Su nombre, en internet, produce muchos más contenidos que el de un medallista olímpico o un semiótico de la escuela de Barthes. Irremediablemente muchos más que los de cualquier famoso de clase media tipo Eslava Galán o Pacho Maturana. De ella se ha dicho de todo, pero casi siempre en inglés, circunstancia que le permitiría pasar desapercibida en Marbella, si no fuera por sus tormentosas hinchazones y su tendencia, cada vez más irrefrenable, a los neandertalismos y al despilfarro. Katie Price se pasea por la Costa del Sol con aire de reina de Inglaterra adicta a los gin tónics y una cuota de pantalla que casi deja en pañales de culto los goles del Manchester United. ¿Sus méritos? Simplemente los ya mencionados, los neandertalismos, las tormentosas hinchazones...

En una visita a los supermercados ingleses su foto salta desde el papel satinado. La biografía de Price, al estilo de las amigas de Jesulín, se liquida en apenas un puñado de señales. La muchacha, a la que un día se le llamó la Pamela Anderson europea, valga el exceso de colágeno, tuvo un hijo con un famoso, el futbolista Dwitgh Yorke. Después se enredó con otras celebridades y participó en realitys en la selva y amenazó a una señorita con rajarle la cara (sic) por cuestionar sus méritos como madre. España, sin duda, se parece mucho más a Inglaterra de lo que se presume con una caña de pesca en aguas internacionales. La cuestión es que la chiquilla, en lo que respecta a la Costa, tiene una especie de varita mágica; cada una de sus apariciones en Marbella eleva las reservas y los viajes hacia la provincia. Entre los jóvenes británicos, Katie Price tiene un efecto parecido al de Draghi con la economía española. Especialmente si lo que se trata es de celebrar una despedida de soltera, cosa ajena a los delirios de la bolsa y las reformas de Rajoy.

Personajes como Katie, quien también se enredó, y en directo, con el cantante Peter Andre, han dado una nueva inercia a la relación de la Costa del Sol y Gran Bretaña. Algún día habrá que reflexionar sobre el destino del hombre. Si en la década de los sesenta, los ingleses peregrinaban a Marbella siguiendo el compás de Ava Gadner ahora lo hacen en función de las astracanadas de una rubia de calendario de transportes. Claro que, en su misión, la chica no está sola. La aristocracia pedorra se extiende en la Costa.

Hiperfinura musculada. Si las calles de Marbella aparecen casi a diario en la tele ya no es solo por la ruta de oro. La presencia de los protagonistas de The Only Way is Essex, el reality con más audiencia desde la edición de Gran Hermano, ha vuelto a transformar la Costa del Sol en el lugar selecto del desparrame. Millones de personas se apostan cada semana frente al televisor para seguir las aventuras, por lo demás, casposas, adineradas y suburbiales, de los participantes, que se han convertido en famosos de pleno derecho, con clubes de histeria y reportajes diarios.

No solo el sueño de la razón. La rentabilidad de la fórmula del programa y, sobre todo, de la conexión con la provincia han hecho que la última temporada del programa, también líder de audiencia, se convirtiera en The Only Way is Marbs, que es como los ingleses, toma glamour y apócope, llaman a Marbella. Esto es, el mismo formato, con todas sus lindezas, pero radicado íntegramente en la Costa del Sol. El sueño de la distinción produce monstruos.

Innoble y pintoresco. El fenómeno está todavía lejos de agotarse. A las andanzas de los personajes del programa le suceden nuevos inventos dispuestos a alcanzar el éxito, también con la provincia como escenario. Channel 5 prepara la presentación de Marbella Beach, un reality que también se rodará en la provincia con todos los ingredientes del bestiario: un exconcursante de Gran Hermano, una miss y hasta un doble de David Beckham. Esto último incita a la reflexión. Si el imitador llega hasta la tele, el original debería entrar en la ópera. Este es un mundo verdaderamente extraño. Katie Price y su chavalería. Caminando de pleno derecho por las mismas dunas y crestas de champán que en los sesenta frecuentaban los artistas de Hollywood. El dinero no sólo se escasea, sino que también se envilece. Exotismos bárbaros.