Es curioso ver la rapidez con la que descarga agua una fugaz tormenta de verano. Pero las malas rachas, sobre todo en la vida, no suelen dejar ver sus consecuencias con la misma prontitud. Esta metáfora debe de haber pasado por la cabeza de Montserrat Corulla (Madrid, 1971) de forma habitual a lo largo de los últimos cuatro años y medio. Montse, como la llaman sus amigos, vive atormentada desde que el 29 de marzo de 2006 fue detenida en el marco de la operación «Malaya», una época aciaga que se ha prolongado hasta estos días, puesto que está acusada de blanquear más de 44 millones de euros para el supuesto cerebro de la trama de Marbella, Juan Antonio Roca. El fiscal quiere prorrogar sus desvelos, porque le pide cuatro años de cárcel y una multa de 100 millones de euros.

No es una más entre los 95 procesados de esta causa, y vale más por lo que calla que por lo que dice. Los rumores sobre una hipotética relación de amistad o de negocios con el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, han provocado que los focos la iluminen a ella con más mimo que a otros procesados. Y eso que hay toda una galería de conocidos empresarios y prestigiosos abogados sentados en el banquillo de acusados más concurrido que se recuerda en España.

Pasó cinco meses en prisión preventiva, hasta que el 28 de agosto de 2006 decidió que no aguantaba más y optó por hablar. No le importó que otros tuvieran que pagar un precio alto, demasiado caro, por sus palabras. La libertad bien vale una delación.

En esa charla con el juez Miguel Ángel Torres, la letrada madrileña reconoce ser supuesta testaferro de Roca, es decir, «una mujer de paja». Es administradora de Condeor, la joya de la corona del imperio del ex asesor urbanístico y de otras tres sociedades, todas ellas con sede en Madrid. Su misión: comprar antiguos palacetes y reconvertirlos en hoteles de lujo.

Los inicios de Corulla A finales de los 90, Corulla, una bella mujer que ha dejado tras de sí una retahíla de corazones rotos, conoce a Juan Antonio Roca, todopoderoso asesor de Urbanismo del Ayuntamiento de Marbella, a través de unos amigos comunes. Poco después, entra a trabajar en el despacho madrileño Sánchez Zubizarreta & Soriano Pastor, supuestamente la firma que esculpe la red societaria a través de la que el capo marbellí lavó presuntamente cantidades astronómicas.

Su talento no le pasa desapercibido a nadie: ni a Manuel Sánchez Zubizarreta, el responsable del despacho; ni al propio Roca, que, más allá de sus conocimientos jurídicos, descubre en la joven jurista un sexto sentido para los negocios, la capacidad de hacer que los demás, sus interlocutores, se sintieran cómodos y se avinieran al acuerdo del que se tratase. Ella misma fue reclamando a Roca más protagonismo. Su olfato no le falló y la nombró administradora de Condeor en 2002.

Entre las operaciones en las que interviene, Corulla santifica la adquisición de dos palacetes en Madrid así como la compraventa de otras tantas fincas. Está por ver si su intermediación, y las operaciones en sí, son ilegales, algo que su abogado, Gonzalo Rodríguez, rechaza en el escrito de defensa.

Cobraba 4.000 mensuales y, según fuentes consultadas por este periódico, utilizaba al chófer que Roca tenía en Madrid para desplazarse, lo que provocó varias discusiones con la hija del ex asesor, que entonces estudiaba Derecho en Madrid y también quería disponer de ese coche.

Tras cambiar la declaración, el juez Torres la dejó en libertad bajo fianza de 60.000 euros. Cinco meses entre rejas son más que suficientes para ablandarse. Un ex compañero la define como una persona «fría y pija», lo que contrasta con la actitud que mostró hacia su compañera de celda, a la que dio apoyo moral incluso ante la proximidad de su juicio. Aficionada a las compras y a vestir de marca, Corulla habló claro ante el magistrado: «Para Juan Antonio Roca, nunca nada es suficiente».

En su charla con Corulla, el juez Torres también descubre su «destacable valía» y su inteligencia, cualidades vitales para la supervivencia de la organización criminal.

La abogada aclaró al togado que es habitual ver a Roca dar órdenes a los empleados del bufete madrileño, y aseguró que Sánchez Zubizarreta le ordenó que siempre obedeciera al murciano.

Además de intervenir en numerosas operaciones, Montserrat Corulla realiza diversas gestiones ante la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid, no sólo las vinculadas a los palacetes ubicados en esa ciudad, sino que también representa a otros clientes que nada tienen que ver con el «caso Malaya».

Un frontón en Madrid Su intensa actividad inmobiliaria tardó poco tiempo en llamar la atención en Madrid. La policía cree que participó en una operación a través de la cual un grupo inversor trató de construir un hotel de lujo en un antiguo frontón. El PSOE interpuso un recurso ante el Ejecutivo autonómico por las intenciones de la promotora, al estar declarado el edificio como Bien de Interés Cultural. La formación socialista pidió que se dé a las instalaciones un uso deportivo y de ocio. Corulla defendió los intereses del grupo privado y, siempre según la policía, «si sacase adelante el proyecto recibiría una comisión de 3 millones de euros a repartir con otro de los intermediarios».

Sus labores profesionales, obviamente, propiciaron que sus relaciones en la capital se desarrollaran en el más alto nivel y, entre otros, es probable que conversara con miembros del equipo de gobierno del PP, incluido Gallardón.

Según varias fuentes judiciales, hay conversaciones entre Corulla y el alcalde que han sido suprimidas del sumario de «Malaya» porque no tenían interés para la causa. Ni la operación sobre el frontón ni la legalidad de sus relaciones han sido objeto de la investigación.

Fama repentina Corulla saltó a la portada de los medios nacionales cuando Miguel Sebastián, candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid en mayo de 2007 y hoy ministro, le preguntó a Ruiz Gallardón en un debate televisado por los vínculos urbanísticos entre ambos, mostrando a la vez una revista en la que se hallaba la imagen de la abogada. Gallardón montó en cólera por lo que consideró un ataque personal, y acabó arrasando en los comicios.

El hecho de que esas conversaciones desaparecieran del sumario contrasta con que se mantuvieran otras de carácter personal e íntimo. Sobre una de ellas, la policía llega a decir: «Él intenta ligar con ella». El abogado ha solicitado al tribunal encargado de enjuiciar el caso que retire estas grabaciones al haberse lesionado su derecho a la intimidad.

Estos días, la abogada ha mostrado su imperturbable rostro a todos los que han acudido al juicio del «caso Malaya»». Impecablemente vestida y haciendo uso de tonos pastel para tratar de pasar desapercibida, sus llegadas y salidas de la Ciudad de la Justicia de Málaga han merecido una gran expectación mediática.

Ha roto todos los lazos En la sala, mira impasible a los letrados y a las cámaras que inmortalizan tan histórico proceso, pero ha marcado distancias con su pasado. Eso sí, cree que no tiene por qué esconderse y se sienta en segunda fila. «Desde que la metieron en prisión, no se relaciona con nadie. Ha roto lazos con todo el mundo, incluido con Juan Antonio Roca», señalan las fuentes.

Un nuevo pico informativo en torno a su persona se vivió en junio de 2007, cuando Gallardón y la jurista comieron en el mismo restaurante. El Ayuntamiento negó entonces que se hubiera beneficiado a la jurista en operación alguna. Ella lo niega todo y ha pedido una pericial caligráfica para que se decrete la falsedad de su firma en varios documentos.

Corulla espera que esta mala racha, de cuatro años y medio, pase pronto. Sólo le queda mirar al cielo para comprobar si todo esto no ha sido más que una tímida tormenta de verano.