El paro juvenil en España alcanza el 52%, según datos de Eurostat, mientras que en Holanda, Alemania y Luxemburgo se mueve en el entorno del 5%. Aún así, algunos estudios revelan que menos de la mitad de los desempleados se plantea montar una empresa. Hacen falta emprendedores para superar la crisis, aunque la paradoja es que, en general, este colectivo encuentra más obstáculos que apoyos: falta de financiación, burocracia excesiva, desánimo por parte del entorno familiar...

Con más de 51.000 empresas adscritas a la Seguridad Social y 94.700 autónomos, Málaga es tierra emprendedora: lleva liderando durante 17 años consecutivos la creación de empresas en Andalucía –4.000 nuevas en 2011– y su Asociación de Jóvenes Empresarios (AJE), con más de 700 socios, es la segunda más numerosa de España tras Madrid. Pero también es cierto que sufre una alta mortalidad empresarial. Según la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM), la mitad de las nuevas empresas mueren antes de cumplir los cinco años, y el 52% de las clausuras está directamente relacionada con el cierre crediticio bancario.

La Opinión de Málaga ha querido pulsar el sentir del mundo emprendedor con un foro al que acudieron esta semana empresarios y representantes de CEM y AJE además del Instituto de Formación y Empleo (IMFE) del Ayuntamiento de Málaga y de la Fundación Andalucía Emprende, de la Junta de Andalucía.

Abre el debate la secretaria de CEM, Natalia Sánchez, que reconoce que, pese al dinamismo económico de la provincia, se necesitan muchas más vocaciones emprendedoras para superar la crisis y, sobre todo, «prestigiar» la figura del empresario a nivel educativo. En todo caso, hay a su juicio una base importante de emprendimiento en la provincia.

«Además, muchos jóvenes y personas de mayores de 40-45 años están buscando en el autoempleo una salida a su situación de paro», comenta Sánchez, que defiende la necesidad de que todos los desempleados tengan el derecho de capitalizar el 100% de la prestación si quieren poner un negocio propio.

La directora de Almeida Viajes y vicepresidenta de la AJE, Inmaculada Almeida, reconoce que en los últimos años han abierto muchas nuevas empresas, pero niega que la cultura emprendedora haya arraigado.

«Todos los que tenemos una empresa hemos vivido la falta de apoyo de nuestras familias o amigos. Cuando le dices a alguien que quieres emprender todos suelen desanimarte. Emocionalmente, eso abate mucho», lamenta Almeida, que cita a continuación los otros dos grandes obstáculos con los que topa hoy día el emprendedor: la burocracia y la falta de financiación. En su opinión, también ha existido un tardío reconocimiento al papel de los jóvenes empresarios. «Cuando empezó la crisis más o menos se nos decía que teníamos la culpa de todo. Ahora tenemos que ser los salvadores. Habrá gente que lo hizo mal, pero se nos metió a todos en el mismo saco», señala.

El gerente del IMFE, Enrique Nadales, coincide en la necesidad de cultivar la vocación emprendedora y pone un crudo ejemplo de su experiencia como docente en la Universidad de Málaga. «Doy clases en una asignatura optativa de Ciencias del Trabajo para la creación de empresas. A principio del curso pregunté a mis 40 alumnos que cuántos querían poner un negocio ¡Sólo dos levantaron la mano! Y es verdad que no hay mucho apoyo social al emprendedor, aunque esperamos ver frutos dentro de unos años con el trabajo que estamos realizando. En caso contrario, tendremos un problema», comenta.

Nadales también destaca que hay muchas personas que se dan de alta como autónomos o montan un negocio más bien por necesidad, tras haberse quedado en el paro. Y el objetivo deber ser que los emprendedores sean más vocacionales que forzados.

El presidente de la AJE, Javier Noriega, sí cree que la actitud hacia el emprendimiento ha mejorado en estos años, aunque reconoce que existen muchas reformas administrativas y fiscales por hacer para agilizar la creación de empresas y facilitar la contratación. «Los emprendedores somos el futuro porque creamos riqueza y empleo. Una sociedad que tiene al 52% de sus jóvenes en paro tienen las alas cortadas. Tenemos sectores competitivos en Málaga como el turismo o las nuevas tecnologías, pero si no hay apoyo no se puede hacer nada», señala. La Ley de Emprendedores que prepara el Gobierno debe ser uno de los puntales, con elementos como el de «la segunda oportunidad», que permite a un emprendedor que sufre un fracaso empresarial poder acceder de nuevo a financiación.

Una mentalidad por desarrollar

El coordinador de estrategias de Andalucía Emprende, Alberto de Azevedo, admite que la situación económica actual es «compleja y difícil» aunque no exenta de oportunidades. «Se trata de buscar el valor añadido y el hueco de mercado. Hay muchos autónomos que empiezan solos en su negocio, haciendo hasta las fotocopias, pero en un plazo de 3-4 años consiguen crecer», relata Azevedo, que destaca el asesoramiento que realizan los 215 Centro de Apoyo al Desarrollo Empresarial (CADE) dispersados por Andalucía. Además resalta el éxito de convocatoria de las charlas de concienciación que se hacen en colegios, institutos o en la propia Universidad de Málaga.

«Antes nos venían grupos de 20 ó 30. En la última convocatoria en Teatinos asistieron casi 500», explica. Se está erradicando, añade, la imagen «mezquina» que algunos tenían de la figura del empresario.

Llega al turno de los empresarios que asisten al foro para dar su experiencia. Susana Hidalgo, diseñadora de moda y responsable de la empresa Amano, comparte la idea del poco apoyo social que reciben los emprendedores, ya que la mayoría de la población sólo desea «la tranquilidad de un sueldo a final de mes». También reconoce las dificultades iniciales, sobre todo en materia de financiación, lo que hace que al final de mes «todo lo que ves sean deudas». El apoyo del CADE ha sido clave para ella, ya que ha estado dos años en las instalaciones del Parque Tecnológico y ha sido asesorada en lo relativo al plan de empresa. Hidalgo cree que las administraciones debería canalizar más ayudas y microcréditos a los emprendedores, ya que «ayudando a un solo empresario, ayudas a muchos trabajadores».

María Teresa de la Maza, creadora de la empresa de catering Amaranto, afirma haber encontrado tantas dificultades de papeleo e inspecciones que casi tiró la toalla aunque la ayuda del IMFE le permitió perseverar, elaborar un plan de empresa y acceder a un microcrédito, ya que por su perfil no pudo optar a una subvención. «Llevo un año de actividad y no me puedo quejar, aunque en mi sector hay mucha competencia. Mi visión es que si ahora te abres hueco, cuando las cosas mejoren crecerás más rápido», afirma.

Francisco Hernández, director de la firma de marketing directo Buzonalia, se muestra partidario de enseñar en las escuelas nociones del mundo empresarial y rechaza frontalmente lo que califica como la «cultura de la subvención», que lleva a muchos emprendedores a tener como gran prioridad la ayuda pública.

«Yo he llegado a ver planes de empresa donde la subvención ya se metía directamente dentro del presupuesto, y eso es un enorme error, algo incompatible con el emprendimiento», se queja. También advierte de que medidas como la capitalización del paro para montar negocios deben aplicarse con mesura, comprobando que esos futuros emprendedores, cuentan con proyectos viables. En cuanto a la futura Ley de Emprendedores, que prevé limitar la responsabilidad patrimonial de las personas que pongan un negocio, Hernández advierte que esa medida puede fomentar la morosidad y el perjuicio a terceros. «Estoy en contra. El que monta una empresa afronta una responsabilidad».

Las referencias a la «cultura de la subvención» encienden el debate. Natalia Sánchez apunta que lo que necesitan los emprendedores son condiciones de financiación preferentes, interés bonificado y microcréditos más que ayudas a fondo perdido, algo en lo que coinciden plenamente Enrique Nadales y Alberto de Azevedo. Sánchez añade como prioridades que se bonifiquen las contrataciones reduciendo las cotizaciones a la Seguridad Social que, según sus datos, son las más altas de Europa.

«Son un verdadero impuesto al empleo. Y hay que recordar que el 80% de las empresas españolas son micropymes que generan el 40% del empleo», dice.

Otro punto de discusión es la existencia de muchos personas metidas a emprendedores a la fuerza, tras quedarse sin trabajo, o de trabajadores que han tenido quedarse de alta como autónomos por exigencia de sus antiguas empresas (lo que se conoce autónomos dependientes). Inmaculada Almeida cree que en estos casos falta vocación y mentalidad para crecer como empresario.

«Lo mejor de ser empresario no es el dinero ni el reconocimiento social sino la autorrealización, y esa cultura sí es la que hay que fomentar desde pequeños. Es verdad que los primeros años como empresaria son más sacrificados pero luego puedes delegar y tienes tus propios horarios y tu libertad para coger vacaciones. Y sobre todo, cuando tienes una empresa, nadie te pone límites», explica.

Francisco Hernández y Enrique Nadales, por su parte, tienen sus dudas de que muchos autónomos dependientes puedan ser considerados empresarios –«la mayoría se hacen autónomos obligados por su empresa»–, mientras que Javier Noriega defiende a ultranza su carácter de emprendedores, por pequeña y modesta que sea su actividad.

«Rockefeller empezó trabajando de zapatero. No se puede generalizar», asegura Noriega, que cree que el verdadero reto para Málaga y para España es el de convertirse en «tierra de oportunidades», eliminando burocracia, facilitando el crédito y haciendo que el empresario pague el IVA cuando realmente cobra sus facturas pendientes, no antes. «Los empresarios somos responsables, y queremos medidas de las administraciones igualmente responsables para ser más competitivos. Hay mucho que modernizar», sostiene.

El problema del crédito

Alberto de Azevedo aconseja a los emprendedores olvidarse de las ayudas a fondo perdido, y tener una mentalidad «más abierta» de cara a las ayudas. «No puedes decir: necesito 50.000 euros y los quiero ya. Eso es un error, por fortuna bastante superado ya. Dar así dinero es pan para hoy y hambre para mañana», apunta. De Azevedo reclama a los jóvenes que valoren el asesoramiento que el CADE o el IMFE ofrecen para elaborar un plan de empresa, acceder a un microcrédito o acompañar a las empresa durante sus 2-3 primeros años de vida, precisamente los fundamentales para saber si el proyecto sobrevive y tiene éxito.

«Estamos acompañando a muchos emprendedores y concertando microcréditos con las entidades financieras suficientes para poner en marcha un negocio. No todos los proyectos necesitan de 60.000 euros para arrancar; los hay de 30.000, 15.000 0 18.000. Y si vas con el CADE o el IMFE tienes un aval moral que aumenta la confianza del banco en el emprendedor», analiza.

El CADE, en concreto, tiene concertado un programa con CaixaBank de créditos de entre 3.000 y 25.000 euros con tipos de interés del 5,75% al 7,25% y plazos de devolución de 24 a 60 meses.

Javier Noriega le recuerda, sin embargo, que el gran problema es que las puertas de la financiación bancaria están cerradas, mientras que el recurso de los inversores privados –capital semilla, capital riesgo– todavía tiene mucho desarrollo pendiente, pese a iniciativas interesantes como la red «Business Angels» de la Diputación.

Enrique Nadales reconoce que en el tema de las subvenciones públicas no se puede ser categórico. «Hay de todo, ayudas bien y mal diseñadas. Pero sí es verdad que se va abandonando el error por parte de contar con esa ayuda como presupuesto de la empresa», apunta. A su juicio, el gran problema actual está cuando el emprendedor llega al banco. «Puedes ir con un plan de negocio, y acompañado por el IMFE, el CADE o la AJE, que ayudan a que te escuchen. Pero al final te dicen: ´¿vale, pero qué garantía me das?´», reflexiona.

Más cultura financiera

Los propios emprendedores corroboran esta dificultad. María Teresa de la Maza reconoce que para recibir el microcrédito de un banco, su marido, que también tiene una empresa, tuvo que intervenir como referente para determinar su solvencia como cliente.

¿Son los bancos los «malos de la película»? Enrique Nadales, sin quiere jugar el papel de abogado defensor, recuerda que las entidades financieras, y necesitan de una garantía del emprendedor, que en realidad es quien se la juega». Javier Noriega contesta que los bancos van a recibir ahora un préstamo de la UE y que ya va siendo hora de que destinen el capital a créditos a dar créditos a familias y empresas. «Lo contrario será una tomadura de pelo», dice. Nadales es realista: «Ojalá el dinero llegue a la empresa, pero tengo mis dudas».

Por su parte, Inmaculada Almeida –que muestra sus reparos a la «cultura de la subvención»– reclama extender la política de los microcréditos, suficiente a su juicio para que arranquen los pequeños negocios, y pone su énfasis en otro punto: la falta de estudios específicos que curtan al emprendedor.

«Todo el mundo estudia Empresariales como si fuera un contenedor, pero la verdad es que no hay ninguna carrera que te forme como empresario. Nadales y Noriega coinciden en esa idea. «La gente está muy desorientada y hay grandes ideas que no se llevan a término por falta de conocimientos sobre proceso empresariales: comprar, vender, hacer clientes...».

Natalia Sánchez recueda en este sentido el programa «Mentoring» realizado por CEM y la AJE, en el que 75 emprendedores fueron asesorados pro 20 empresarios ya consolidados. Y Susana Hidalgo reconoce la importancia del IMFE o el CADE a la hora de informar a los interesados en poner una empresa.