­El sábado 17 de noviembre la ciudad de Málaga demostró no haber aprendido buena parte de la lección de las inundaciones de 1989. Se repitió la historia y volvió a constatarse una alarmante falta de previsión de las autoridades. Aunque pocas ciudades hay en Europa que puedan aguantar, en cuatro horas, más de 112 litros por metro cuadrado, que es una cuarta parte de lo que llueve en todo el año en la capital. O para que se vea de otra manera: en dos días cayó del cielo todo el agua consumida en verano en Málaga. Por cierto que la manta de agua fue aún mayor en los Montes, donde cayeron 135 litros por metro cuadrado, destrozando muchos carriles.

Fue una intensa tromba mañanera combinada durante algunos minutos con granizo que transformó muchas partes de la ciudad en una extensa laguna, hasta el punto de animar a algunos piragüistas a internarse a remo por las calles del Centro o por el paseo marítimo de Pedregalejo. La Policía Local, los Bomberos y los Servicios Operativos del Ayuntamiento tuvieron que atender más de 300 incidencias, aunque no hubo daños personales. Entre las actuaciones, el rescate por parte de la Policía Local de una pareja de ancianos en la zona de Los Corazones, que quedó atrapada durante media hora en su coche, junto al puente que lleva a la Clínica El Ángel, donde el agua superó el metro de altura. Además, los bomberos tuvieron que sacar a una pareja de mendigos que se encontraba bajo un puente en el Guadalmedina.

Balsas de agua, arroyos desbordados, garajes y colegios inutilizados...una de las barriadas más afectadas fue Los Asperones, en la que una veintena de familias tuvieron que ser desalojadas. La avenida de Andalucía también se convirtió por unas horas en navegable, con una impresionante imagen del Corte Inglés rodeado por las aguas.

En Parque del Sur, la poblada barriada de Ciudad Jardín, el arroyo Aceiteros se abrió paso arrastrando piedras y dañando coches. Tampoco se libró de las aguas el Hospital Clínico, en particular la zona del laboratorio. En la zona Este, en concreto en El Limonar, un barrio en el que su arroyo, el de La Caleta, transcurre al mismo nivel que la calle en algún tramo, las aguas se extendieron con furia, irrumpiendo por varios frentes en el colegio Madre Asunción.

Tras la tempestad no vino la calma sino la lluvia de críticas y también de soluciones. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que pidió al Gobierno la entrada de la capital en el decreto de ayudas reservado para catástrofes naturales, propuso la construcción de una presa en la parte alta del Limonar para frenar la crecida de los arroyos. Por su parte el delegado de Medio Ambiente de la Junta, Javier Carnero, culpó al Ayuntamiento del desbordamiento de los arroyos, porque las redes pluviales vertieron agua a estos. Los expertos consultados por La Opinión hablaron de la deficiente red pluvial, el exceso de urbanización y la falta de vegetación. Veinte días antes de la tromba, el periódico publicó un reportaje sobre la selva de árboles formada en el cauce del arroyo de La Caleta desde hace años. Nunca llueve a gusto de las administraciones.