Muchos habían perdido la fe. Otros simplemente esperaban, más por necesidad sentimental que por convicción en el rumbo de la historia. Con los rostros visiblemente transformados por la emoción, decenas de familiares acudieron ayer a la explanada del cementerio de San Rafael para asistir a un momento arrebatado durante décadas por la impenetrable necedad de la dictadura: la colocación de la primera piedra de un monumento destinado,al mismo tiempo, a servir de homenaje y de sepultura digna para los miles de fusilados en la Guerra Civil y en el franquismo.

Después de treinta años de restauración de la democracia, los restos de las víctimas -alrededor de 4.400, de las que han sido exhumadas un total de 2.840- descansarán por fin en nichos individuales, aunque agrupados, por deseo de los familiares, en un panteón subterráneo incrustado en el mismo monumento. La construcción, una pirámide de ocho metros de altura ubicada a apenas una decena de pasos de las fosas comunes, servirá de corazón para un conjunto funerario consagrado a la memoria de uno de los episodios más oscuros de la ciudad; el cementerio de San Rafael fue el mayor campo de exterminio del franquismo, con un recuento constante de fusilamientos que abarca hasta 1954.

«Nunca hemos querido abrir heridas, sino obtener justicia para todas las víctimas. La pena es que muchos de nuestros compañeros no han podido vivir este momento», señala Francisco Espinosa, de la Asociación contra el Silencio y el Olvido por la Memoria Histórica.

El panteón contará en una de sus caras de mármol con los nombres cincelados de todos los fallecidos. Además, se reservará espacio suficiente para honrar a las víctimas cuya identidad pudiera revelarse a partir de nuevas investigaciones.

El monumento entronca con la última fase de la investigación llevada a cabo en el cementerio. La idea de los familiares, que el Ayuntamiento intentará financiar a través de fondos europeos, es reservar una parcela contigua a la pirámide para habilitar el llamado parque de la memoria. El Consistorio, a petición de los familiares, se ha comprometido también a no derribar la tapia del recinto, ennegrecida todavía por la huella de los fusilamientos. El panteón, diseñado por la Gerencia de Urbanismo, supone una inversión de 220.000 euros, aportados por el Gobierno (100.000), el Consistorio (80.000) y la Junta (40.000). Las obras, en principio, estarán listas en mayo. Será entonces cuando se inicie el traslado de los restos, custodiados en Parcemasa.

Un modelo de madurez en España. Envuelto en un enjambre de banderas republicanas y con políticos del resto de partidos. La imagen del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, del PP, durante su intervención en el acto de ayer en San Rafael, refleja la ausencia de polémicas y el respaldo unánime que ha recibido el proyecto de la Asociación por la Memoria Histórica desde que se empezó a reivindicar la exhumación de los restos.

A diferencia de otros puntos de país, Málaga, en esta tarea, ha sido modélica. «Es un honor hacer todo este trabajo para dignificar a las víctimas», sentenció ayer De la Torre. Junto a él estaban el responsable de Memoria Histórica de la Junta, Luis Naranjo, y el delegado del Gobierno andaluz, José Luis Ruiz Espejo, así como los familiares y nombres propios de la investigación; José Dorado, presidente del colectivo, Francisco Espinosa, los arqueólogos Andrés Fernández y Sebastián Fernández, decano de Filosofía y Letras en la UMA.