Hay datos erróneos tan incrustados en la historia de Málaga que se necesitan varias generaciones para empezar a disiparlos. En el caso famoso de la finca de La Concepción, no pudo comprarla Manuel Agustín Heredia si la adquisición se hizo después de fallecer éste y tampoco se la pudo regalar a su hija Amalia cuando se casó con Jorge Loring si la boda tuvo lugar en 1850 y el industrial falleció cuatro años antes.

Algo parecido ocurre con el palacio de los Gálvez o del Marqués de la Sonora, en recuerdo de José de Gálvez y Gallardo, de quien el cronista Narciso Díaz de Escovar dijo que llegó a alojarse en esta mansión, algo que haría pensar en algún tipo de experiencia paranormal, pues el marqués, tío del general Bernardo de Gálvez, falleció en 1787, tres años antes de que se concluyera la casa.

Relación tuvo, eso sí, el promotor y dueño de este palacio de la calle Granada con José de Gálvez, pero sólo fue una relación contractual y no familiar.

La pista principal nos la proporciona un pequeño chaflán del palacio, justo al lado de donde se encontraba la óptica Durán, donde hoy hay una convención de contenedores de basura. En el chaflán vemos labrado en piedra un sol, detalle heráldico de Félix Solesio o Solecio, quien en 1789 pidió permiso al Ayuntamiento para construir la mansión, que forma una ele porque el Consistorio le dio permiso para retranquear la fachada y crear una pequeña plaza, frente a la iglesia de Santiago, para que los carros pudieran maniobrar cómodamente, a pocos metros de la entonces Puerta de Granada, entrada y salida de viajeros y mercancías, un lugar estratégico porque don Félix, de origen genovés, almacenaba en su mansión papel con destino a la fábrica de naipes de Macharaviaya, que se la había arrendado al Estado en 1776. Era este un proyecto, precisamente, de José de Gálvez, que logró que su pueblo natal fabricara en exclusiva los naipes para las posesiones españolas en América, un guante que recogió el italiano.

El papel provenía de sus molinos de papel en el cortijo del Arroyo de la Miel, que compró en 1784 por 258.200 reales. En este cortijo, que rebautizó de San Carlos, en honor de Carlos III, plantó 20.000 moreras, 4.000 olivos y 3.000 limoneros, entre otros árboles, para extraer el papel. Precisamente en 1790, el año en que estrenó la mansión-almacén de la calle Granada, ya estaban en funcionamiento los molinos de este complejo, origen del Arroyo de la Miel.

Felix Solecio, que según María José Nestares en un trabajo para la revista Péndulo, era vecino de Ladrada, en Ávila, había trabajado antes para la fábrica de naipes de Vallecas.

El papel para los naipes americanos de Macharaviaya se fabricaba en el Arroyo de la Miel. El palacio de calle Granada sería un trajín de papel para la fábrica de la Axarquía y barajas ya listas para ser transportadas en barco –y en toneles– rumbo a América.

En cuanto al edificio, se atribuye la autoría a Martín de Aldehuela y lo que ha despistado más ha sido el escudo de la familia Gálvez de su fachada, escudo que no aparece en la foto del Archivo Temboury que reproducimos y que data de 1946. La teoría más extendida es que es un añadido que se trajo de Macharaviaya, del derruido palacio de los Gálvez, en una fecha posterior, cuando era su propietaria Ángeles Rubio Argüelles.

También en el interior del palacio, sobre la esplendorosa escalera de acceso, había un escudo de los Gálvez. De este da fe el pintor Rodrigo Vivar, quien cuenta a este diario que su suegro, inquilino del inmueble y muy unido a Macharaviaya, tras la Guerra Civil se trajo del pueblo un escudo de los Gálvez, sustituyendo a otro escudo que había desaparecido durante la contienda. El palacio de los naipes, olvidado por sus actuales propietarios, la inmobiliaria Salsa, sigue cargado de historia, aunque no sea la de la familia Gálvez.