En su lengua, los bereberes del sur de Marruecos son conocidos como los amazigh, los hombres libres. En 2010 cambió las inmensas montañas y el cielo azul del Atlas por Málaga y lo hizo por amor. Desde 2007 llevaba casado con Elizabeth, una francesa que trabaja como profesora en el Liceo Francés de Málaga y no fue hasta 2010 que logró los papeles para irse a vivir a España.

Moha Ghazi, de 35 años, y Elizabeth se conocieron cuando él trabajaba de guía turístico en el sur de Marruecos, ocupación que de vez en cuando le lleva a su país de origen, ocasión que aprovecha para visitar a sus seis hermanos.

Moha es un bereber nacido en un pueblo del Atlas de 45 habitantes, a cuatro horas del desierto y aunque habla perfectamente bereber -la lengua de los primeros habitantes de Marruecos, anteriores en muchos siglos a los árabes­- no la lee ni escribe porque bajo Hassan II no se permitía estudiar esta lengua, con un precioso alfabeto, documentado por vez primera en el siglo III antes de Cristo. «El bereber lo he aprendido en familia y sólo desde hace tres o cuatro años, con Mohamed VI, la gente lo está aprendiendo en la escuela», cuenta.

El hijo de la pareja, Idir, que tiene 5 años y asiste al Liceo Francés de Málaga ya habla bereber, mientras el matrimonio se comunica en francés. Pero Moha, que vive con su familia en El Palo, ha querido sumergirse en la enseñanza del español y dejar atrás la sensación de los primeros días en Málaga: «Me levantaba por la mañana y estaba perdido, me iba a la calle, escuchaba a la gente y no entendía... ahora tengo amigos aquí y es mejor», cuenta.

Su experiencia como guía turístico le ha llevado a mostrar a turistas españoles y franceses el sur de Marruecos más desconocido: «El desierto, las montañas, las playas, dormir en tiendas y comer cus cus... la tradición».

Mientras ofrece whisky bereber -té caliente de un color parecido al brebaje escocés, ideal para combatir altas temperaturas- cuenta que está volcándose en los idiomas para encontrar un trabajo en España. «Mi mujer trabaja y yo aquí, en la casa, me aburro, necesito trabajar», confiesa.

Desde hace un par de años asiste a clases de español en la Escuela Oficial de Idiomas y también gracias a la Cruz Roja. Además, siempre tiene a mano su diccionario de inglés porque quiere familiarizarse con esa lengua que considera necesaria.

Por su experiencia en Marruecos, a Moha le gustaría trabajar en cualquier modalidad relacionada con el turismo. «Tengo también mucha experiencia en cocina marroquí y además de camarero de hotel, pero también puedo trabajar de jardinero», cuenta.

En este tiempo, ya ha empezado a enviar currículum, «pero ahora mucha gente trabaja con la familia y con la crisis no hay trabajo; para los españoles es muy difícil y para los extranjeros mucho más», resume.

El joven bereber intentó hace poco participar en la campaña de la fresa en Huelva pero después de cuatro días de espera, la persistente lluvia acabó con sus esperanzas.

En su pueblo natal, cuenta, no faltan nunca ni agua ni comida gracias a los camellos. Es el único de sus hermanos que se ha buscado un nuevo horizonte en Europa y aunque admite que echa de menos Marruecos, prefiere vivir en España.

Armado de diccionarios y de paciencia, Moha Ghazi es consciente de lo complicado de la crisis pero también de que su futuro y el de su familia están en Málaga, por eso, este portador de una cultura milenaria se muestra optimista. Más tarde o más temprano logrará un trabajo.