«Sé que no he sido el mejor, ha habido fotógrafos con trabajos mejores que el mío que han pasado sin pena ni gloria por Málaga. Yo he tenido la suerte de haber visto reconocido mi trabajo como profesional», así define su carrera a través del objetivo el fotógrafo Eugenio Griñán, sin duda alguna, uno de los mejores fotoperiodistas de la historia de Málaga, que ha retratado a infinidad de celebridades que pasaron por la ciudad hace años.

A pesar de nacer en Albacete en noviembre 1940, Eugenio se considera malagueño. Con pocos años de edad sus padres decidieron trasladarse a Málaga en busca de un clima más cálido. Echaron raíces en el barrio obrero de Huelin dónde empezó a despertar su pasión por la fotografía y el cine. Se considera cinéfilo y durante su infancia acudía regularmente al cine Rialto del barrio de El Perchel, al Plus Ultra, en el Llano de Doña Trinidad, y un poco más mayor, al Capitol, en calle Mármoles. Recuerda con mucha ilusión ir a ver las proyecciones: «ir al cine era una locura». Amante del cine clásico reconoce: «no me gusta el color de las películas de ahora».

La pasión por captar instantes de la vida cotidiana le viene de familia. Su abuelo era librero y fotógrafo, al igual que su padre, sus tíos y primos. Con tan sólo 14 años ya acompaña a su padre por las ferias de los pueblos para tomar fotografías. Desde entonces su andadura en el mundillo no ha parado. Se independizó de sus padres y con el incondicional apoyo de su mujer, Keti Doblas, abrió una pequeña tienda-estudio en el malagueño barrio de la Victoria, allá por 1965. En los noventa inauguró otro en la Plaza de la Merced, que aún sigue activo.

Su carrera despega desde muy jove-con 16 años hizo el reportaje fotográfico de su primera boda- y con mucho trabajo y esfuerzo se adentró en el mundo del fotoperiodismo. Eugenio Griñán se convirtió en el profesional de la fotografía más joven de la ciudad. Sus instantáneas se distribuían en las agencias Torremocha y Fiel, siendo publicadas entre otros, en el deportivo Don Balón, en la revista taurina Tendido 13. Su objetivo no era ser un «paparazzi» sin embargo retrató a gran cantidad de personalidades que discurrían por el mundo artístico, escénico y cultural malagueño. Entre sus instantáneas podemos reconocer desde un jovencísimo Antonio Banderas durante actuaciones en el famoso Teatro Lara, hasta personajes tan ilustres de la pantalla como Anthony Quinn o Geraldine Chaplin; o del mundo de la música y el cante como Marisol, Carmen Sevilla, Manolo Caracol o el mismísimo John Lennon. Eugenio reconoce que la relación con dichas personalidades era muy fría: «Yo me limitaba a hacer mi trabajo, era muy joven y era incapaz de pronunciar palabras ante personajes tan célebres». A pesar de tener el honor de retratar a dichos artistas, Eugenio prefería realizar reportajes de bodas o bautizos, que le reportaban más beneficios.

Un trabajo muy duro

Con más de sesenta años de profesión a la espalda, Eugenio reconoce que el trabajo de fotógrafo «es muy duro». «Con la fotografía digital el trabajo se ha agilizado pero antes teníamos que correr de arriba para abajo para hacer la foto, ir al estudio a revelarla, y mandarla a la prensa para que la publicasen». Además Eugenio confiesa que le «duele» que el gremio de la fotografía no reciba el verdadero reconocimiento que debe. «El fotógrafo estaba en el último escalafón del mundo del periodismo. En muchas ocasiones ni nos pagaban las fotos».

El trabajo de Eugenio se ha visto recompensando y hace unos años el alcalde de Málaga en un acto oficial le hizo entrega de una placa conmemorativa a sus 50 años de trabajo como profesional. Además hace poco que vio cumplido uno de sus mayores sueños: montar un museo con todo el material y equipo fotográfico que ha empleado a lo largo de su carrera. El problema es que, por motivos burocráticos, no puede abrirlo. Sin duda se trata de una joya llena de historia que Málaga y los amantes de la fotografía, no debería perderse.

Un museo que respira historia

El número 10 de la Alameda de Capuchinos esconde un secreto que muy pocos malagueños han tenido el placer de conocer. El aire que se respira huele a historia y sin duda alguna no hay nada que se le parezca en la ciudad. Eugenio Griñán no hace mucho que cumplió uno de los grandes sueños de su vida: crear un museo que albergase todo el material fotográfico que ha empleado a lo largo de su carrera, además de otros equipos que ha adquirido como coleccionista.

Proyectores de cine de 35mm, rollos de celuloide, fotómetros, visores esteroscópicos, un cuarto oscuro de impresión fotográfica y más de 1.000 cámaras componen la increíble colección que Eugenio ha reunido durante toda su vida. El museo es un reflejo de la historia, que recoge desde linternas mágicas de 1900 hasta las últimas cámaras más actuales, todo organizado por modelos y marcas a lo largo de las vitrinas. Es curioso que todas las cámaras del museo son analógicas. Griñán reconoce que la fotografía digital ha facilitado mucho el trabajo y que es un gran avance, «ha aproximado la fotografía a todo el mundo». Sin embargo sigue prefiriendo el carrete y el trabajo manual tradicional. «A mis nietos los llevo de paseo con cámaras analógicas para que aprendan a hacer buenas fotos».