Imposible que Juan Manuel Sánchez Gordillo (Marinaleda, 1952) dejara indiferente. Ni a sus fieles seguidores, ni a un nutrido grupo de simpatizantes con su causa, ni a la cuadrilla de curiosos que lo inmortalizaron con sus móviles. Tampoco se olvidaron de él los que escupieron sapos por la boca cuando lo vieron en la calle Larios y en la plaza de la Constitución, a donde llegó ataviado con la camiseta oficial del club de fútbol de su pueblo y sus inconfundibles sombrero y pañuelo palestino.

Su figura y su poder de convocatoria, engrandecidos por una cuidada imagen y por los propios medios de comunicación, quedaron ayer patentes con su esperada presencia en Málaga, retrasada por un problema en los pies que le impidió llegar a la capital caminando como el resto. «El líder ya está aquí», anunció un miembro de la organización segundos antes de que se desatara una tornado de gente que quería alcanzarlo. Tocarlo sí es una utopía gracias a la decena de personas que forma la guardia pretoriana liderada por un armario empotrado sin dotes para la negociación.

A pesar de la cara de cansancio que mostró ayer, Sánchez Gordillo vive, junto a su inseparable pañuelo palestino, una nueva juventud política desde que a principios de agosto se pusiera al frente de la marcha que el Sindicato Andaluz de Trabajadores realiza por toda la región para luchar por un mundo y una sociedad diferente a la que nos ha llevado la crisis.

En las anteriores le ha dado tiempo a ser dirigente del Colectivo de Unidad de los Trabajadores-Bloque Andaluz de Izquierdas, del Sindicato de Obreros del Campo (integrado en el SAT) y miembro destacado de Izquierda Unida. Es el único alcalde que ha tenido el municipio sevillano de Marinaleda desde que llegó la democracia y allí presume de haber conseguido hipotecas de 15 euros y de que el Partido Popular no tenga representación municipal.

También es parlamentario andaluz y profesor de Historia, entre otras cosas. Como su participación junto a otras 700 personas en una huelga de hambre de trece días en 1980 para reivindicar una regulación más justa del entonces denominado Empleo Comunitario o, cuatro años más tarde, cuando estuvo presente en un centenar de ocupaciones de la finca de un terrateniente que le llevó a conseguir «el viejo sueño de la tierra». Ahora es el líder indiscutible de «Andalucía en pie», marcha que le ha vuelto poner en bajo los focos en los que tan cómodo se siente.

Simbólicos o no, sus polémicos asaltos a supermercados, bancos o fincas han sacudido el país con un debate que incluso lo ha llevado al plató de La Noria, en la mismísima Telecinco. Además, ha conseguido ridiculizar al ministro de Interior y poner en jaque a la Policía Nacional y a la Guardia Civil en todos los municipios por los que ha pasado la marcha.