La Semana Santa en la década de los cincuenta del pasado siglo estuvo marcada por una difícil situación económica de las cofradías, a pesar de contar con pleno apoyo institucional. Con pocos medios se pretendía recobrar el esplendor de las suntuosas procesiones de la década de los veinte. Se avanzaba poco a poco, pero se avanzaba. Se organizaron concursos de fotografías por la revista La Saeta, con la participación del Ayuntamiento y la Diputación en la dotación de los premios; y de saetas organizado en colaboración con Radio Nacional, teniendo en 1954 un gran éxito. Igualmente se intentó en esos años impulsar un museo de las cofradías en la ruinosa iglesia de la Merced, intento que no fructificó.

Como en los años veinte, se buscaba relevancia a nivel nacional, realizándose acciones como el encargo de los pregones a personalidades relevantes muy vinculadas al Régimen, la presencia del NODO, las retransmisiones por Radio Nacional de España en Madrid (centrándose en la procesión del Mutilado), o las visitas ilustres como la de Carmen Polo. Por cierto, se cuenta que un hermano mayor, al pedir la venia, la golpeó con el capirote y salió rodando por las escaleras de la Tribuna, todo ello entre el estupor general por lo «inapropiado» del accidente. La consecución de la buscada relevancia exterior tuvo su hito en la galardonada película del año 1957 Amanecer en Puerta Oscura, mostrando a nivel internacional la liberación del preso por Jesús El Rico.

La fisonomía de la ciudad era otra, siendo en las barriadas o calles más populares donde las procesiones «cobran su auténtica gracia», como se decía en el Apasionado itinerario para forasteros de La Saeta en 1951. Se indicaba que donde el paso de las procesiones tiene más honda emoción es en las calles tortuosas, estrechas, escasamente alumbradas por los viejos y nobles faroles de gas; formadas por casas de escasa altura, calles en que la cal es el principal elemento decorativo. Se destacaba en la prensa la salida de las Penas desde la calle Granada; la despedida que le tributaba el barrio del Perchel a la Humillación cada Martes Santo, como al Prendimiento cuando salía de la iglesia del Carmen; el paso del Rocío por Lagunillas o de Zamarrilla por la Trinidad; y el Cautivo con sus miles de penitentes y dejando notas para la historia, como cuando en 1957 el trono del Señor, al pasar por Méndez Nuñez, varió su recorrido hasta el número cuatro de la calle Comedias, donde vivía una hermano de la cofradía que se encontraba enfermo.

Los cruces constituían una nota singular. Mena y Esperanza se encontraban en la Alameda al discurrir ambas por la vía central, al igual que sucedía con Humillación y Sentencia; memorable el cruce de esta última con el Rocío en la Merced, ya en el regreso.

En esta década se intentó paliar el eterno problema de la lluvia, acordándose en 1955 que si alguna cofradía no podía salir por esa causa lo podía hacer en la tarde siguiente, procurando no entorpecer a las de la noche. Se plasmaba así algo que ya se hacía, como el Cautivo cuando salió el Martes Santo de 1954.

Los portadores eran asalariados, salvo excepciones como Estudiantes, que incluso en 1957 tuvo que ampliar los varales por la gran cantidad de peticiones; o el Sepulcro, portado por hombres pagados y por hermanos de la cofradía. Polémica la que se suscitó en el seno de la Agrupación al denunciarse que Mena, Expiración y Esperanza pagaban a los hombres de trono más de lo estipulado, con el perjuicio que ello causaba a las demás. Disputas que no ensombrecían la relación entre las cofradías caracterizada por la cooperación, como se mostró en la ayuda prestada al Sepulcro en 1955 cuando parte del trono de la Soledad fue robado junto con otros enseres.

Sin embargo, las relaciones con el obispo Herrera Oria no fueron fáciles en esa década. Fueron sancionadas varias cofradías, prohibiéndose incluso la salida de Gitanos y Viñeros; el castigo a la Esperanza a salir la primera el Jueves Santo. El obispo emitió en 1956 la pastoral Sobre las procesiones de Semana Santa y el Nuevo Orden Litúrgico, en la que se calificaba a algunos desfiles de espectaculares e irreverentes, criticando los retrasos en las llegadas de madrugada que originaban deplorables escenas callejeras. Por último, les pedía que se intensificaran los actos litúrgicos y de caridad, si bien las cofradías malagueñas realizaban ya una amplia labor social centrada en el reparto de ropa y alimentos o evitando desahucios de familias pagando el alquiler. Ayer como hoy estaban cuando se las necesitaba.

@nosoloalameda