Han pasado ya casi 20 años años y la memoria apenas recuerda ya esas calles del Centro de Málaga donde uno accedía en coche y se pasaba el tiempo buscando aparcamiento. La peatonalización de Larios y la plaza de la Constitución cumple este año su vigésimo aniversario. Dos décadas que han servido para transformar el casco histórico y revolucionar el concepto de los ciudadanos, que han tomado las calles siendo eso, ciudadanos, no sólo peatones que han ganado un espacio que, por justicia, ya sí que es de todos. Y eso que al principio hubo críticas y se rebajaron las aspiraciones con un intento de semipeatonalización poco ambicioso, a tenor del éxito cosechado de inmediato, y que permitió afrontar la reurbanización de todas las calles del entorno.

Ya nadie se imagina el Centro lleno de coches. La experiencia se ha ido extendido por el Centro y ampliándose, llegando incluso a la Alameda, una frontera que hace una década parecía imposible de saltar con la peatonalización. Larios otra vez es el salón de una ciudad que eclosionó y que tiene en el proyecto del metro, una nueva oportunidad de seguir reinventándose.

Los participantes en el foro coinciden en que el influjo peatonal ha sido positivo en todos los sentidos: el Centro vuelve a ser lugar de encuentro, se ha convertido en escenario de atracción turística, ha permitido un mayor desarrollo cultural centrado en la inauguración de museos, sus calles son más habitables, están llenas de vida, de personas que vuelven a bajar al Centro a pasear, a hacer sus comprar, a ir de tapas y a cenar.

Sebastián Molinillo, profesor de Economía y Administración de Empresas de la UMA, que ha dirigido infinidad de estudios sobre comercio local, asegura que el impacto económico sobre los negocios del Centro fue inmediato, aunque es cierto que poco o nada tienen que ver las tiendas que hoy hay en Larios con las que había hace diez años. «Pero es bueno que exista savia nueva. Larios ha sido capaz de renovarse en una década», señala Javier González de Lara, el presidente de los empresarios malagueños.

La mayoría de estos negocios, si bien es verdad, son franquicias. «Empleo local, en definitiva, aunque habría que encontrar un equilibrio con lo autóctono», recomienda Molinillo.

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, recuerda cómo existían reticencias iniciales a este proyecto por parte de comerciantes y vecinos de la zona, aunque Larios fue el detonante que sirvió para iniciar una «dinámica de rehabilitación de los edificios del Centro». «Creamos un círculo virtuoso», destaca el regidor. Las obras duraron ocho meses. En este tiempo, el equipo de arquitectos redactores del proyecto, encabezados por Iñaki Pérez de la Fuente, llevaba a cabo un seguimiento bisemanal de los trabajos y de la repercusión de las obras en los establecimientos y viviendas de la calle. Desde su punto de vista, el éxito de Larios es el éxito de la implicación de todos los sectores sociales.

«Dimos un gran salto a escala cambiando la concepción del Centro e iniciando una cadena de regeneración de espacios públicos que, pese a su cercanía con Larios o con la Catedral, estaban muy degradados. Calles como Strachan o La Bolsa florecieron en menos de un año», explica.

Y eso fue, ni más ni menos, porque se creó un escenario favorable, saludable, elegante y bello. Un escenario de calidad que quebró la imagen de postergación que desde hacía años sumía al Centro en una solitaria oscuridad... y en miedo a andar por sus calles. «El Centro estaba muerto», sentencia Francisco Rodríguez Chamizo, director de Relaciones Institucionales de Cajamar en Málaga. «Era un lugar ingrato para vivir», añade González de Lara, de la CEM, que atribuye parte de la victoria de la peatonalización a que no sólo se quedó en la calle Larios, sino que se extendió, y a la colaboración público-privada, que permitió no sólo la urbanización del entorno, sino la adaptación de los negocios y la rehabilitación de los edificios, haciendo un Centro más permeable y habitable.

Y es ahí por donde hay que seguir avanzando, según Santiago Quesada, director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Málaga. «Larios fue el catalizador», insiste. A su juicio, la peatonalización debe formar parte de una estrategia para definir el modelo de ciudad, que debe dar un salto hacia «la primera periferia» constituida por los arrabales históricos, y hacer compatible las visitas turísticas con el día a día de los ciudadanos. «Me da la sensación de que quienes nos visitan disfrutan muchos más de la ciudad que los que vivimos en ella», apunta Pérez de la Fuente.

En este sentido, Francisco Moro, vicepresidente de Aehcos (empresarios hoteleros). «No hay turista que no venga a nuestros hoteles y nos pregunte dónde está la calle Larios», asegura. Y es que la principal vía de la ciudad vuelve a formar parte de la imagen de marca. Un lugar del que sentirse orgullosos, presumir y enseñar a las visitas. La zona noble. Alabada. Puede incluso más por los turistas que por los propios malagueños, acusados tantas veces de indolencia, pero en los que la queja esta presente de forma permanente. «En el debe habría que situar la limpieza del Centro», asegura Molinillo, utilizando datos de sus encuestas. «Quienes nos visitan, sin embargo, nos felicitan por lo limpio que está todo», añade Moro. «No es tanto cuestión de limpiar sino de que las calles se mantengan limpias», remata De la Torre, que reprocha las conductas poco cívicas de quienes no usan papeleras, aunque admite las críticas sobre la recogida de residuos, tras el fallido intento de hacerlo con los contenedores soterrados.

Por su parte, Carlos Hernández Pezzi, urbanista y concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Málaga, sostiene que peatonalizar el Centro, empezando por la calle Larios y la plaza de la Constitución, fue una decisión valiente que resultó ganadora, porque a su juicio, «las ciudades que arriesgan son las que ganan». Por este motivo, considera que el Ayuntamiento ahora se equivoca al rechazar la opción de que el metro discurra en superficie por la Alameda. «Se trata de una apuesta de futuro, más valiente, sabiendo que estamos en crisis. Es una oportunidad de aplicar el mismo coraje de hace diez años con la peatonalización», sostiene Hernández Pezzi, que

Los demás expertos reunidos opina lo contrario, es decir, que en la actual coyuntura es mejor llevar a cabo «actuaciones blandas» que estar a favor de soluciones «duras, atrasadas, sobrepasadas y que además no se pueden hacer». De ahí que abogue por el modelo mixto que representaría el metro subterráneo hasta el puente de Tetuán y el tranvía por el Centro hasta La Malagueta.

El resto de la mesa no comparte esta visión. Quizás, el presidente de los empresarios se posiciones a favor, «pero más por una cuestión práctica». Aunque en principio entiende que el metro debe ir bajo tierra, «no desecharía otras opciones, porque si no, no se va a hacer», prevé.

Pérez de la Fuente considera que la Alameda, en la actualidad, ya constituye una frontera. La califica como una «autovía» y recuerda que hasta los años 30 del siglo pasado, la Alameda era un paseo que ahora aísla al Ensanche de Heredia «que es también Centro» del resto. Santiago Quesada también cree el metro en superficie, como preconiza ahora el Gobierno andaluz, se erigirá de barrera. Por eso, aunque las circunstancias económicas no sean las más favorables, opta por el metro subterráneo. «¿Cuánto cuesta la identidad de una ciudad?», se pregunta.

El alcalde, Francisco de la Torre, no parece dispuesto a aceptar pulpo como animal de compañía. De hecho, recurre a la definición para defender el metro bajo tierra, «como estaba consensuado y proyectado desde hace años». Francisco Rodríguez Chamizo va más allá y querría que el Ayuntamiento retomara el proyecto que en su día planteó de soterrar todo el tráfico. «La Alameda ya está suficientemente tomada por los autobuses de la EMT».

Del mismo modo, el representante de los empresarios hoteleros no considera que para poder extender el modelo peatonal a la zona sur del Centro Histórico lo más acertado sea construir un metro en superficie, «que no haría más que provocar una nueva cicatriz que habría que sumar a la que ya representa el río Guadalmedina». Francisco Moro está convencido de que en el futuro la ciudad se arrepentiría de esta inversión y tendría que afrontar otra para ponerlo bajo tierra. «No pasarán más de 20 años».

El metro-tranvía, aunque fuera un medio de transporte amable, sería un lastre para el proyecto del Soho, «que espero que no se desinfle antes de empezar», indica Sebastián Molinillo. Y es que puede que se haya iniciado de forma precipitada el marketing de una zona que aún adolece de todos los ingredientes para convertirse en referente de calidad. «Me preguntan por el Soho y todos se llevan una gran desilusión», indica Rodríguez Chamizo.

Hernández Pezzi pide que la ciudad se replantee el metro para su propio beneficio, «sabiendo que estamos en crisis». De la Torre reitera que un tranvía no es un metro, que en el caso de Sevilla son complementarios, pero que en Málaga debe acometerse como estaba previsto, hasta La Malagueta y más al este... Intercambiador en la Marina, incluido.