«El escaparate está lleno de manos de niños, que se quedan pegados porque les llama mucho la atención. Las tartas y muñecos los hemos tenido que esconder porque llegaban los niños y se los comían, es inevitable», explica con una sonrisa Elena Reviriego.

Esta joven de 29 años se quedó en paro y se apuntó a un curso de pastelería profesional para desempleados. Fueron unos meses que le cambiaron la vida: «Siempre había tenido afición y al hacer el curso descubrí por qué antes no me salían las cosas, descubrí que había muchos productos y cosas a las que no teníamos acceso».

Esas cosas son las que ahora facilita El taller del pastel, que abrió sus puertas en mayo en la plaza Murillo Carreras, 6, entre la calle Ayala y el Parque Huelin. La tienda ofrece todo tipo de utensilios de Europa y Estados Unidos para hacer tartas y dulces de ensueño. Elena Reviriego advierte de que su proyecto es anterior al programa de TV El rey de las tartas, aunque su marido, Jesús Molina, que echa una mano y ha seguido un curso de modelado, señala que el programa ha creado afición. «Es buena propaganda, ha hecho bastante porque mucha gente no hace nada por las tardes y lo toma como un hobby». Y como ejemplo, muestra un perro y un pingüino que ha realizado con pasta de azúcar y mucha paciencia. «En cada figura se tarda una hora», apunta.

En El taller del pastel se pueden realizar todo tipo de sueños comestibles gracias precisamente a los talleres que organizan. Unas 30 personas han pasado ya y muchas de ellas han vuelto a la tienda a mostrar fotos de sus creaciones.

«A las personas que no tienen ni idea les orientamos, por ejemplo tenemos preparados para hacer bizcocho y sólo hay que seguir las instrucciones», explica la propietaria. El siguiente paso sería el relleno, la tienda cuenta, por ejemplo, con nata vegetal «que no se encuentra en ningún supermercado porque aguanta fuera de la tienda». Tras añadirle volumen, llega el momento de ponerle aromas, y hay tarritos con olores de pistacho, piña colada, melón... sin olvidar los colores, incluidos «chocolates de colores para derretir».

Uno de los efectos más sorprendentes de una tarta es el de la pasta de azúcar, pues, como hemos visto, con ellas se pueden crear figuras que ríanse de las series de animación. La tienda también ofrece figuritas de pasta de azúcar de Alemania ya listas para comer, con una larga fecha de caducidad, «porque el azúcar en sí ya es un conservante», detalla Elena.

La propietaria de la tienda muestra también lo que cualquier aficionado con paciencia puede lograr en forma de una artística magdalena decorada y que parece salida de Alicia en el país de las maravillas. «A la magdalena le pones unas plantillas encima, para adornarla con figuras usas un moldecitos, le echas purpurina y luego la pintas dándole diferentes colores», explica.

El taller del pastel es uno de los pocos rincones en los que la imaginación ha llegado claramente al poder. No hay más que ver unas plantillas metálicas para dibujar unos ojos y una sonrisa en la nube de un café capuchino o un artilugio de Estados Unidos: una tarta-princesa, con la falda principesca comestible.

En las baldas hay curiosidades como moldes gigantes para hacer una tarta con forma de motorista o de escarabajo de Volkswagen, rodillos (de fabricación española) con unas guías para que la masa salga perfecta y sartenes, también españolas, para crepes.

Y unos pedidos en alza: fotografías impresas en obleas con tinta comestible, pensadas para dar la sorpresa en los cumpleaños. «Nos piden mucho de las Monster High» cuenta Elena. Su tienda es una caja llena de dulces sorpresas.