El Complejo Hospitalario Integral Privado (CHIP) presentó ayer la Unidad de Cirugía Sin Sangre, que proporcionará un tratamiento integral a todos los pacientes que por motivos religiosos o inmunológicos deseen someterse a un proceso médico o quirúrgico sin necesidad de una transfusión de sangre.

Cabe recordar que los testigos de Jehová -en Málaga se estima que la cifra es de casi 7.000- rechazan las transfusiones principalmente por sus principios bíblicos relacionados con abstenerse de sangre y el uso que se le debe dar a la misma, por lo que no aceptan ser intervenidos en operaciones quirúrgicas dadas las posibilidades de necesitarlas.

Y es que aunque cualquier médico puede operar sin necesidad de trasfundir sangre, el riesgo siempre existe, por lo que muchos cirujanos se declaran objetores de conciencia. Por este motivo, el hospital CHIP ha querido incorporar la unidad, para que un paciente que no quiera o pueda recibir una trasfusión sanguínea pueda ser intervenido. Así, esta proporcionará tratamientos sin empleo de sangre apoyándose en técnicas científicas que permiten tratar la anemia preoperatoria, minimizar las pérdidas de sangre durante las intervenciones quirúrgicas o recuperar y devolver la pérdida de sangre intraoperatoria.

El coordinador de la Unidad de Cirugía Sin Sangre de CHIP, José Rivas Becerra, explica que la sangre es un bien cada vez más escaso, por lo que no está de más hacer un uso racional de la misma y además ponérselo fácil a aquellas personas que por sus creencias no desean la de otra persona. «Prevalece el principio de autonomía», asegura el doctor. Además, señala que las transfusiones sanguíneas no están exentas de riesgos como posibles infecciones, por lo que también ayuda a las personas que en su día desarrollaron alguna reacción.

El también especialista en cirugía general y del aparato digestivo destaca que cuando la unidad trate una operación urgente se emplearán recuperadores que sangre que disminuyan la hemorragia. También usarán el tratamiento con eritropoyetina, que aumentará los niveles del hematocrito y la hemoglobina reduciendo las necesidades transfusionales de los pacientes.

En el caso de los pacientes con una operación programada que tengan anemia, recibirán tratamientos de choque para que los niveles se incrementen al menos treinta días antes de la intervención.

Rivas afirma que el cuerpo humano cuenta con alrededor de cinco litros de sangre y que una operación de cadera o rodilla puede suponer la pérdida de uno, por lo que es fundamental que los especialistas del quirófano estén preparados en caso de que el paciente rechace las trasfusiones. «Es un reto que no todo el mundo está dispuesto a asumir», reconoce.

En cuanto a la recuperación de estos pacientes, el coordinador de la unidad asegura que evitando las transfusiones sanguíneas hay menor tasa de infecciones y también de problemas pulmonares. «La recuperación es lenta, pero se evitan riesgos», añade.

De este modo, durante la intervención, se hace una hemostasia exhaustiva -que el paciente coagule bien-, el anestesista lleva a cabo un control permanente y los compañeros de UCI también para cuantificar los drenajes y las analísticas junto al apoyo farmacológico. «Se necesita del conjunto de especialistas, que debe estar bien coordinado para que la pérdida de sangre sea mínima».