Los grillos orquestan la caída de la tarde en este arranque de la avenida de Príes. Tras los leones que montan guardia delante del Cementerio Inglés, el primer camposanto anglicano de España (Fernando VII lo autorizó en 1830), una voluntaria reparte caramelos, «para quitar el olor a alcohol». Encima, unas guirnaldas con farolillos nos recuerdan que estamos en la Feria de Agosto y, a pesar del contexto, un primer grupo de 40 personas va a conocer la quietud de este extenso jardín con tumbas, iglesia anglicana y el primitivo recinto del cementerio en el centro, pronto desbordado por las solicitudes de enterramiento que obligaron a utilizar la zona verde.

Muchas solicitudes, pero para visitar de noche este precioso recinto, ha recibido María del Mar Rubio, gestora cultural de Cultopía, que organiza visitas a varios cementerios de Málaga. «Hemos tenido tanta demanda que se han llenado los cuatro turnos de esta noche y hemos tenido que poner una visita el viernes», cuenta. La mayoría de la recaudación (6 euros la entrada) irá a parar a la fundación hispano británica que desde 2010 trata de mantener esta joya del patrimonio de Málaga. Además, existe la Asociación de Amigos del Cementerio Inglés de Málaga que pagan una cuota anual de 20 euros, aunque Bruce McIntyre, responsable de la fundación y excónsul británico, lamenta que sólo cuente con 72 socios y que, en general, el número de voluntarios, encargado de abrir y mostrar el cementerio, sea bajo.

En cuanto a la restauración de las tumbas dañadas, de momento no hay dinero y la Junta descartó este recinto para instalar una escuela taller.

«El año pasado recibimos 2.000 euros de subvención del Ayuntamiento, este año ni los hemos solicitado, esperemos que la situación en España mejore», plantea el excónsul, que explica que el cementerio se abre de martes a sábado de 10.30 a 2 y los domingos de 10.30 a 13.30, «pero hay que llamar antes porque es atendido por voluntarios», precisa. En cuanto al mantenimiento del jardín, ya no cuenta con un jardinero fijo sino con voluntarios.

«Durante la visita explicamos por qué el cementerio está tan dejado y por qué no tiene financiación y qué se puede hacer por él», explica María del Mar, que es también la guía de la primera visita. Y la primera parada, el mausoleo de William Mark, el cónsul inglés que acabó con la ignominia de que sus compatriotas acabaran enterrados de forma vertical en la playa (al no ser católicos no tenían cabida en el cementerio de Málaga).

Con el fragor de la Malagueta como telón de fondo, el grupo avanza mientras crece la oscuridad, entra dentro de la capilla anglicana de San Jorge €antes la vivienda del guarda€ y rodea la tumba de Joseph Noble, el médico que murió combatiendo el cólera en Málaga y cuyas hijas donaron el hospital que lleva su apellido.

Con soltura e ingenio, «porque de una visita a un cementerio no se puede salir deprimido», María del Mar explica la historia y los personajes de este cementerio que, más que inglés, es cosmopolita, como da fe la tumba de Jorge Guillén o la de un rico comerciante norteamericano de cuando los Estados Unidos sólo los formaban las 13 excolonias inglesas iniciales.

La tragedia de la fragata Gneisenau tiene un significado especial a la luz de la luna. La visita concluye en el cementerio primitivo, con tumbas de niños cubiertas por conchas de Málaga. Los visitantes salen con la sensación de haber vivido una noche de feria inolvidable. No todo en esta semana son toros y juerga.