Viñeros ha decidido que celebrará sus cultos cuaresmales en la iglesia de los Mártires, debido a que aún no han recibido la necesaria autorización por parte del Obispado para regresar a su sede canónica, la iglesia de la Aurora y Divina Provincia (las Catalinas), tras las obras de segregación del templo y el convento de las dominicas, después de que se fueran las monjas. La sacramental trasladó a sus imágenes a la parroquia el pasado mes de mayo y a pesar de que hace semanas que se cegaron las puertas que unen el convento con la iglesia, aún no ha recibido el permiso para poder volver.

El hermano mayor, Miguel Ángel Campos, fue tajante a la hora de señalar que «aún no hay nada», sólo el compromiso del Obispado de que la situación se resuelva «lo antes posible». La cofradía confía en que el permiso llegue antes de Semana Santa, para que el cuerpo de nazarenos de la procesión pueda salir de su sede canónica.

La Cuaresma avanza de forma inexorable y los cultos de la cofradía estaban pendientes de la decisión final del Obispado, así que, pase lo que pase a partir de ahora, Viñeros celebrará el triduo en honor de sus sagrados titulares los próximos días 14, 15, 16 y 17 de marzo, en la iglesia de los Mártires y junto a la archicofradía de la Pasión. Campos anunció que el miércoles mantendrá una reunión con el hermano mayor de la Pasión y con el párroco de los Mártires, para acordar la forma en que se celebra el triduo (la Pasión tiene quinario) y si las imágenes continúan en la capilla de la Virgen del Carmen, como hasta ahora.

El 17 de marzo, Domingo de Pasión, será la función principal y por la tarde, la cofraría llevará a cabo el traslado de sus sagrados titulares hasta sus tronos procesionales, también desde los Mártires. «Y espero no tener que volver más», señala Miguel Ángel Campos.

El Obispado ha asumido la propiedad de la iglesia tras la marcha a Antequera de la última de las religiosas dominicas que quedaba en el cenobio. El convento, sin embargo, sigue siendo propiedad de la orden, que tiene la intención de venderlo para que sea convertido en un hotel. De ahí que haya sido necesario eliminar las comunicaciones que existían entre ambos edificios.

La hermandad de Viñeros aspiraba a convertirse en propietaria. De hecho Campos sostiene que las monjas «antes de darle la iglesia al Obispado tenían que haber firmado un contrato en usufructo con nosotros, tras 50 años allí».