José Antonio Binaburo es el padre de la red Escuela Espacio de Paz en Andalucía. Jubilado este curso, sigue en contacto con la cultura de paz y las aulas. Lo hace como voluntario, «para echar una mano», asegura. Y acude a diario a la Delegación de Educación. El jueves fue galardonado con una Mención Especial en los IV Premios de Educación Ciudad de Málaga, organizados por el Ayuntamiento de la capital, por su trabajo. Vino del País Vasco amenazado por ETA y en Málaga se ha convertido en referente en la resolución pacífica de conflictos.

Como dice la canción, ahora que se ha jubilado, ¿a qué dedica el tiempo libre?

A echar una mano donde haga falta. A ejercer acciones de voluntariado relacionadas con la cultura de paz y la convivencia. Además, estoy ahora colaborando para crear la cátedra Unesco de Cultura de Paz para la Educación en la Universidad de Málaga. Ya nos hemos reunido en dos ocasiones para que en el primer trimestre del próximo curso la podamos presentar a la Unesco.

¿Qué hace falta para eso?

Hay que demostrar primero de todo que tienes programas dedicados al tema. Y en este caso, la UMA tiene ya, consolidado desde hace tres años, un máster que se titula Cultura de Paz, derechos humanos, conflicto y educación. Tiene muy buena acogida por parte de los alumnos. Además, la Universidad, cada tres años, convoca el congreso nacional de convivencia. También celebramos seminarios de cultura de paz al que ha venido Federico Mayor Zaragoza, sin duda un buen padrino ante la Unesco. Lo que se pretende es también transferir conocimientos de Cultura de Paz desde la UMA a la red Escuela Espacio de Paz.

¿Se han reducido los conflictos en clase desde que puso en marcha esta iniciativa?

No se puede imaginar. Hemos sido pioneros en este tema en toda España. Usted mismo puede valorarlo con las informaciones que ha ido publicando en todo este tiempo. Entre los años 2000 y 2006 hubo una dramatización excesiva de los conflictos escolares, que perjudicó mucho a la educación. A partir de 2002 comenzamos a tomar medidas gracias a la colaboración entre el Ayuntamiento y la Consejería de Educación, que consistía en dar formación en resolución de conflictos al alumnado. Desde 2003 hemos estado todos los años haciendo partícipes de esa colaboración a todos los centros de Málaga, concertados y públicos. Más de mil alumnos han pasado por estos cursos y ellos, además, son capaces de enseñar a sus compañeros. En los cursos reciben 60 horas de formación en resolución de conflictos entre segundo y cuarto de la ESO. Con el tiempo, muchos de esos alumnos que se formaron al principio del plan, y que ahora ya han abandonado el instituto, están ayudando a resolver conflictos en sus barrios. Se trata de un programa, por tanto, que trasciende al instituto y al colegio.

¿Cómo ha recibido este premio del Ayuntamiento?

Con mucho agradecimiento a la ciudad y a su ayuntamiento. El mérito que yo pueda tener en este asunto es compartido, también, por esa colaboración con la Delegación a la que hacía referencia. Ese acuerdo provocó una auténtica innovación en el año 2003. Para mí innovar significa cambiar mentalidades. Y entonces lo logramos. Teníamos mucho miedo a los conflictos, pero conseguimos admitir que los conflictos eran un desafío para la escuela, aunque muchos no se gestan en la escuela, sino en el entorno y estallan en el aula. Y lo que tenemos que hacer es estar bien preparados y prevenidos para poder resolverlos enseñando a los alumnos a que ellos mismos sean los que lo resuelvan. De ahí la tan significativa mejora en la convivencia. Con esto no quiero decir que los centros no tengan conflictos, sino que han sabido encaminarlos.

¿Qué destacaría de esta revolución pacífica?

Las estrategias que se están dando, como el alumnado ayudante, aulas de convivencia, tutorías compartidas... Son estrategias salidas de Andalucía, que ha exportado estas experiencias. Y hay que decirlo con mucho orgullo. Y yo soy vasco. Hemos sido un referente en la mejora de la convivencia, primero en 2000 con el Plan Andaluz de la Cultura de Paz y en 2002, la red Escuela Espacio de Paz.

¿Cree que el estado de crispación que vive la sociedad en medio de la crisis puede afectar a la convivencia en las aulas?

No creo que haya una relación directa y que eso repercuta en la escuela. Lo que sí tengo que dejar bien claro es que en estos momentos en que se hunden los sueños de igualdad ante los mercados, hay que reivindicar que la educación es el mejor aval para la igualdad. Las desigualdades sociales comienzan por las desigualdades educativas. No podemos abandonar la educación: seríamos una sociedad pobre y sin futuro. Por eso todos esos recortes que se están produciendo en educación, sólo nos van a retrasar más y hacernos una sociedad menos competente porque nos hará menos formados. Unamuno, en sus debates con Ortega y Gasset sobre educación a principios del siglo XX, ya decía: «Que inventen otros». En ese sentido, no podemos bajar la guardia.

¿Teme que la falta de recursos económicos y los ajustes presupuestarios afecten al plan?

Todos los profesores están siendo bien conscientes de toda esta situación y muchos están dispuestos a hacer un esfuerzo para que todo ese dinero que ya no van a recibir pueda suplirse con sus buenas prácticas educativas. Pero no cabe la menor duda de que los recortes van a repercutir en el aprendizaje. No es lo mismo tener 25 alumnos en clase que 40, porque puedes atender mejor sus necesidades, porque los aprendizajes son heterogéneos y necesitan más ayuda los que más dificultades tienen, y más refuerzo los alumnos que no tienen tantas competencias en el currículum. En ese sentido sí va a haber un retroceso. Tampoco veo bien el planteamiento de reválidas que hace el Ministerio, porque lo importante es la evaluación continua y el seguimiento que el profesor tiene de él. En cuanto a la red, el hecho de que no tenga recursos materiales, no va a tener tanto problemas. Muchos centros no están por el dinero que a veces recibían, sino por lo que les aportaba de buenas estrategias para la convivencia.