La ciudad despertó ayer con miles de turistas deambulando por sus calles en busca de comercios y restaurantes en los que entrar y combatir su tiempo libre, una Málaga que estuvo dormida y de resaca, al pasar la festividad de la llegada de los Reyes Católicos, que tuvo lugar el domingo, al lunes y con la que se dio por concluida la Feria.

Aunque los museos abrieron, cosa inhabitual ya que cierran todos los lunes, para recibir a los 8.000 cruceristas que atracaron en aguas malacitanas, repartidos en dos cruceros, fueron muchos los que se sorprendieron al pisar el centro histórico y comprobar que no había actividad alguna.

«¿Van a estar cerradas las tiendas durante todo el día?», preguntaba Cinzia Serra, acompañada de su marido Sandro e hijo Filippo. Esta familia italiana es una de las miles que pasaron el día de ayer en la ciudad y no esperaban encontrar prácticamente todos los establecimientos cerrados. Dar un paseo, visitar la catedral y algún museo, además de parar a comer en algún restaurante es el plan alternativo que improvisaron.

Doris y Rachel Hart, madre e hija procedentes de Nueva York (EEUU), respondieron con gesto triste al comprobar que no podrán entrar a las tiendas. Es la primera vez que visitan la ciudad y les gusta. Hasta el momento, han estado en la Alcazaba pero no entienden qué sucede para que no haya nada abierto.

La familia Curtis, de origen inglés, tiene pensado picar algo en la plaza del Obispo, ya que estarán todo el día en la ciudad. «No hemos estado en ningún museo todavía. Queremos ir al Picasso», detallaba Roy. Vinieron en el crucero Independence of the sea, que zarpaba, doce horas después de atracar en Málaga, rumbo a Lisboa (Portugal). Los que venían en Azura no pasaron tanto tiempo. Seis horas exactamente para seguir con su ruta y llegar a su próximo destino; Korcula (Croacia).

Frente a la puerta de la catedral se encuentra Diane Cooper, una inglesa, que llega a Málaga por segunda vez en su vida. «Hace seis años estuve aquí de compras», indicaba mientras sonreía. No va a entrar a ver la catedral por dentro, como muchos de los que se acercan, pero irá a algún bar a tomar algo para combatir el calor.

En las terrazas se ve movimiento. Choca la imagen de una ciudad transitada por miles de personas de diversos puntos del globo terráqueo con la inactividad que presentaba el centro.

Solo tiendas que ofrecen servicios y productos souvenirs estuvieron abiertas, además de todos los establecimientos de hostelería. Tan solo dos valientes en plena calle Larios decidieron desafiar la festividad y abrir ayer. Una perfumería y una tienda de cosméticos, en concreto. En su interior rebosaban los clientes y dependientas de ambos lugares respondieron que las ventas eran buenas.

Guías turísticos y empleados de bares y heladerías aseguraban que todos les preguntaban por qué estaba cerrado todo y, a juicio propio de cada uno de ellos, deberían de haber abierto. «Hubiera sido un día bueno», aseguraba una joven.

Sin saber si los turistas hubieran llenado las cajas de los comercios y con la duda de lo que pudo y no fue, el día pasó.