Para que nadie se llame a engaño, aclaro desde ahora que no voy a hablar de la infancia de Jesús de Nazaret directamente, sino del reciente libro de Benedicto XVI, que lleva por título La Infancia de Jesús, y que está en las librerías. Creo necesario recordar que el contenido de la obra no es un acto de Magisterio, sino de un estudio de Teología. Esto quiere decir -lo recuerdo para las personas poco o nada iniciadas en el lenguaje de la Iglesia- que el valor de sus afirmaciones se basa en los argumentos que da el autor, no en el cargo que ocupa. Como dice el mismo Papa, en el prólogo de su primera parte sobre Jesús de Nazaret, publicada el año 2007, «este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal del ´rostro del Señor´. Por eso, cualquiera es libre de contradecirme». Sus afirmaciones y conclusiones tienen el valor de los argumentos que aporta este fino y preparado intelectual, que hoy ocupa el ministerio de «Maestro supremo de la Iglesia»-

Para hablar de la infancia de Jesús, Benedicto XVI centra su todo estudio en la sagrada Escritura (y en los estudios de los especialistas), que debe ser leída y analizada dentro de la Tradición. De una manera especial, en el evangelio según san Mateo y en el evangelio según san Lucas, que son los únicos que hablan de la infancia de Jesús. Lucas se centra en la figura de María y seguramente en sus recuerdos. Entre otras cosas, narra la anunciación del arcángel san Gabriel y la visita de María a su prima. Por su parte, Mateo aborda el tema de la infancia desde la óptica de san José: sus dudas al ver que María está embarazada; su decisión inicial de abandonarla en secreto, sin denunciarla; su cambio de actitud y el motivo de la misma; el por qué de salir huyendo de Belén€ Cada uno de los evangelistas se fija en un personaje (Lucas, en María; y Mateo, en José) y centra su atención en determinados acontecimientos.

Durante buena parte del siglo XX, y especialmente entre las dos grandes guerras, se estudiaron a fondo los cuatro evangelios, con la ayuda de los métodos históricos más agudos y críticos. Por mi parte, no conozco ningún libro «de historia» que se haya visto sometido a un estudio tan concienzudo y tan profundo. Aunque no es el momento de presentar los resultados de tales estudios, podemos decir sin rubor, como conclusión muy fundada, que, gracias a los evangelios, conocemos lo esencial de la personalidad, los dichos y los hechos de Jesús de Nazaret. Es una persona histórica, que existió, murió en la cruz condenado por el procurador romano Poncio Pilato, en tiempos del emperador Tiberio, y a los pocos días sus discípulos comenzaron a proclamar que había resucitado, que estaba vivo y que ellos eran testigos, porque le habían visto en diversas ocasiones.

Pero la mayoría de los estudiosos protestantes, y algunos católicos que han usado estos métodos, habían llegado a la conclusión de que todo lo relativo a la infancia de Jesús es una construcción de los evangelistas realizada a la luz de la Escritura. Para entendernos, que no sabemos si la anunciación de Jesús es un hecho histórico, ni si Jesús nació en Belén, ni si vinieron unos Magos de Oriente€ Todo eso, sin que digan que es una leyenda, sería la manera en que se lo imaginaron los dos evangelistas que hablan de la infancia de Jesús. Para ello, se habían basado en el Antiguo Testamento.

Benedicto XVI, como teólogo profundo y bien informado, había abordado ya esta cuestión unos años antes de ser elegido Papa, y había escrito páginas de gran hondura y solvencia intelectual. Para ello, también él había seguido los métodos más modernos y más críticos. Ya Papa, no abandonó el estudio de esta cuestión y siguió trabajando en su antiguo proyecto. El último libro que ha publicado recientemente es la conclusión de sus trabajos sobre Jesús de Nazaret. Y lo que el teólogo Joseph Ratzinger -así firma su obra- nos dice es que el análisis sobre los relatos de la infancia de Jesús, que ofrecen san Lucas y san Mateo son básicamente históricos: sucedieron realmente. Para llegar a esta conclusión, analiza paso a paso los diversos episodios que narran los evangelistas, y lo hace a la luz de la Escritura y de lo que han dicho los mejores expertos católicos en el estudio de la misma, especialmente del nuevo Testamento.

Algunos se han fijado en cuestiones secundarias y un tanto folclóricas. De todas formas, se pueden seguir poniendo en el Belén la mula y el buey, como han hecho tradicionalmente los belenistas. Estas figuran aluden a un texto de Isaías (1, 2-3), en el que se dice: «Conoce el buey a su dueño y la mula el pesebre de su amo».

La presencia de ambos animales se convierte en una crítica a la cerrazón de los hombres, que no reconocen a su Señor cuando llega. Por otra parte, sobre la procedencia de los Magos, el Papa dice que «la promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres hasta el extremo Occidente (Tarsis-Tartesos en España), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes entonces conocidos».

El verdadero problema que plantea Joseph Ratzinger, además de la historicidad de Jesús de Nazaret y de los dos relatos sobre su infancia, es: ¿quién es realmente Jesús? ¿De dónde viene? Con sus misma palabras: «Lo que Mateo y Lucas pretendían, cada uno a su propia manera, no era tanto contar ´historias´ como escribir historia, historia real, acontecida, historia ciertamente interpretada y comprendida sobre la base de la Palabra de Dios». Y a través de esta historia que nos cuentan, quedan claras dos cuestiones. La primera, que parecía que el origen de Jesús no encerraba ningún misterio. «Se sabe muy bien quién es Jesús y de dónde viene. Es uno más entre nosotros (€) La normalidad de Jesús, el trabajador de provincia, no parece tener misterio alguno».. Y la segunda, que «lo que pretenden los cuatro evangelios es contestar a estas preguntas (¿Quién es realmente Jesús? ¿De dónde viene?). Han sido escritos precisamente para dar una respuesta». Aunque será Juan el que responda de una manera más explícita, en el prólogo de su evangelio, cuando dice: «En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios€ Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros».

Pero la Teología, como la sagrada Escritura, no se limita a sacar conclusiones y a informar, sino que intenta, al mismo tiempo, provocar e interpelar al lector. Para ello, Joseph Ratzinger nos va alentando a seguir detenidamente sus razonamientos rigurosos y, con la inteligencia emocional, la única que nos ayuda a conocer en profundidad a una persona, acercarnos a Jesús de Nazaret. A la luz de análisis muy profundos y muy sólidos, nos induce a preguntarnos: Y esta historia de Jesús, ¿en qué medida nos afecta hoy a cada uno de nosotros? Pero sólo una lectura crítica y atenta de su libro nos puede dar la respuesta.

Juan Antonio Paredes Muñoz es Doctor en Teología