Esta vez nadie pudo hablar de ciudad fantasma. Ni siquiera de jornada de descanso, con independencia de los comercios que se atrevieron a sortear la costumbre y abrir sus puertas en domingo. Málaga vivió ayer un día suntuosamente turístico, de tono festivo, con miles de cruceristas abarrotando las calles del Centro y las terrazas de los restaurantes. Hasta cuatro buques coincidieron en el puerto, y, además, durante un mínimo seis horas, lo que facilitó que sus pasajeros, un total de 11.000 en el cómputo del fin de semana, pudieran hacer vida sin demasiada urgencia en los alrededores de la Catedral y de la judería.

A la misma hora en la que Bernard Picasso estiraba las piernas por la Plaza de la Merced, con una calle Granada rociada de hierbabuena en honor a la procesión de la virgen del Rosario, decenas de turistas enfilaban acompañados de buen tiempo por las calles más conocidos; algunos, por si fuera poco, con la satisfacción añadida de iniciar las vacaciones en plena Costa del Sol. Según la información facilitada por el puerto, 2.300 pasajeros han comenzado su ruta este fin de semana desde Málaga, mientras que otros 2.000 atracaron en la ciudad como punto de final de destino. Un trasiego, en suma, que convirtió ayer la calle Larios en una auténtica pasarela de sistema de transporte; con los cruceristas paseando animadamente entre madres que anticipaban la fiesta de Halloween con sus hijos vestidos de brujas. La afluencia de público puso el broche a lo grande a un final de mes pródigo en lo turístico. Incluso, en el puerto, que había reducido su actividad este año por el paso atrás de una de sus principales navieras. El sábado fueron dos los buques que caracolearon hasta introducirse en la bahía: el Oceana, de la firma P&O Cruises, y el Costa Fortuna.

Sin embargo, fue ayer el día más intenso para el recinto, con un momento frenético de carga y descarga de pasajeros que llegó a su cima poco después de las tres de la tarde, cuando hasta cuatro naves se alinearon en la estación marítima. El más madrugador resultó el Grand Mistral, un crucero con nombre de viento y de poeta que ha renovado desde el pasado septiembre su apuesta por Málaga. Especialmente, en lo que respecta al inicio y el final de sus rutas (la franja más interesante desde el punto de vista turístico).

También se pudo ver durante buena parte de la tarde al buque Empress, de la naviera Pullmantur, que permaneció en dique de Levante hasta las ocho de la tarde. Un horario lo suficientemente generoso como para permitir la excursión a la ciudad de sus pasajeros y tripulantes.

Otra nave de la misma compañía, el Sovereign, hizo su entrada en el puerto cerca de las dos. En este caso, con promesa de retorno -el barco efectuará cuatro paradas más en Málaga durante el mes de noviembre, todas ellas de inicio o final de pasaje-. El tráfico del puerto se completó con el FTI Berlín, un buque que no frecuentaba las aguas de la bahía desde el pasado mes de agosto. Sin duda, el turismo de cruceros recupera su mejor tono, acompañado esta vez además por un clima desacostumbradamente primaveral, con temperaturas que no bajaron de los 20 grados durante la mayor parte del día. Toda una invitación a descender por la escalerilla y tocar tierra en una ciudad que empieza a tomarle el gusto a los domingos de cruceros. Y más en temporada baja de turistas.