La aparición de este jardín en esa calle eternamente terriza y dejada que es Arroyo Aceiteros en Mangas Verdes causa la misma sensación que un oasis sahariano, aunque recuerde a los jardines de un pujante club de golf.

Francisco Domínguez y un amigo descansan en uno de los tres bancos de hierro forjado de esta zona verde, que cuenta con una fuente central, bebedero para animales y hasta una roca bajo la que se resguardan dos imágenes de la Virgen.

«Ahora estoy disfrutando más este jardín porque estoy en paro, esto lo he ido haciendo cuando salía de trabajar, por las tardes y los fines de semana», cuenta Francisco, de 57 años. Hace once años él y su suegro, Juan Hurtado, ya fallecido, se pusieron manos a la obra para crear de la nada uno de los jardines más bonitos de Málaga. Aunque no es que no hubiese exactamente nada, de hecho Francisco Domínguez cuenta que «hasta que no le metimos mano, esto era una zona con hierba, la gente tiraba la basura, aparecieron ratas y también había escombros».

Catalogada como zona verde, no se ha convertido en realidad hasta el trabajo conjunto de suegro y yerno, que trabajaba en la empresa de la construcción Cospel. Y aunque, todo hay que decirlo, las obras del futuro jardín levantaron las suspicacias municipales, pronto se disolvieron. «Me traje máquinas de la empresa e hicimos el bancal, apareció la policía preguntando que qué pensábamos hacer aquí, le dije que un jardín y los policías se ofrecieron para traernos de un vivero cercano unos pinos», recuerda Francisco con una sonrisa. Aparte de esos pinos, hoy altos y lustrosos, y los tres bancos de hierro forjado, obsequio de la asociación de vecinos de Mangas Verdes, el resto del parque ha salido de su bolsillo y su trabajo, comprando árboles y plantas en viveros, o dejando a su suegra que cuide unas palmeras en macetas que ya han sido trasplantadas al parque.

«La tubería del agua, que la coge de Monte Dorado, la compré yo engañando a mi mujer con los dineros», bromea. También ha costeado la fuente -que funciona a la perfección- y el sistema de riego y de sus manos salió un artístico murete de rocas de un tamaño respetable, «que las traje en carro de un cerro cercano».

El cambio ha sido tan espectacular, que se ha convertido en uno de los rincones más bonitos del barrio, a los pies del nuevo auditorio de los verdiales.

El Ayuntamiento reconoció hace un par de años la labor desinteresada de los dos parientes con una placa. El suegro, Juan, pudo disfrutar del jardín hasta hace un año, cuando falleció, pero Francisco, que reconoce que nunca había estado parado y ya lleva tres años sin trabajo, sigue trabajando a fondo para mantenerlo y no deja de hacer nuevos planes.

«El parque está más extendido, en esa zona que es toda de rocas he plantado cactus», muestra, mientras explica que, por ese suelo rocoso, ha necesitado de martillo mecánico para poder plantar algunos árboles.

También tiene planes para la parte más próxima al Arroyo Aceiteros, donde ya asoman algunos chopos. «Voy a plantar una línea de chopos y le meto el goteo para crear una pantalla y así no se ve la carretera, porque el chopo crece muy deprisa», detalla.

Francisco, Paco para los amigos, cuenta con su propio abono orgánico que almacena y fabrica para que este antiguo basurero en Mangas Verdes siga siendo el lugar de disfruta de los vecinos, sin olvidar a las tórtolas ni a los jilgueros, que reponen sus fuerzas en un bebedero.