La sonrisa de Alberto Cuevas, malagueño de 51 años, denota al mismo tiempo satisfacción y alegría, aunque para un dentista también sea el reflejo de una buena salud dental.

25 años cumple la clínica que comparte con su mujer, Teresa Queipo de Llano y en la que trabajan en total 26 personas. En 1988, recién salido de la Facultad de Medicina -una vocación, la de médico, inédita en su familia- buscó un piso en el Centro para su clínica dental y encontró un precioso edificio histórico, en el 11 de la calle Especería, cargado de historia: en la entrada conserva la placa de 1614 que recuerda que en ese mismo sitio se encontraba el mercado de carne de la ciudad. «Al mercado llegaban las especias del puerto, cuando el mar llegaba a las Atarazanas, por eso la calle se llamaba Especerías», recuerda.

Alberto, un malagueño con querencia por el Centro -«he vivido toda la vida en la calle Granada», explica- es además hijo de uno de los promotores del Gran Centro Comercial y presidente de la Peña Juan Breva y de la Sinfónica, que se llamaba como él. Así que el flechazo por el edificio fue inmediato. Dos años más tarde se incorporó su mujer, a quien conocía desde el colegio (ella estudió en Sierra Blanca y él en El Romeral).

En este cuarto de siglo, la clínica Cuevas Queipo ha sido testigo del salto mortal de la odontología, desde los comienzos con un odontólogo que hacía de todo hasta la llegada de especialistas «que se han ido encargando de distintas parcelas».

Lo de salto mortal no es una exageración. Como explica, la imagen de una dentadura postiza en un vaso de agua «está desapareciendo». «Antes eran muchos de quitar y poner, desarmables, ahora intentamos colocarlas fijas que es lo que más se parece a la situación natural».

Y qué decir de los aparatos en los dientes, los braquets: ha llegado la «ortodoncia invisible, un aparato que no se nota que uno lo lleva y que lentamente va mejorando la posición de los dientes».

Pero hay muchos más avances: Alberto Cuevas muestra cómo funciona una radiografía en 3 dimensiones, «con lo que tengo un conocimiento anatómico profundo y exacto de toda la zona que voy a trabajar». Otro aparato realiza el molde exacto en cerámica de un implante para recuperar en horas una pieza dental. Para el dentista malagueño, uno de los principales cambios en estos 25 años ha sido la revolución en los materiales y su biocompatibilidad, que hace que «a largo plazo el material sea duradero y aceptado por el organismo», pero sobre todo, el cambio ha venido por dos aspectos: «uno es la prevención, cada vez más desarrollada, y lo segundo la planificación del tratamiento». Así, gracias a esas radiografías en 3-D, «la seguridad es impresionante».

Todo ha cambiado «de la noche a la mañana», lo que le obliga a estar al día de forma permanente, estudiando las novedades y adaptándose a ellas porque las nuevas generaciones vienen con muchas ideas y ganas. Y hablando de generaciones, una de sus mayores satisfacciones, además de haber reunido un equipo profesional que considera «mi gran fortuna», es la de que abuelos, padres y nietos, tres generaciones, acudan a su clínica.

Pero, ¿y el miedo atávico al dentista? A su juicio está desapareciendo porque ya los niños «ven que no duele ni molesta nada». Los odontólogos, explica, han conseguido «controlar muy bien el dolor» y ahora se trata de dominar los nervios del paciente con técnicas de relajación. Concluye la charla y Alberto Cuevas vuelve a sonreír. Es la sonrisa de un dentista pero sobre todo la de un hombre feliz.

Futbolistas, políticos, artistas y el humorista más genuino

Por esta céntrica clínica dental han pasado muchos personajes conocidos, desde futbolistas del Málaga C. F. hasta jugadores del Unicaja, políticos y gente del espectáculo porque «25 años dan para mucho», cuenta Alberto Cuevas.

Uno de los pacientes más apreciados es Chiquito de la Calzada, un paciente veterano ya que acude desde antes de conocer la fama televisiva. «Cuando viene, en la sala de espera, como es un personaje tan querido, disfruta él y también con las enfermeras y todo el personal porque es alguien que transmite siempre alegría y despreocupación y se está muy a gusto con él».

Por cierto que una de las tradiciones de la clínica es que, como cuenta el odontólogo malagueño, «cuando un niño viene a quitarse los dientes de leche, cuando se lleva su diente, a cambio le pedimos que nos traiga un dibujo y tenemos todo lleno de dibujitos de niños». Precisamente en la entrada de la clínica se expone un muñeco del Ratoncito Pérez, así como una antigua edición del famoso cuento sobre este personaje, un relato inventado por el padre Coloma para el futuro rey Alfonso XIII.