Me he enterado por mi periódico que un malagueño de 23 años ha sido asesinado, por nada, en una pequeña ciudad del sur de Inglaterra, algo que me ha causado una tristeza increíble, no sólo porque creo que nadie debería fallecer tan temprano, sino también porque nadie debería quitar la vida a nadie.

Por eso, no quiero leer las causas de la muerte, aún a sabiendas de que el muchacho, por lo visto hijo único y un buen chaval que solo quería encontrar trabajo y aprender inglés, ha sido vilmente asesinado.

Es nuestra triste historia. Las páginas de nuestro pasado están llenas de crímenes y lo peor es que es desde «siempre», desde que el hombre es hombre, va en nuestra genética, nos acompaña «siempre», es como si fuéramos asesinos programados reteniendo «siempre» el impulso innato de matar.

Hace unos 80.000 años, en la cueva de Shanidar, en lo que hoy es Irak, un hombre de neandertal sufrió un intento de asesinato. Nandy, pues así ha bautizado la ciencia a este hombre, fue golpeado con un objeto contundente en el lado izquierdo de su cabeza por lo que padeció de por vida la ceguera total del ojo izquierdo, parálisis y atrofia de su brazo derecho y cojera en su pierna derecha. La brutalidad de un congénere convirtió a Nandy en un lisiado que no habría tenido ninguna posibilidad de sobrevivir si los demás miembros de su clan no hubieran cuidado de él.

Ya en suelo patrio, nuestro burgalés más famoso, Miguelón, un Homo heidelbergensis que viviera en Atapuerca hace 400.000 años, fue golpeado con una piedra en su maxilar inferior causándole la pérdida de un diente que se infectó y derivó en la septicemia que le arrancó la vida.

Poco hemos cambiado y, por eso, la muerte violenta, como la de nuestro compatriota malagueño, Sergio, aunque no nos deja nunca indiferentes, por cercana, no deja de ser una triste noticia más de la mucha violencia que actualmente asola el mundo.

Y es que nos hemos vuelto locos. La vorágine de las estadísticas de nuestra presencia en la Tierra no puede, –ni debe–, dejarnos indiferentes. Hasta el mismo momento en que escribo estas letras, hoy han muerto de hambre 29.537 personas, que son pocas si las comparamos con las 909.412.870 que están desnutridas o las 917.938.532 que no tienen acceso al agua potable.

Ahora mismo, mientras escribo, somos en el mundo 7.054.685.510 habitantes, han nacido este año, 73.247.050 bebés de los que 351.423 lo han hecho hoy. Por otro lado, hasta hoy, han fallecido 31.283.537 personas, de las que 150.153 lo han hecho también hoy, en una triste estadística humana. Somos demasiados, por eso, si no ponemos freno, dentro de 15.111 días, se acabará el petróleo. Poco después, cuando trascurran 60.537 días, se habrá acabado el gas en el mundo. El futuro de los hijos de los hijos de nuestros hijos no se presenta precisamente halagüeño.

Pero como mientras tanto hay que seguir viviendo, sepa que mientras usted está leyendo nuestro periódico, hay 495.379.417 más que además del nuestro están informando. 638.558 libros han sido publicados, hay 2.400.445.491 usuarios de internet en el mundo que han enviado ya, la increíble cifra de 367.293.914.888 correos electrónicos hoy.

Piense que además estas cifras están cambiando, por lo que cuando usted lea este artículo, cada una de ellas habrá multiplicado espectacularmente su cantidad.

Esto me lleva a pensar que realmente, en esta época de información donde estamos, hemos dejado definitivamente de ser personas para convertirnos en simples números de los que usted, que me lee, y yo, que se lo cuento, formamos parte. Los datos son fiables, recién sacados de esa centrifugadora que nos lo cuenta todo y que lleva por nombre internet.

Ahora mismo, usted y yo, sin conocernos, estamos conectados y parece imposible que con tantos periódicos, ya que realmente se crean entre 10 y 20 por segundo, es prácticamente un milagro que me esté leyendo...

Un día como hoy, donde sin darnos cuenta y quizás sin saberlo, vamos montados en un bólido llamado Tierra que acaba de recorrer por el pasillo del Sistema Solar, donde se encuentra, la friolera de 831 millones de kilómetros desde que comenzara el año€

Vamos demasiado deprisa, tanto como para no darnos cuenta de la fragilidad que poseemos, de que la vida es irrepetible y de que la fría estadística de sucesos ha engordado con el asesinato de Sergio.

Estas estadísticas están realizadas por fuentes fiables de la BBC son curiosas, pero magnifican una realidad incontestable de lo que somos y hasta dónde llegamos. Somos únicos e irrepetibles, por lo que algunos dirán que somos un milagro.

Por otro lado, Gaia, es decir, nuestro planeta, la madre Tierra o como quieran llamarlo, seguramente estará pensando qué maldito milagro. Es hora de cambiar el mundo, me gustaría pensar que he estado soñando y que Sergio nunca fue asesinado, pero el llanto de su madre no para de decirme que estoy equivocado. No parió madre alguna en el mundo hijo que mereciera tan fatal bocado...