Santiago, Valencia, Logroño, Madrid y Fuengirola. La agenda personal de Alberto Garzón de los últimos días parece la de un grupo de música. En todas partes, resguardos de tren y de autobús, teatros, luces, fotografías. En plena era del desacato y de rechazo inconmovible hacia los políticos, el diputado por Málaga se ha convertido en una especie de estrella del rock parlamentaria, sin apenas despertar más rechazo que el habitual, el del otro espectro ideológico, que, al fin y al cabo, para alguien de izquierdas o de derechas, es el de toda la vida. Por ahora, y quizá debido a su relación con el 15M, el sillón más joven del hemiciclo ha logrado escapar sin muchos golpes de ese zarpazo de desencanto brutal que ha descompuesto la relación entre los ciudadanos y los partidos. Trabajo no le falta. Ni en Twitter ni en las cortes, donde ejerce de referencia de IU para hablar de economía.

El Gobierno cree que la recuperación española está ya casi madura y a punto de entonar el salmo de salida de la crisis. Supongo que su análisis no comparte ese punto de vista...

No estamos, ni mucho menos, en un momento de recuperación. Es posible que haya sectores que estén mejor. Sobre todo, los que están beneficiándose de los rescates financieros y los multimillonarios, que según la última estadística, han crecido en un 7%. Pero si uno atiende a las cifras fundamentales, que son las sociales, el paro, la pobreza, la miseria, está claro que estamos peor incluso que hace cuatro años. Lo que ocurre es que el Gobierno tiene que hacer su estrategia de marketing y volver a hablar de brotes verdes en su terminología. Su previsión es que el PIB crezca un 0,7%, pero el pasado año esperaban que cayera un 0,5% y al final lo hizo en el triple. En cualquier caso, lo verdaderamente determinante es ver si estamos creando empleo y qué tipo de empleo y por ahora lo único que se percibe es una bajada de los salarios.

¿Y si en lugar de bajar estuvieran creciendo moderadamente? El ministro Montoro es de esa doctrina.

La frase de Montoro es absurda. Hasta el propio argumento dado por el Gobierno en la justificación de los presupuestos y el Banco de España reconocen que la reforma laboral lo que está consiguiendo no es precisamente generar empleo, sino moderar los salarios para hacer el país más competitivo. Por lo tanto no es que estemos saliendo de la crisis, lo que está cambiando es el modelo de sociedad y la naturaleza de los servicios públicos. Nos encaminamos hacia un nuevo sistema absolutamente regresivo, antisocial e injusto.

¿Cuál es su receta anticrisis?

El empleo no se genera por arte de magia, sino por inversión y para eso se necesita dinero. Una alternativa para obtenerlo está en la reforma fiscal. En España de cada cien euros que se recaudan sólo 12 proceden de las grandes empresas, del impuesto de sociedades. El resto tiene su origen en impuestos directos como el IRPF y, sobre todo, el IVA, que ni siquiera discrimina por renta y hace que todos paguen lo mismo. Es decir, no sólo se recaba poco de las empresas, sino que, además, se hace de manera profundamente injusta; en la práctica las pymes aportan entre el 23% de sus beneficios, las grandes empresas el 27% y las multinacionales únicamente el 10%. A eso se suma el fraude fiscal, que en un 75%, corresponde a las grandes fortunas. Todo eso es dinero que el Estado deja de ingresar. Es mentira que no haya dinero; sino que no se quiere tocar el bolsillo de los más ricos.

¿Es utópico pensar en una política económica diferente a la de la Unión Europea? ¿Hasta qué punto las decisiones de España están cautivas?

España tiene margen de desobediencia. Y además lo pone en práctica cada vez que una decisión europea no le gusta, como ocurrió con la recomendación para modificar la ley hipotecaria. El Gobierno utiliza a la troika como excusa porque en el fondo está de acuerdo con el modelo que plantea Europa; un modelo que pretende convertir a España, Grecia e Italia en economías basadas en el turismo y en la exportación de productos más baratos. Y eso implica naturalmente bajar los salarios. La connivencia es total. Ya lo dijo el FMI en su informe: el debilitamiento del PSOE Y el PP es un riesgo para Europa y para la aplicación de sus políticas.

¿Qué consecuencias puede arrastrar para la economía mundial la parálisis de Estados Unidos?

El caso actual no deja de formar parte del juego político entre republicanos y demócratas. Es una partida de póker a nivel interno que acabará en acuerdo porque ambos saben que se juegan mucho. El riesgo está en que Estados Unidos no para de emitir deuda; entre otras cosas, porque se lo puede permitir. El dólar es la moneda más fuerte de referencia y todos los países quieren tener dólares para, por ejemplo, comprar petróleo. El problema es que el mundo es cada vez más multipolar y con el Banco Europeo, la reserva federal y Japón imprimiendo dinero sin parar nos podemos encontrar con una nueva gran depresión, la burbuja financiera.

¿El ímpetu social de España ha llegado al máximo o aumentará la tensión en las calles?

En España ha habido en estos años muchas protestas, aunque bien es cierto que fragmentadas y deshilachadas. La gente está muy frustrada; ciertamente las redes familiares han atemperado los ánimos, pero si se cumple la propia previsión del Gobierno, que reconoce que dentro de cuatro años el paro seguirá por encima del 20%, es difícil que la reacción no aumente. Si no se solucionan problemas como la miseria está claro que una respuesta va a haber. Lo que ocurre es que no se sabe cómo va a ser ni cómo va a canalizarse toda esa rabia.

¿Y el 15M? ¿Qué le parece su posible entrada en la política de partidos?

El 15M no es una organización rígida, sino un movimiento social y por su propia naturaleza está expuesto a mutaciones. Ese partido nuevo es una experiencia más, un proyecto que nace organizativamente sin mucha solidez, pero con el objetivo, como el nuestro, de captar a la gente desencantada y proponer alternativas. En cualquier momento, el 15M puede mutar porque es un movimiento que surgió porque la gente estaba cabreada y ahora lo está mucho más. En algún momento, en alguna manifestación, puede surgir un nuevo 15M o un fenómeno similar. Y eso es importante. Porque en cuestiones como la lucha contra los desahucios, que procede del 15M, ha condicionado la agenda política, lo que demuestra la conexión entre la lucha en la calle y los cambios legislativos.

¿Se arrepiente de haber dado el salto?

No. Son herramientas complementarias. Y estar en el Congreso te da una visibilidad que es muy importante para partidos como IU. No pequé de ingenuidad, sabía lo que iba a encontrarme y es triste. Y frustrante. El Congreso se ha convertido en un teatro de sombras, en un lugar en el que se puede votar sobre si se fuma en los bares o se prohíben los toros, pero no se puede ni debatir de economía, porque eso se supone que son competencias de la troika. Y, como se puede observar, tampoco es un espacio deliberativo. La disciplina de voto hace que sean en el fondo cuatro los que deciden. Y el resto es un cruce de opiniones. Y sin que ni siquiera nadie se escuche.

¿Se ve algún día de aspirante a la alcaldía? ¿Y de Cayo Lara? ¿De líder nacional del partido?

Ahora mismo no me lo planteo porque estoy centrado en una función que, por lo que me dice la gente, estamos llevando a cabo de manera satisfactoria. En el futuro, y aunque eso sea política ficción, si la organización decide democráticamente que tengo que desempeñar un cargo de mayor responsabilidad imagino que no tendrá problema como no tendría tampoco problema ningún militante del partido. Desde luego todos los que estamos en IU tenemos que estar preparados y no tener miedo alguno a que en el futuro se asuman cargos en la organización.

De momento, está usted en la picota. Ya forma parte, incluso, del selecto club de políticos de izquierdas vilipendiados por los líderes de opinión. Pienso, por ejemplo, en Jiménez Losantos, que le tildó de «demagogo multimedia».

Esas opiniones no las tomo precisamente como referencia. Tengo por costumbre ir a los medios a los que me invitan y es necesario para que se conozcan las propuestas del partido porque esto no es un proyecto personal, sino colectivo. A veces te encuentras con directores de periódicos que son maleducados y mercenarios de los intereses del negocio que protegen. Que alguien como Losantos me insulte no me crea ningún problema. Es más, me resulta hasta simpático; me produce risa.

Imagino que no le resulta tan simpático el nuevo mapa político. La izquierda parece rearmarse en Europa, pero, a su vez, están surgiendo fuerzas de ideología fascista.

Es un momento de encrucijada. Que se escoja un camino u otro dependerá de cómo se organice la sociedad y, sobre todo, de cómo reaccione la izquierda. Estamos en un momento de frustración total y la desesperación lleva a la gente al deseo de protegerse frente a tanta agresión. Esa protección tiene un gran componente subjetivo y ahí flotan enemigos ficticios creados artificialmente por intereses determinados como, por ejemplo, la inmigración. La pobreza hace que la gente abrace posturas irracionales. Afortunadamente hay alternativas. Pero si la izquierda no es inteligente y actúa como en Francia compitiendo con la derecha en el discurso fascista y hablando de expulsar a los gitanos está sin duda acercándose a un abismo social. Que Europa avance hacia un camino u otro dependerá, insisto, de que la izquierda sepa leer esto no como una crisis accidental, sino como un auténtico cambio de época.

Las encuestas reflejan un descenso en intención de voto hacia PSOE y PP. ¿Se acerca el fin de las grandes mayorías o es una tendencia momentánea producto de la crisis?

No creo que sea coyuntural. Y no sólo porque las encuestas reflejan un ascenso de IU y eso coincide con nuestro deseo, sino porque no es un cambio que se haya dado de manera súbita. La forma de ver el mundo cambia de un modo mucho más lento que la economía y eso es precisamente lo que está pasando; la gente ha revisado sus convicciones, ve a los políticos, al sistema, a la justicia de una manera muy distinta. Eso explica el cambio de tendencia y el acercamiento a otros propuestas, pero también a un mayor grado de abstención. Y es un cambio que está para quedarse porque la economía por desgracia no va a cambiar en los próximos años.La parte buena es que esto podría servir de ruptura y configuración de un sistema más justo y participativo. Izquierda Unida debe estar cerca de la gente , en el terreno y ser una herramienta útil; de lo contrario la subida será pequeña y no se romperá el techo electoral ni podremos aspirar a lo que debemos aspirar, que es a gobernar el país.

¿Qué opinión le merece el conflicto entre España y Cataluña? ¿Un problema identitario, económico o político?

Evidentemente hay un problema original que es el identitario; una población del Estado que se siente parte de una nación y que democráticamente lleva mucho tiempo aspirando de manera progresiva a la independencia. Las identidades sociales son construcciones y eso son sentimientos; nadie puede gobernar ahí ni decretar científicamente si uno es español o catalán. Ese conflicto siempre ha existido, lo que ocurre es que con la crisis ha habido determinados sectores, principalmente grandes empresas catalanas, que han intentado aprovechar la situación de manera oportunista y enfrentar y decir que los culpables de los recortes son otros. Es un discurso populista y fácil. Pero también es cierto que durante años el PP y los tribunales sobre los que tienen capacidad de presión han bloqueado sistemáticamente toda vía de diálogo; se recurrieron, por ejemplo, cláusulas del estatuto de Cataluña idénticas a las que fueron aprobadas en el andaluz.

¿Confía en una solución?

La situación ahora mismo es difícil. Hay mucha manipulación y muchos intereses en juego. Nosotros siempre hemos apostado por el federalismo, pero ni al PP ni al PSOE le ha interesado avanzar en esa línea. IU es una organización federal que entiende que las clases sociales son más importantes que las naciones y que la diferencia verdadera está entre ricos y pobres y no entre naciones.

«La justicia en España sigue siendo formal y con rasgos franquistas»

Últimamente la administración de Justicia en España está muy cuestionada. ¿Es una cuestión de deficiencias en la separación de poderes o de intolerancia hacia las sentencias políticas?

Más allá de las sentencias está claro que el sitema de justicia en España es imperfecto y resultado histórico de una transición en la que determinados poderes siguieron conservando su poder. Esto no es nada nuevo, ya ha sido denunciado por figuras como Jiménez Villarejo, que escribió un libro para demostrar que la magistratura en España tiene rasgos fascistas, que a los jueces se les elige por designación política y que además muchos de ellos y situados en puestos clave provienen en gran medida del franquismo. Todo esto contribuye a hacer una separación de poderes formal para una democracia formal. Y lo hemos visto en casos como el de Bankia o el de Baltasar Garzón. Quiero decir, estos jueces no son perfectos, pero está claro que ha habido una maniobra interesada. Los jueces reciben muchas presiones y existen pocos mecanismos para protegerlos de esas presiones.

El ya exalcalde de Alhaurín el Grande, Juan Martín Serón, ha estado muy beligerante con el fallo que le condena. Sostiene poco menos que la decisión del Tribunal Supremo es una opinión política.

Una cosa es entender que el sistema judicial no es un sistema propio de una democracia desarrollada y otra muy distinta insultar a los jueces porque hacen su trabajo. Y más aún cuando hay pruebas acreditadas de un delito y son casi de exposición pública. Todo el mundo tiene derecho a declararse inocente, pero pretender que la gente tenga que aceptar tu versión sólo porque critiques a los jueces me parece una barbaridad. Y en este caso todo un insulto a la ciudadanía. Lo que ocurre es que personas de este tipo son tan caciquistas que aprovechan el apoyo popular para defenderse y simular sus fechorías. Es una barbaridad. Y por desgracia no un caso aislado.

¿Qué le parece la sentencia del caso Malaya?

No valoro el procedimiento porque no lo conozco en profundidad pero la sentencia me parece ridícula. Especialmente, por la importancia del caso, tanto cuantitativa, por todo el dinero que se movía, como cualitativa, porque al fin y al cabo se está hablando de una relación empresarial oligárquica y corrupta que implica a la que era élite social, económica y política. Conozco sentencias más severas para delitos menores. Con esto se está mandando un mensaje muy peligroso: que la serpiente, como escribió Galeano, es una serpiente que sólo muerde al descalzo, que si eres rico apenas pagas por lo que haces. Si las reglas judiciales funcionan así entonces quizá habrá que cambiar las reglas para hacer verdaderemente eficaz el sistema de justicia.