Montar en bicicleta supone un magnífico ejercicio cardiovascular que fortalece el corazón y es un medio de transporte sostenible por el que últimamente apuestan las grandes urbes, a las que les cuesta trabajo respirar con tantas emisiones de CO2. Málaga se ha llenado de carriles bici en los últimos años, aunque algunos no se llenan porque, en realidad, conducen a ninguna parte. Antonio Navas es un malagueño que lleva 25 años pedaleando y que el martes por la mañana fue multado por ir a la terrible velocidad de 20 kilómetros por hora en su bici. Una sanción que le indigna porque la considera ridícula.

Según su testimonio, se dirigía al Cerrado de Calderón por el Paseo Marítimo Pablo Ruiz Picasso. Había quedado a tomar café con un amigo recién llegado de China, «que me iba a contar sus aventuras laborales». «Pensé en ir en coche, pero hacía muy buen día y decidir coger la bici», explica. En el paseo marítimo no hay carril bici, así que subió a la acera. Cuando iba por la altura de El Morlaco, «en una recta suficientemente ancha y sin peatones, porque era aún temprano», recuerda, fue intervenido por un agente de la Policía Municipal, también en bicicleta. «Usted circula a 20 kilómetros por hora», me dijo. «Es posible, voy paseando», fue la respuesta de Antonio. Y le puso una sanción de 18 euros.

El Ayuntamiento ha aprobado una Ordenanza de Movilidad en Bicicletas que lleva un año en vigor. La norma establece algunos límites, sobre todo relacionados con la velocidad de estos vehículos cuando circulan por zonas peatonales. Esta normativa también ordena el tránsito de los vehículos que se mueven por tracción humana, ya que incluye los monopatines, patines y bicicletas movidas por manivelas. Además, ofrece un soporte legal a la paulatina puesta en servicio de 30 kilómetros de carril bici en la ciudad.

El texto establece los límites de velocidad y de circulación para las bicicletas. De hecho, sólo pueden transitar por una acera cuando no haya un carril bici y su anchura sea superior a los 3 metros. Es decir, el paseo marítimo Pablo Ruiz Picasso se acogería a esta excepción. Sin embargo, en estos casos, el límite máximo de velocidad es de 10 kilómetros por hora.

En realidad, el agente que puso la multa a Antonio tiene sustento legal. El problema, según el ciclista sancionado, es el método para determinar que iba a esa velocidad, «con el velocímetro que llevaba en su propia bicicleta. De hecho, en la multa se me acusa de ir a alrededor de 20 kilómetros por hora», indica Navas, que no se explica tanto celo policial en una ciudad que, «en teoría, está fomentando el uso de medios de transportes alternativos y sostenibles», indica.

Por este motivo, piensa recurrir esta sanción. «No es por el dinero, porque 18 euros es poco, sino porque me da coraje y considero que es una situación ridícula», añade Navas, que asegura que en sus 25 años como ciclista jamás ha tenido ningún accidente, ni percance, ni accidente. «Entiendo que la ordenanza sirva para disuadir a quienes vayan haciendo el loco con la bici, pero no es mi caso. Iba a tomar café con un amigo por el Cerrado de Calderón y decidí ir con la bicicleta porque hacía muy buen día y quería aprovechar», insiste.

Es más, le da la vuelta a la tortilla y se pregunta por qué la policía no pone el mismo interés en controlar la velocidad de los coches en el paseo marítimo, «ya que la mayoría supera de sobra los 50 kilómetros por hora y por este motivo los ciclistas tenemos que subirnos a la acera en vez de ir por la calzada, porque tenemos miedo de ser atropellados en una zona donde, inexplicablemente, no hay carril bici», asegura.

@ia_castillo