Inglesa de Lincolnshire -el mismo condado en el que nació Isaac Newton- Sylvia L. Hilton añade a su buen humor británico una afabilidad en la que quizás influyan los 43 años que lleva viviendo en Madrid. Acudió a la capital de España a estudiar a finales de los 60, pero conoció a su futuro marido, profesor de Literatura Española, y hoy se siente «madrileña del todo».

Catedrática en la Complutense de Historia de América (ella precisa, es el continente, no sólo EEUU), ayer impartió una conferencia sobre Bernardo de Gálvez y su relación con los pueblos indígenas de Norteamérica, invitada por la Asociación Bernardo de Gálvez.

Para la catedrática, la tardanza en descubrir y dar a conocer la figura de este militar que apoyó, siguiendo las órdenes de España, a los insurgentes americanos, es la tónica general. «No tenemos buenas biografías de casi nadie, de los grandes españoles que ha habido y no me refiero a Cortés y a Pizarro», sostiene, aunque también recuerda que en España hay magníficos investigadores americanistas.

A juicio de la historiadora, el papel que jugó Bernardo de Gálvez en la Guerra de Independencia americana fue «fundamental» y lo describe como un militar «ambicioso, valiente, de arrojo, quizás demasiado intrépido e impulsivo, pero para un militar hay momentos en que eso es una virtud muy grande».

Silvia L. Hilton habló en su charla de una etapa poco conocida de quien luego sería el último virrey de México: la lucha del joven Bernardo de Gálvez contra los apaches en unas fronteras de Nueva España jalonadas de presidios: «Además de funcionar como fuertes, tenían también la función de un futuro pueblo, una comunidad en la que estaban las mujeres que podían tener los soldados pero poco a poco, el carpintero, el herrero, el artesano y el comerciante».

Y aunque el militar malagueño tuvo el apoyo de su tío, José de Gálvez, «luego tenía que salir a caballo con los soldados y enfrentarse a aquel mundo». De la lucha contra los apaches el de Macharaviaya dejó unas notas y reflexiones que la profesora califica de «muy interesantes» por su frescura: «Él va escribiendo como a vuelapluma, siente lo que dice y, como lo siente, a veces se contradice».

Uno de los muchos cargos de Gálvez fue, por cierto, gobernador de La Luisiana. Para la catedrática, el barrio más famoso de Nueva Orleans, llamado barrio francés, bien podría llamarse barrio español, «porque hubo un incendio muy grave en el 88 y se reconstruyó en época española», aunque también precisa que la población «era la que era», es decir, francesa. Porque, como buena historiadora, Sylvia L. Hilton matiza todas sus afirmaciones.

A la hora de hablar de Gálvez y su trato con los nativos, destaca que «distinguía entre unos y otros indígenas, pero no porque no los valorase como hombres o como fieles o valientes, tiene muchos escritos en los que va diciendo las bondades de los apaches, sus enemigos».

Y regresan los matices, porque, insiste la catedrática, aunque la visión de los indígenas de los imperios español e inglés difiere totalmente, una cosa son las leyes y otra las personas que las apliquen.

Admitido esto, y en el plano teórico, la profesora Hilton señala que el punto de vista de España «es una visión integradora, se busca integrar al indígena en una sociedad nueva, indiana hispanizada». A su juicio, «una política que va muy por delante de su tiempo, como una visión de la sociedad multiétnica que tenemos hoy».

Por contra, la visión inglesa es «excluyente y su frontera no avanza para incluir sino que va empujando y barriendo. No tiene sitio para el indígena».

Mientras habla, la americanista no deja de sonreír y uno no sabe si se debe a la herencia de Lincolnshire o a la madrileña.