Desde que en el año 2007 la provincia tocara el cielo con aquellos casi 1.500 millones de euros que las administraciones públicas destinaron para las grandes partidas finales de obras como el AVE o el aeropuerto, la nómina de obra pública no ha hecho sino bajar, y lo peor es que nadie sabe dónde estará el fondo de una partida vital para la economía de Málaga. El año 2011 ya se cerró con un mínimo de 292 millones de euros, más de un 80% menos que en la época de esplendor inversor, y este 2012 lleva camino de cerrarse con cifras bastantes peores. De enero a junio, Málaga ha recibido licitaciones por valor de 91,3 millones, lo que arroja para el conjunto del ejercicio una previsión en torno a los 180 millones, lo que supondría un 38% de descenso respecto al ya de por sí desastroso 2011.

Según afirma el vicepresidente de la Cámara de Comercio de Málaga, Juan Cobalea, estas cifras devuelven a la provincia a niveles de inversión propios de los años 70 y 80 y, lo que es peor no son consecuentes ni siquiera con el peso que la provincia tiene a nivel poblacional dentro de España.

«Málaga representa el 3,5% de la población española pero los últimos análisis nos indican que la provincia está recibiendo sólo un 1,7% de las inversiones públicas, o sea, justo la mitad. Es un desastre total y absoluto. Parece como si Málaga hubiera caído realmente en desgracia, con temas como la paralización del metro», comenta indignado Cobalea. El responsable de la Cámara de Comercio reconoce que un periodo de crisis como el actual no es el adecuado para grandes desembolsos pero lamenta que el Gobierno y el resto de administraciones no estén aprovechando la coyuntura para, por lo menos, plantear los estudios iniciales de obras futuras y claves para Málaga como el tren litoral a Marbella, las obras hidráulicas pendientes o el propio proyecto del Guadalmedina, una vez realizado el concurso de ideas. A juicio de Cobalea, aprovechar la crisis para sentar las bases de nuevas iniciativas sería clave, ya que dejaría todo preparado para construir una vez que la situación empiece a remontar.

«La realidad es que la única obra de futuro que tiene planteada ahora mismo Málaga es el anillo ferroviario de Antequera, y no cuenta ni con el apoyo de los agricultores ni con el de la Junta de Andalucía. Parece que estamos esperando a que Europa nos diga que se lo lleva a otro lugar donde lo acojan con más entusiasmo», apunta.

Menos obras, menos empleo. Cobalea recuerda, como hacen todos los empresarios que la obra pública «no es un gasto sino una inversión», y considera que acometer nuevas infraestructuras tiene efectos tanto psicológicos como, lógicamente, económicos.

«Hay que hacer estas inversiones para no desmoralizar ni a la ciudadanía ni a los empresarios. Llevar el tren litoral de Fuengirola a Marbella sería rentable desde el principio, tanto como lo es el actual Cercanías Málaga-Fuengirola. Es posible incluso en estos momentos costear obras si se sabe que la rentabilidad va a ser inmediata», señala.

El vicepresidente de la Cámara cita también el importante volumen de empleo que genera la obra pública. La regla de oro del sector indica que por cada 1.000 millones de inversión pública al año en Málaga se mantienen unos 30.000 empleos. Esa regla de oro se rompió a partir de 2009 y las cosas desde entonces han ido de mal en peor, unidas al desplome de la actividad inmobiliaria residencial.

La construcción, que llegó a dar empleo a más de 100.000 trabajadores en los picos de actividad del boom económico, ahora emplea a unas 35.000 trabajadores y mantiene un paro por encima de las 45.000 personas. Casi 65.000 trabajadores se han quedado por el camino; bien están en el paro o han emigrado a otros sectores, según datos de CCOO. Cobalea cree que los datos de inversión pública de este 2012 hacen pensar que en los próximos meses otros 4.000 trabajadores del sector podrían perder su empleo.