En mayo del año pasado Línea Directa recogió el problema que desde 2008 soportan los vecinos de la calle Jerónimo Bobadilla, junto a la gasolinera Alaska, en la Carretera de Cádiz, una calle corta pero tomada por las obras de dos promociones de viviendas abandonadas, que todavía mantienen los materiales de construcción en la acera.

Además de que la calle siga obstaculizada, el problema mayor es que uno de los bloques es utilizado por indigentes y, como resalta una vecina, también hay prostitución.

El pasado mes de enero el concejal de Urbanismo, Diego Maldonado, señaló que la Gerencia se encargaría de retirar los materiales de la acera de forma subsidiaria, pero también reconoció que sería un proceso lento. «Hay un camino que recorrer», admitía en febrero. Algún tímido avance se ha visto en materia de seguridad.

También en febrero el concejal de Seguridad, Julio Andrade, confirmó que había aumentado la vigilancia en la calle, hasta el punto de que la Policía Local había identificado a varias personas que se estaban llevando varios enseres de cocina. Y es que, si el bloque más grande sirve de vivienda para indigentes (los números 6 y 8 de la calle), el más pequeño, el número 11, que estaba prácticamente concluido, ha sido sistemáticamente desmantelado por ladrones.

Pero los problemas siguen y han acabado en tragedia. «Hace unos tres meses falleció un mendigo que estaba borracho y que se cayó por un hueco del ascensor, vinieron los bomberos y falleció en el hospital. Era uno de los vagabundos que vivían allí, en el edificio grande», cuenta una vecina, que detalla que a pesar del accidente «hay gente viviendo ahí constantemente».

La única mejora ha sido que han parado los robos en el edificio más pequeño, el que está casi terminado. Se trata de un bloque que quedaba a un tiro de piedra de casas habitadas y preocupaba mucho a los vecinos.

Según cuenta esta vecina, la Policía Local consiguió tapiar la parte trasera del bloque y como todavía quedaban unas ventanas próximas a las casas habitadas, «entre todos los vecinos colaboramos y se hizo un tapiado de las ventanas con ladrillos». «Ahora mismo no debe haber nadie dentro y si lo hubiese, han tenido que saltar por los muros porque ya no es tan accesible», indica.

En todo caso, los vecinos lamentan que dos promociones de viviendas inacabadas puedan permanecer cuatro años ocupando las aceras con sus montañas de ladrillos (cuando llueve los vecinos deben caminar por la calzada) y convirtiéndose en albergue de indigentes y reclaman al Ayuntamiento una solución urgente.