El macetero de un segundo piso de una urbanización de Añoreta puede convertirse en la cuna de Adolfo, Rodolfo y Golfo, tres desafiantes personajes que miran a los ojos sin pestañear. Cosas de familia. La chulería les viene de sus rapaces padres, dos cernícalos vulgares que eligieron la terraza de Antonio Zúñiga para ampliar la familia. Según este funcionario de 38 años, los primeros tanteos de la pareja se produjeron a principios de marzo, cuando comenzaron a remover la tierra del tiesto. «El 6 abril vimos los dos primeros huevos, aunque hasta el día 19 la puesta alcanzó la media docena», explica Antonio. Pepa, como los niños llaman a mamá cernícalo, incubó los huevos mientras el macho le traía comida. «La terraza se convirtió en territorio comanche. No queríamos que abandonaran los huevos y apenas nos asomábamos cuando la pareja salía a cazar», señala Zúñiga. Las dos familias mantuvieron las distancias y el 5 de mayo el primer pollo rompió su cascarón antes que sus dos hermanos. Para Juan Antonio Gómez, miembro de la Sociedad Española de Ornitología de Málaga, la escena es relativamente habitual, ya que el cernícalo vulgar siempre ha acompañado al hombre y a sus construcciones para anidar y alimentarse de roedores, pequeños reptiles e insectos.

Con cinco bocas, la pareja abandona constantemente el nido para cazar, momentos que Zúñiga, su pareja y los niños aprovechaban para retratar a los tres pollos que comen «como limas». «Pepa nos vigila mucho y hace amagos de atacarnos en la distancia mientras avisa al macho, que también se presenta al instante». Los pollos ya son prácticamente adultos y el primer vuelo del hermano mayor provocó las lágrimas de Asunción, la pareja de Antonio. «Han sido tres meses de convivencia», dice todavía emocionada.