los patrones. Y que sólo piden una segunda oportunidad, ésa a la que todos deberíamos tener derecho.