Seis meses después no consigo hacerme a la idea. Debo reconocer que he necesitado de cierto tiempo para dejar de preguntarme por qué. En muchas ocasiones, demasiadas, he intentado organizar mis sentimientos, ponerlos en orden y establecer prioridades para llegar a transmitir el verdadero significado que nos arroja tu repentina marcha. ¡Qué ingenuo!, ¿no? Quizás, fruto de la crispación por lo vivido o dejado llevar por la sin razón del fatal desenlace, no había reparado en que la sencillez de tu persona, la generosidad de tus trazos y el valor de tus decisiones no podrán ser nunca recogidos en un frívolo manuscrito. Una vez roto el corazón, lo único que puede calmar el dolor es el legado de las enseñanzas recibidas. Hoy he llegado a comprender, que tu doloroso adiós maquilla un reconfortante mensaje de esperanza.

Esperanza, sí. A las puertas de una nueva Semana Santa, veo florecer en los que son mis hermanos el relevo natural de los que tanto echaremos de menos. Una generación de formados cofrades llama a la puerta de la historia contemporánea de nuestras hermandades y cofradías. Con un necesario y sincero espíritu autocrítico a sus espaldas, y con muchísimas horas de vuelo en el arte sentir, vivir y transmitir su verdadera vocación como cofrades, los «niños de Internet» marcan ya la hoja de ruta en el crecimiento y regeneración de nuestra semana de pasión.

Tomar el testigo, ésa es la clave. Atrás quedan manidos debates sobre el cómo y el por qué los jóvenes debían incorporarse a la vida de las cofradías. Prejuicios aparte, podemos comprobar cómo casi todos los sectores que componen la vida diaria de nuestras cofradías están revitalizados e impulsados por cofrades de segunda generación. Por desgracia, existen aún parcelas a las que esta juventud no ha podido hincarle el diente; cuestión de tiempo.

No diré ningún nombre aunque todos podáis ponerle cara a mis palabras. Eso sí, se acabó el vivir amparados en la inexperiencia e inmadurez que se nos presupone. Ha llegado el momento de tomar el testigo sin tambalearse ni perder el paso. Es nuestro momento. El árbol de la sabiduría da de nuevo fruto. Brotes verdes para una de las comunidades cristianas más arraigadas en la vida diaria de nuestra ciudad. Pongamos en juego vuestras enseñanzas.

*Pedro Pérez es maestro y cofrade