La temporada alta en la Costa del Sol es una de las mieles preferidas por los rateros que buscan las grandes concentraciones de personas para conseguir el mayor número de botines posible. Su adaptación es camaleónica. Si en Navidad se mezclan en la multitud como consumidores, en Semana Santa como devotos cofrades y durante el resto del año como turistas con el plano en la mano, ahora es el momento de ponerse el bañador y acudir a las atestadas playas para conseguir las pertenencias de los bañistas.

No se trata de hechos puntuales. La Policía Nacional de Málaga ha detectado en la Costa del Sol la presencia de grupos organizados dedicados al hurto sistemático a bañistas en el litoral malagueño. Desde Nerja a Manilva, aunque con mayor incidencia en las playas con mayor concentración de personas, los descuideros baten las playas una y otra vez a la espera de los errores de sus presas. Cacos con traje de baño, chanclas y toallas que buscan preferentemente «bolsos, móviles y carteras».

Así lo asegura una agente de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana de la Comisaría Provincial de Málaga, quien destaca la predilección de los ladrones por los turistas de origen extranjero. «Los visitantes cambian a diario, vienen y se van todos los días y los cacos juegan con eso», explica la inspectora. Sin embargo, no se trata de una actividad exclusiva de la Costa del Sol. Aunque cada municipio aporta el producto autóctono, los investigadores aseguran que muchas de estas bandas son de naturaleza itinerante, recorriendo los principales destinos turísticos desde Cataluña hasta Huelva. Según explica la inspectora, lo normal es que estas organizaciones den una serie de golpes y sigan su camino hacia otro destino turístico, dificultando en todo los posible las investigaciones policiales. Para ello, estos amantes de lo ajeno pueden hospedarse en hoteles o apartamentos alquilados como un grupo de turistas más, o en viviendas de amigos o familiares que residen en los municipios en los que actúan.

Como modus operandi más común, la policía destaca el carterista que va de un lado a otro de la playa buscando los objetivos más fáciles, es decir, bañistas que se confían y dejan sus pertenencias sin vigilancia mientras se refrescan o incluso mientras toman el sol. Si bien pueden actuar en solitario, lo normal es que el ratero cuente con el apoyo de un socio para entregarle rápidamente la mercancía y no dejar rastro en el menor tiempo posible. «Posteriormente, el destino de esa mercancía suele ser un vehículo nodriza en el que otra persona puede hacer la criba de los artículos que le interesan y los que no», añade la inspectora.

Un veterano investigador añade que, policialmente, esa es la parte más importante. «Si pillamos a uno con las manos en la masa hay que pararlo, pero lo que realmente nos interesa es atraparlo con el botín de los diferentes golpes que ha dado. Así la pena es mayor y no se queda en un simple hurto», explica el agente. Para ello, la Policía Nacional de Málaga asegura poner en marcha cada verano un dispositivo especial en el que participan un gran número de efectivos de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana, así como los investigadores más cualificados del Grupo de Hurtos.

Los agentes también se ponen el bañador

El dispositivo que cada verano activa la Policía Nacional en el litoral acumula agentes de uniforme para disuadir a los cacos y a otros que trabajan de paisano para trabajar con la sorpresa como principal arma. Aunque la playa también es una zona de vigilancia, los agentes aseguran que las zonas más productivas para ellos se encuentran en zonas intermedias, principalmente en los paseos marítimos. «Un hombre que va y viene andando por la playa una y otra vez y observando a los bañistas suele llamar nuestra atención. O es un ligón muy descarado o está vigilando y analizando las posibilidades de hacerse con las pertenencias de un bañista», explica una de las responsables de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana, quien añade que las zonas cercanas a las playas también son muy rentables para los cacos.

La inspectora se refiere a los chiringuitos, a las terrazas próximas a los paseos marítimos o los innumerables locales dedicados al ocio que hay a lo largo y ancho de la Costa del Sol. «Los aparcamientos cercanos a las playas en los que se concentran muchos vehículos también suelen ser zonas calientes, ya que siempre hay alguien al que se le olvida cerrar el coche o una ventanilla y cuando vuelve se encuentra con la desagradable sorpresa», añade. No menos riesgos se viven en el aeropuerto, donde la policía también lucha contra bandas que se dedican a rapiñar entre los turistas que van y vienen con ciertas prisas.