La innegable solidez del Ayuntamiento de Málaga, un precioso edificio inaugurado en 1919 en la entonces zona de expansión institucional de la ciudad, simboliza el punto final a muchas décadas de existencia nómada y precaria.

Durante el XIX, la sede de las Casas Consistoriales de Málaga se movió más que los precios, tras abandonar -al ser demolido el edificio- su tradicional centro de poder: la plaza de la Constitución.

Lo que siguió fue una sucesión de emplazamientos fugaces y siempre de alquiler, algunos de ellos tan poco conocidos como la calle Carretería.

Mari Pepa Lara, hasta hace unos meses archivera municipal y Antonio Garrido Moraga, exconcejal de Cultura y parlamentario andaluz, muestran por primera vez en un libro esta agitada existencia municipal en Las Casas Consistoriales de Málaga, de la editorial Esirtu, una obra en la que también hay espacio para detallar la evolución del Archivo Municipal.

Los autores, viejos amigos y compañeros de estudios, comparten además el amor por los libros «y los papeles viejos, como decía don Antonio Cánovas», apunta Antonio Garrido. Por todos estos detalles, ambos confiesan que se trata de su libro más especial y emotivo.

El pasado lunes, la obra se presentó -y en qué otro lugar mejor- en el Salón de los Espejos del Ayuntamiento, en cuyas alturas velan los retratos de malagueños ilustres, entre otros el mencionado Cánovas y el periodista Juan José Relosillas. «Para mí tiene un valor simbólico, los dos están allí unidos y eran adversarios», cuenta Antonio Garrido.

Un año de trabajo ha necesitado este libro, que aporta muchos datos desconocidos y poco divulgados sobre los edificios municipales. El primero de ellos, 15 meses después de la conquista de los Reyes Católicos, «una mezquita que es a las espaldas de la iglesia mayor» en el Postigo de los Abades.

Y de ese lejano diciembre de 1488, el paso más significativo fue el traslado a la plaza de las Cuatro Calles en el siglo XVI, hoy de la Constitución. A mediados del siglo siguiente, todavía en la plaza, se construyó el edificio que albergaría el Consistorio hasta su demolición en la década de 1860.

En principio, más de 200 años de estabilidad municipal desde el punto de vista constructivo, pero la realidad fue otra: «Las Casas Consistoriales se estaban cayendo continuamente», apunta Mari Pepa Lara, mientras Antonio Garrido señala que este Ayuntamiento de los Austrias «no creo que tuviera unos materiales especialmente buenos, y entre eso y el abrir tanta ventana para los espectáculos, aquello era un queso gruyere».

Demolido el queso de gruyere, la marcha de la plaza de la Constitución coincidió con el auge de la burguesía y el traslado del poder real a la Alameda. El Ayuntamiento, mientras tanto, fue ocupando en alquiler edificios del Centro Histórico como el antiguo convento de San Agustín, el palacio de Zea-Salvatierra de la calle Císter o un precioso edificio de calle Carretería (el actual número 84), en el que sólo estuvo seis meses, de 1898 a 1899. Como resalta Mari Pepa Lara, durante el XIX el Consistorio cambió más de diez veces de sede. Y además, con problemas para cumplir con los alquileres.

«El Ayuntamiento era muy mal inquilino, era desahuciado porque no se cobraba», indica Antonio Garrido, al tiempo que Mari Pepa Lara añade que «cada vez que se iba de un edificio alquilado, el dueño lo denunciaba porque lo había dejado hecho una pena».

El libro aporta también espectaculares planos de proyectos nunca materializados de sedes municipales, entre otros, los clásicos aires neorrenacentistas del Ayuntamiento ideado por José Trigueros en 1864 (en la portada del libro), que iba a levantarse de nuevo en la plaza de la Constitución o el espectacular Consistorio proyectado por Manuel Rivera Valentín en 1888 y que se pensaba construir en el cauce urbanizado del Guadalmedina, a la altura de Puerta Nueva, previa desviación del río.

La última parte de la obra está dedicada a la sede actual, obra de Manuel Rivera Vera (hijo del autor del proyecto de 1888) y Fernando Guerrero Strachan. Una creación malagueña con el concurso de artistas de Málaga, salvo las vidrieras, que como se estilaba entonces en Europa venían de París. «Es un edificio ecléctico, el resultado lo comparo con el trono de la Esperanza porque se fue haciendo por partes. Este Ayuntamiento tiene atlantes, maceros, bolas, elementos del neobarroco y típicamente franceses como las mansardas, así como alegorías en el frontón. Para su época fue un gran edificio», resume Antonio Garrido Moraga.

Con la sede del Parque, el Ayuntamiento sentó de nuevo la cabeza. Un apasionante viaje el de estos dos prestigiosos investigadores (y amigos) que nos guian por cinco siglos de historia municipal.