Cuando el poeta Alfonso Canales descubrió su busto en los jardines que llevan su nombre, en el discurso de agradecimiento ya intuyó un futuro en el que la obra escultórica sería pasto de las urgencias de las palomas.

El monumento a Antonio Ordóñez, en su día delante de la plaza de toros de La Malagueta, inaugurado en agosto de 2001 junto al Museo Taurino por su viuda, Pilar Lezcano, ha tenido una existencia mucho más tormentosa que las apreturas de una bandada de palomas y desde hace dos años, duerme descabezado en un local de la plaza de toros, informan fuentes de la Diputación de Málaga.

La idea del monumento partió de la entonces empresa de La Malagueta, que propuso a la Diputación, propietaria de la plaza, que el diestro de Ronda tuviera su escultura cerca del coso. La obra, realizada por el escultor Luis Alonso, tuvo un presupuesto próximo a los 42.000 euros y mostraba el momento en que el diestro, con el toro ya muerto, «le hacía un desplante descarado al público», un gesto muy propio del maestro, explicaba Alonso en diciembre de 2000.

La obra sin embargo no gustó y los críticos destacaron su poca altura, la falta de proporción de una cabeza excesivamente grande, además del escaso parecido físico.

Las críticas fueron tantas que el empresario de la plaza, José Luis Martín Lorca, la Diputación y el propio escultor de la obra decidieron, a los tres meses de su inauguración, retirarla para refundirla y hacerla de nuevo.

El resultado final pudo verse en marzo de 2002 y esta vez sí, el monumento parecía reproducir a Antonio Ordóñez. El escultor recogió deportivamente el guante y, con más tiempo para trabajar con tranquilidad, logró una estatua más proporcionada, realista y estilizada (pasó de medir 1,85 a 1,97).

Pero no acabarían aquí las peripecias del monumento, que en diciembre de 2002 aparecía con el brazo mutilado por un acto vandálico y a partir de ahí, un rosario de ataques, muchos de ellos por parte de colectivos antitaurinos que lo cubrieron de pintadas del tipo Torero asesino.

Y como a veces el hambre se junta con las ganas de comer, el murete decorativo de ladrillo que enmarcaba el monumento, fue empleado para ocultar en el hueco resultante ropa, cartones y hasta un colchón, que durante varios meses guardaba cada mañana un indigente.

La última de las fechorías, destacan fuentes de la Diputación, fue el corte de la cabeza a la estatua, que permanece cual víctima del rey inglés Enrique VIII a la espera de una restauración.

Fundación Taurina Provincial. Retirado el vejado monumento en 2010, aprovechando las obras de renovación de La Malagueta, fuentes de la Diputación señalaron a La Opinión que será restaurado por la futura Fundación Taurina Provincial que todavía no se ha constituido.

En cuanto al emplazamiento, ya no volverá a estar casi pegado al coso de La Malagueta, al no permitirlo la legislación por ser un Bien de Interés Cultural pero no andará lejos: en 2010 junto a la plaza se inauguró la plaza de Antonio Ordoñez, que es el lugar elegido, indican estas fuentes.

Alfonso Canales, que intuyó las molestias que las palomas causarían a su memoria hecha bronce está teniendo en Málaga una posteridad menos inquieta que la de Antonio Ordóñez. A su regreso habrá que decirle eso de suerte, maestro. La va a necesitar.