Ángel Luis Díez / 69 años«Atravesé una época chunga y vine»

Hace cerca de un año que Ángel Luis acude a diario a por el almuerzo y la cena para él y su mujer Mari. A sus 69 años, no pierde la sonrisa y cuenta que atravesaba una «época chunga» que le hizo tener que visitar la plaza de Santo Domingo.

En casa entran escasos 600 euros y entre los pago de la luz, aguay demás, no llegan. Es por ello que un amigo le comentó que debía ir a los Ángeles de la Noche y desde entonces acude todos los días.

Mientras cuenta que tiene dos hijos, uno de 23 años que estudia una carrera en Salamanca y otro de 18 que comienza ahora en Madrid aparece Mari. «A mi no me gusta que ella venga aquí, no tiene por qué ver lo que hay aquí», dice en tono serio Ángel Luis.

Los niños estudian gracias a las becas que obtienen ya que las pensiones no contributivas que perciben mensualmente no dan para más que sobrevivir. Trabajó durante muchos años en un hotel pero sin cotizar. Ahora no figura en ningún lado. «Tantos años para nada», lamenta.

José María Bermúdez / Voluntario. 52 años«He visto muchas cosas y he aprendido»

José María acude como voluntario desde hace un año y este viernes finalizó el trabajo en beneficio de la comunidad que le impuso un juez durante doce meses. «Las mujeres siempre habéis sido mi ruina», bromea mientras relata que su exmujer le denunció por maltrato psicológico y el juez le impuso ir durante un año como voluntario a los Ángeles.

«Yo pensaba que no había nadie más pobre que yo pero aquí he visto que sí que hay», cuenta. Bajo la atenta mirada de Antonio que escucha cómo se ha sentido durante este año. Dice que al principio no acaba de sentirse a gusto pero con el paso del tiempo vio cómo su labor era importante para cientos de personas. «He visto muchas cosas y lo cierto es que he aprendido», sentencia. No tiene trabajo, vive en casa de un amigo y aunque su función en la asociación ha finalizado le ha pedido a Antonio quedarse como voluntario. Él ha respondido afirmativamente, así que después del viernes volverá como cada día a su «puesto de trabajo».

«Así hago algo y tengo un plato de comida», detalla.

Isabel Heredia / 43 años«No teníamos qué comer mis hijos y yo»

Hace unos días que entraron y desvalijaron la casa de Isabel y entre lamentos asegura que era lo único que le faltaba. Desde hace medio año acude a Santo Domingo porque no tiene recursos ya que en casa solo entran escasos 360 euros por una pensión en concepto de enfermedad. A todo eso ahora le suma que le han robado todo en su vivienda de La Corta y no tiene ni sábanas con las que taparse. Si no fuera por esta ayuda, ella y sus dos hijos no tendrían qué comer. Cuenta con orgullo que el pequeño de 18 años es monaguillo y no le gusta venir a recoger la comida y ver el ambiente que hay. El mayor, de 21 años, en cambio, muchas veces va con ella. «Por ahí tiene que estar dando bandazos», asegura mientras le busca con la mirada.

Está a la espera de que llegue su pareja de Marruecos que al fin se queda en España y se pondrá a buscar trabajo. «Quizá no creas lo que te cuento y pienses que se ha casado por los papeles por ser moro pero yo me he casado por amor», asegura mientras enseña los papeles de la denuncia de lo sucedido en su vivienda.

Soad Tnebar / 37 años«No me gusta venir. Hay muchos locos»

De origen marroquí, Soad cuenta cómo ha sido siempre una buscavidas y ha trabajado en todo lo que ha hecho falta pero desde hace cuatro años no encuentra un empleo. Con una niña de ocho meses asegura que tuvo que dejar de pagar su vivienda y ahora vive en un piso que comparte con seis personas.

Tirar de los pequeños ahorros y volver incluso a su país durante un año han sido la forma de seguir hacia delante poco a poco. Hace seis meses que acude a los Ángeles de la Noche y mientras espera con desesperación que alguien le contrate detalla que se las ha ingeniado para hacer dinero. Ha vendido su ropa, que según dice, era cara, por un valor inferior, e incluso se ha deshecho de sus pertenencias más personales en establecimientos dedicados a la compra de oro. «No me gusta venir aquí, hay muchos locos», comenta.

La comida está «bien» pero reconoce que es una cuestión cultural. Está acostumbrada a otros sabores y la comida que le ofrecen es diferente a lo que ella ha comido con asiduidad.

Rosario Camapanario / 61 años«Vengo desde hace dos años por comida»

La historia de Rosario es rocambolesca. Esta mujer de 61 años acude desde hace dos a los Ángeles de la Noche. Acompañada de su nieto que acaba de salir de hacer un examen de primero de Ciencias Ambientales va a por la cena llena de papeles que acreditan, según cuenta atropelladamente, que se trata de una mujer con propiedades que no puede vender por entresijos judiciales y un exmarido millonario que no le ha dejado nada a su nombre. «Cuando me separé me pusieron hasta apellidos falsos», declara.

Habla tres idiomas pero no tiene trabajo desde hace seis años, algo que necesita de manera inmediata ya que tiene un hijo en paro y otro ingresado en una unidad psiquiátrica por intentar suicidarse y quedar con daños cerebrales. Lo único que percibe es una ayuda familiar de 420 euros que en dos meses finaliza y no le deja tranquila pensar qué hará a partir de ese momento. Pero esta habladora mujer asegura que antes de que suceda todo eso piensa ir a Alemania, donde pueden ver el problema de su hijo y contar la situación de España.