El tópico va más allá de los tabloides británicos. Todo aquel que se cruza con Peter O´Toole, uno de los sicarios más sangrientos de Reino Unido, queda impresionado por la frialdad y el vacío de su mirada azul. Se preguntan si es así como enfiló a las víctimas por las que cumple cadena perpetua en su país. Esa curiosidad llegó la pasada semana hasta la mismísima cúpula de la Policía Nacional de Málaga, cuerpo que recibió a O´Toole en el aeropuerto de Málaga el pasado 4 de julio con un dispositivo hollywoodense proporcional a los temores de fuga. «Quiero mirarle a los ojos», insistió un alto mando a sabiendas de que el británico no iba armado y sí bien esposado.

La comitiva policial, arropada por agentes con metralletas en los alrededores del aeropuerto, lo llevó a los calabozos de la Comisaría Provincial de Málaga, donde pasó la noche bajo otro potente dispositivo de seguridad. Al día siguiente, tras pasar por la Ciudad de la Justicia, ingresó en una celda de máxima seguridad de la prisión de Alhaurín de la Torre, lejos de todo contacto con los demás presos. Desde entonces sale solo al patio. Ese será su plan hasta los próximos días 18 y 19 de julio, cuando acuda a la sección segunda de la Audiencia Provincial.

Conocido como el asesino con cara de niño (baby faced assassin) y la bestia, ha llegado a Málaga para ser juzgado por su presunta implicación en un tiroteo en el que una bala atravesó el cuello a un turista británico y lo dejó con secuelas para toda la vida. Los hechos ocurrieron sobre las 2.00 horas del 11 de febrero de 2002, cuando Alain Leslie Southern, entonces de 39 años y natural de Liverpool, recibió un tiro en la nuca que le salió por la garganta cerca del bar Luning, en la avenida Antonio Machado de Benalmádena Costa. Inicialmente se pensó en un ajuste de cuentas, pero la policía española concluyó que el tiro supuestamente iba dirigido al propietario del bar, que previamente echó a O´Toole y a dos amigos suyos del local por arrojar bolas de billar a los transeúntes.

Se supone que O´Toole estaba en la Costa del Sol para pasar desapercibido. En 1998 desapareció de su Birmingham natal para evitar el juicio por atacar a un adolescente con un arma blanca y provocarle 118 puntos de sutura en la cara. Tres años antes, cuando aún no era mayor de edad, apuñaló a un vigilante de seguridad que le sorprendió robando. Su fuga acabó en Torremolinos, donde la policía cree que continuó con su papel de matón y arrimado a otras turbias actividades. El tiroteo de Benalmádena delató su ubicación.

La bestia regresó a Birmingham y ese mismo verano de 2002 asesinó por encargo y de dos tiros a Gary Morgan en un aparcamiento. El juicio concluyó que eran amigos y que disparó con el arma a cuatro y ocho centímetros de la cabeza de la víctima con ella. Tres semanas antes, intentó lo mismo con Anthony Morecroft, pero éste se salvó tras saltar y bucear durante varios minutos por un canal. Cuando fue detenido en su país, la policía española se trasladó hasta Reino Unido para preguntarle a O´Toole por dos maletas halladas en un descampado de Torremolinos en las que apareció descuartizado el cadáver de Scott Bradfield.