Las cuentas no le salen a Francisco García Vigo, presidente de la asociación de vecinos Palma Palmilla, un colectivo que ha pasado de preocuparse por la limpieza en las calles a repartir comida a los vecinos: «Hay apuntadas 800 y pico de personas, vamos a dar para 640 personas y me han dado alimentos para 500», cuenta. Por eso ayer, en el primer día de funcionamiento del reparto, da el mismo lote de alimentos a cada familia, con independencia de cuántos sean: 11 cartones de leche, dos paquetes de galletas y 8 paquetes de macarrones. «Ha faltado el tomate», bromean unas vecinas.

En total, tres toneladas de alimentos donados por la Cruz Roja, uno de los tres repartos anuales. «El siguiente ya será en octubre y luego hasta enero y junio o julio del año que viene», explica Francisco García Vigo, que señala que Bancosol hace cuatro repartos anuales y que este año no hay excedentes de la UE.

Menos da una piedra, pensaban ayer las personas que se acercaban a por los lotes de comidas, sobre todo cuando el panorama es de familias en las que no hay un solo miembro en edad de trabajar que no esté en paro.

«En mi casa estamos mi marido y yo y luego los arrimados», bromea Mari Ángeles, para quien los arrimados son sus hijos y nietos, en total ocho personas. «Mi marido trabajaba en la obra y no encuentra ya trabajo, yo estoy cobrando el salario social, 500 euros, que se me acaban en octubre, así que voy a estar con una mano delante y otra detrás», cuenta. Precisamente, en el reparto de comida ayuda uno de sus hijos, que también está en paro después de unos años trabajando de albañil.

El mismo trabajo tiene otro joven, que prefiere no dar su nombre. «Desde los 16 años he estado trabajando en la obra y ahora tengo 30. Llevo en paro desde 2009», resume. Padre de tres hijos, se ha apuntado al reparto de comida «porque la cosa está muy mal». Este joven ha ocupado parte de su tiempo en arreglar las zonas comunes de su bloque, «porque hay que hacer todo lo que se pueda para echar una mano».

«Me llevo las galletas con dinosaurios», dice un vecino jaleado por las risas de familiares. Deben elegir entre tres marcas de galletas y las que tienen dibujos, incluidos dinosaurios, ganan por goleada por una sencilla razón: «Es que en las familias hay muchos niños chicos», cuenta Amparo España, dirigente vecinal del Grupo Torríos.

Francisco García Vigo quiere agradecer la ayuda de la concejala del distrito de La Palma-Palmilla y de la directora del distrito, así como de los Servicios Operativos, por transportar los alimentos hasta un local municipal junto a la sede del distrito, donde la asociación puede repartirlos.

A comienzos de verano, la asociación de vecinos solicitó a Unicaja a través de la sección Línea Directa de La Opinión el uso como almacén para el reparto de comida de una sucursal, cerrada en 2005 y ofrecida entonces a los colectivos vecinales por la antigua caja de ahorros, que de momento no ha tomado una decisión.

«Espero que al final cedan la sucursal porque es una cosa prometida al barrio», subraya Amparo España. El presidente vecinal, que pasará parte de sus vacaciones repartiendo alimentos de 11 a 1 hasta el próximo viernes, calcula que «entre el 80 y el 90 por ciento» de los vecinos de La Palma-Palmilla está en paro, porque un buen porcentaje del barrio se ha dedicado a la construcción.

Cada familia que recoge la comida firma un documento en el que aparece el coste real de cada lote en el supermercado: 19,06 euros. Galletas, leche y macarrones, aunque sea sin tomate. No está el horno para bollos.