Con la llegada del verano a la Costa del Sol también llega la esperanza para muchas personas que encuentran en esta época estival un balón de oxígeno para su situación económica. Estas personas, que llegan a ser miles, abandonan las filas del paro por unos meses para conseguir el dinero que les permitirá sobrevivir durante el invierno. Detrás de una barra de un bar, en un chiringuito, en un hotel, acomodando o animando a los turistas, cocinando para ellos o vigilando por su seguridad. En definitiva, facilitando las vacaciones y días de descanso a todos aquellos que vienen a Málaga a disfrutar de la playa o las piscinas. Son oficios de verano, trabajos temporales que reactivan la economía gracias al turismo y desinflan la cifra de parados. De hecho, sólo en el mes de julio, la bajada más significativa de Andalucía se registró en Málaga, con 4.953 desempleados menos, lo que supone un descenso del 2,51% respecto al mes anterior.

No obstante, esta bajada es menos pronunciada que la registrada hace un año, ya que la crisis se agrava y según reconocen los propios empresarios del sector, la actual situación no permite crear tantos puestos de trabajo como en años anteriores, ya que no se demandan tantos servicios.

Este escenario da lugar a que algunos afortunados puedan contar con un contrato temporal, pero lleva a que muchos otros, que no corren la misma suerte, tengan que buscarse la vida haciendo gala de su ingenio y saltando a la playa para conseguir un escaso puñado de euros. Son artistas de la más diversas condición y en sus más variadas formas, vendedores ambulantes, masajistas o escultores de arena que, sin temor a las altas temperaturas, se recorren el litoral malagueño ofreciendo sus servicios. Pero todos ellos tienen la misma cosa en común: un verano en el que no disfrutarán del descanso, sino que se lo proporcionarán a otros. Estas son las historias de algunos de los «trabajadores de verano» de las playas de la Costa del Sol.

Loli Jiménez«Ya no vendo tanto en el quiosco, la gente trae todo en neveras»

Lleva 24 años regentando el mismo quisco en la playa de Los Álamos, en pleno paseo marítimo. Es el único que hay a muchos metros a la redonda y aún así, Loli asegura que sólo le es rentable abrirlo durante el verano. Es a partir de Semana Santa cuando este quiosco abre sus puertas al público, pero no lo hace al cien por cien, y es que no necesita contar con tantos productos como en los meses de julio y agosto, que es cuando más demanda hay. Lo mismo ocurre durante los meses de septiembre y octubre, que es cuando se cierra, ya que la cantidad de turistas no es la misma. «No merece la pena abrirlo en otras fechas porque no viene nadie a comprar y esto está muerto», explica. No obstante, asegura que de un verano a otro ya ha notado la recesión económica que padece nuestro país. «Antes la gente venía a comprar helados, golosinas, bebidas€, de todo. Pero ahora apenas viene gente, porque se lo traen todo de casa en las neveras para pasar el día de playa. Si un niño quiere helados se tiene que esperar a comérselo en casa y si alguien quiere un refresco o una bolsa de patatas, ya las traen ellos», cuenta. A pesar de todo, su humilde quiosco permite generar puestos de trabajo. En este caso uno, y es que Loli tiene contratada a su nuera para que le ayude a llevar el negocio.

Pepe Lozano

«No alquilo tumbonas, la gente viene con sillas o se tira a la arena con sus toallas»

Toda su vida ha estado ligada al turismo de la Costa del Sol. Lleva 20 años trabajando como hamaquero en una parcela de la playa de Los Álamos, en Torremolinos, pero antes ya fue propietario de un chiringuito a pie de playa. Mejor que nadie sabe como han cambiado los tiempos en este sector y como afecta la crisis en el bolsillo de los turistas, que a su vez afecta en la recaudación del empresario. Cada día acomoda a los turistas que llegan hasta la playa para disfrutar de un día de descanso, pero asegura que cada vez son menos. «Los clientes de toda la vida ahora alquilan menos hamacas porque ya se traen sus propias sillas y los que antes las alquilaban eventualmente ahora se tiran al suelo con toallas», cuenta. Desde que llega la Semana Santa, con la primera llegada de los turistas a la Costa del Sol, Pepe comienza la temporada. «Si hace buen tiempo nos estrenamos, sino pues nada», dice. Y así hasta octubre, que es cuando vuelve a guardar sus hamacas. «Durante el resto de meses que estamos abiertos, son los turistas del interior los que nos salvan un poco, porque vienen un fin de semana y pueden permitirse alquilar unas hamacas», explica. Pero asegura que sólo durante julio y agosto es cuando puede ganar algo de dinero con este trabajo, y que también le permite contratar a un ayudante. «Además, por la noche hay un guardia que se paga a medias entre el chiringuito y yo para que vigile la parcela y el local», explica.

Patricia Pomares«Los animadores turísticos trabajamos más en verano»

Tres años de experiencia tiene ya Patricia como animadora turística en el complejo hotelero Holiday World, concretamente en el Hotel Polynesia, entreteniendo tanto a niños, como a jóvenes y adultos. Concretamente, este hotel tienen en plantilla unos cuatro o cinco animadores durante todo el año, pero la plantilla se refuerza hasta en 17 puestos durante los meses de verano, cuando también se incrementa la programación y las actividades que se realizan debido a la gran afluencia de turistas. Asegura que durante la época estival se trabaja mucho más y los animadores tienen que irse intercambiando para dedicar su tiempo cada día a un grupo concreto. Además de los juegos y fiestas temáticas para los más pequeños y los campeonatos y las actividades deportivas para los más mayores, también realizan fiestas nocturnas para diferentes edades. Este tipo de hoteles, al ser un todo incluido, incrementa su plantilla considerablemente en los meses de verano y dependiendo de la cantidad de huéspedes que tiene o que prevé tener. Este es el caso de algunos de los animadores turísticos con los que cuenta el hotel, que durante estos meses pueden ahorrar algo de dinero para sobrevivir el resto del año.

Luis«La gente aunque esté en paro no quiere trabajar de espetero»

Todo el mundo en la playa lo conoce como Luis, aunque no es su verdadero nombre. «El mío es tan difícil de pronunciar que me han bautizado con este nombre artístico», cuenta. Lleva dos años trabajando como espetero en Torremolinos y dice que aprendió del mejor. «Me enseñó un espetero con más de 15 años de experiencia, y cuando uno tiene un buen maestro aprende bien», dice, mientras enciende el fuego para poner en la barquita el primer espeto del día. Luis cuenta que ser espetero no le viene de vocación, sino «un poco por necesidad». Toda su vida ha estado trabajando en diferentes trabajos, adaptándose a las necesidades del momento, y se ha dedicado a ser camarero, albañil, dependiente de tienda€, siempre de cara al público. Hace dos años se le presentó esta ocasión y no lo pensó. «La mayoría de la gente, a pesar de estar en paro, no quiere trabajar haciendo espetos. En este mundo todos los veranos son los mismos los que están trabajando aquí y sólo queda un puesto libre si alguno de ellos ya está mayor o cansado y decide retirarse. En ese caso alguien interesado puede sustituirle, pero los hijos o familiares no quieren hacerlo a pesar de que pueden hacerlo», explica. Pero él no se queja, pese a que no pasa un minuto sin que los camareros le pidan otro y otro plato de espetos para los clientes. En total, asegura que pueden servirse unos 12 kilos de espetos al día, ya que es lo que más suele pedir el turista. En cuanto a su trabajo, lo realiza desde mayo y hasta octubre, coincidiendo con la apertura y cierre del chiringuito. «No se trabaja igual en julio y agosto que en el resto de meses, porque la gente no viene a comer a la playa a no ser en casos puntuales o los fines de semana», puntualiza.

Jose Luis Pérez«Trabajar como socorrista me permite un respiro económico para el invierno»

Todas las piscinas necesitan un socorrista para velar por la seguridad de grandes y pequeños y su labor comienza con la llegada del calor, cuando la gente necesita compensar las altas temperaturas con un chapuzón en la piscina de su urbanización o en la del hotel que visiten. Este es el caso de Jose Luis, que lleva dos años trabajando como socorrista en el Hotel Polynesia durante el verano. Él, junto con otro compañero, son los dos socorristas que se contratan desde el mes de junio y hasta octubre para reforzar así su plantilla con tres empleados en total. Durante el invierno, sólo uno se ocupa de vigilar el baño de los turistas, ya que el número de socorristas depende de los metros de la piscina. En el caso de Jose Luis, decidió formarse para ser socorrista porque le apasiona todo lo relacionado con el agua. «En mi caso, practico todo tipo de deportes acuáticos y como se que en verano se contratan a muchos socorristas, me animé a realizar el curso. Y tuve suerte», cuenta. De esta forma consigue ganar dinero para pasar el invierno, cuando se dedica a buscar trabajo «donde sea y como sea, porque es muy complicado trabajar como socorrista durante el invierno». Pero, por lo menos, según dice, trabajar en verano le supone «un respiro económico importante» y «haciendo lo que más le gusta, como es velar por la seguridad de los demás».