La realeza saudí se prepara para veranear en Marbella. La corte que acompaña al actual príncipe heredero al trono de Arabia, Salman bin Abdelaziz, empezó a desembarcar esta misma semana en la localidad. Para los marbellíes son más magos que reyes, especialmente en etapas como la actual, de sequía en la billetera. A falta de constancias oficiales, los yates monárquicos ya fondean en Puerto Banús y las medidas de seguridad han aumentando en torno al Palacio Al-Riyad, en plena milla de oro.

Los Siete Sederiyin hacen que llueva cuando el calor más aprieta. Así se les conoce a Salman y a sus seis hermanos que descienden del fundador del reino, Abdelaziz al Saud y de su esposa, Al Sediri.

Sus compras, encargos y contratación de personal para los servicios que requiere todo un séquito que no baja del centenar de personas reactivan la economía local durante su estancia.

Los empresarios se pegan al teléfono, pendientes de una posible llamada, y los desempleados dejan la oficina de Empleo para hacer cola en torno a su residencia. Hace décadas que cuentan con palacio propio en la Costa del Sol. No en vano, la tradicional llegada de los componentes de la casa real saudí cada verano convierte a la ciudad una de sus residencias estivales favoritas.

La fecha de llegada varía en función del Ramadán, el mes de ayuno diario practicado por los musulmanes. Suelen venir antes de que comience y, en esta ocasión, el inicio del ayuno está previsto para el próximo 20 de julio.

Aumenta el consumo

«Se nota mucho cuando están aquí. Son muchas personas y mucho consumo», señala el concejal de Turismo, José Luis Hernández. La esperada visita del propio Salman, pendiente de su nueva agenda este año, es muy importante. Acaba de ser designado por el rey Abdalá bin Abdelaziz como heredero al trono de Arabia Saudí tras el fallecimiento de su hermano, el príncipe Nayef. Además es viceprimer ministro y mantiene la cartera de Defensa, que gestiona desde noviembre de 2011.

«Evidentemente que el príncipe Salman sea ahora mismo el hombre de referencia del futuro de Arabia y, además, un enamorado de Marbella, es siempre una buena noticia, a pesar del luctuoso acontecimiento», indicó el edil quien especificó que la alcaldesa, Ángeles Muñoz, le remitió sus condolencias por la muerte de su hermano en un telegrama.

A sus 77 años, Salman conserva sus costumbres, como lo hizo durante años su hermano, el rey Fahd. Prácticamente, los proveedores marbellíes de la familia real saudí no han variado. El joyero Miguel Gómez Molina les vende joyas desde hace 30 años. El restaurador Santiago Domínguez les prepara la sopa de marisco. La pastelería Goyo les suministra chocolates y Berrocal, flores.

Son pocos los elegidos que quieren hablar de los gustos de la dinastía. «Son muy discretos, no quieren que se hable de ellos», comentan. «No son manirrotos en absoluto, aunque tengan un nivel muy alto», según Gómez Molina. Marbella aprovecha sus lazos árabes para atraer turistas e inversores y sabe que la visita de aristócratas del nivel de Salman es la mejor forma de promoción.

Desayuna churros y zumo de naranja y reza cada viernes en su mezquita marbellí

El príncipe Salman bin Abdelaziz, heredero del trono de Arabia saudí, es un viejo amigo de Marbella. Suele venir cada año poco antes del Ramadán y repetir, como un auténtico ritual, sus costumbres.

Cada viernes reza en la mezquita situada a pocos metros de su residencia marbellí, unida al complejo que en su día creo su hermano, el Rey Fahd.

Suele hacer más vida de noche que de día por la suavidad del clima durante la madrugada. Aunque no es difícil verle temprano en mitad de la plaza de los Naranjos mientras desayuna un zumo de naranja y unos churros.

Sus paseos, más tarde, más bien entrada la noche, se concentran en Puerto Banús. Es el puerto en el que atraca uno de sus yates, el Shaf of London.

Los empresarios y aristócratas que le conocen en Marbella, como es el caso de Rudolf Graf von Schönburg, conocido como conde Rudi, aseguran que es un hombre muy educado y caballeroso. Además procura, y lo logra normalmente, pasar desapercibido. Ya que reserva la túnica musulmana para andar por casa y el traje más occidental para salir a la calle. Aún así el cuerpo de seguridad que le rodea le desvela.