Sobre la Feria de Málaga hay opiniones para todos los gustos y pocos fenómenos existen que puedan enfrentar posiciones tan opuestas. En las páginas de este periódico aparecen publicadas a diario argumetos a favor y en contra. A nadie deja frío, lo que por otra parte es lógico, con estas calores. Uno de sus principales enemigos, de hecho, es el calor. Cada año estoy más convencido de ello. Sin embargo, en esta Feria de la diversidad, de los contrastes, del botellón y los orines por las esquinas, que ya se sabe que hay tantas ferias como feriantes -y que a veces no consiste en dónde se celebra, sino con quién- fiel a su cita, se mantiene un pequeño héroe de cartón y fieltro: Peneque el Valiente. Anoche volvió a actuar en la caseta infantil del Real y es admirable cómo sus aventuras nos hace niños cada vez.

Todos saben que quien llama a Peneque rejuvenece, al menos, diez años. Así que el archiconocido «¡Peneque, Peneque dónde te metes!» volvió a resonar ayer en la Feria de Málaga, como los últimos 40 años. La compañía fundada por el mítico Miguel Pino estrenaba su aventura de 2013, en la que aparecía el malvado mago Cadabra haciendo de las suyas e incordiar en la fiesta de cumpleaños del Rey Simpatías.

Resulta admirable comprobar cómo en este mundo de las nuevas tecnologías, en el que muchos niños se convierten en autómatas con móvil y consola de videojuegos cada vez a una edad más temprana, reforzando una individualidad artificial en un sistema que está dando muestras de agotamiento y que ha empezado a traducirse en una cruenta crisis económica, unas sencillas marionetas y una buena historia hacen que se mantengan con los ojos como platos mientras responden a coro y siguen las aventuras del célebre títere que cobra vida en las manos de Miguel y Antonio Pino.

La caseta infantil se llenó como siempre ocurre. De niños y adultos. Hasta tres generaciones distintas que han crecido junto a Peneque el Valiente, y se han imaginando rescatando a la Princesa Linda. Y han recordado partidos en el patio, con porterías hechas con dos mochilas. Jugando al trompo, al sota, caballo y rayo o cambiando estampas de futbolistas con bigote en el recreo. Y se han vuelto a reconocer con pantalones cortos y el flequillo que algunos tanto echan de menos. Es la magia de este mundo de títeres, que continúa vigente. Como siempre. Como nunca.

Los árboles no crecen. El Real del Cortijo de Torres cumple 15 ferias. Entonces, el equipo de gobierno de Celia Villalobos tenía motivos para presumir. En este tiempo, casi nada ha cambiado en el recinto. Ni siquiera los árboles. Me pregunto si no les inyectarán alguna sustancia para ralentizar su crecimiento, como dicen que hicieron con Joselito, el Pequeño Ruiseñor. El caso es que siguen sin dar sombra y eso se nota a la hora de competir con el Centro, a pesar de que éste está dando los estertores. El otro día creí cruzarme con los Chicago Bulls, pero luego reparé que quienes vestían esas camisetas eran demasiado bajos y tenían demasiado poco color para jugar en la NBA.