Mencionar en la calle Lagunillas un motor regenerador del Centro Histórico como el Museo Picasso puede sonar a sarcasmo para muchos vecinos: en la calle Lagunillas casi ni se escucha el ruido de ese motor.

«Esto es el pasaje del terror, al otro lado está la calle de la Victoria, son dos mundos diferentes», cuenta Álvaro Valenzuela en el terrizo de la calle Esperanza, a la mediación de la calle Lagunillas. Tanto él como Ricardo Cuellar se fueron a vivir a esta parte de la Victoria hace unos ocho años, animados por las expectativas de regeneración de la zona, empezando por las tecnocasas de la Administración autonómica, un proyecto de viviendas protegidas para jóvenes emprendedores, realizado por la Junta de Andalucía, que se ha quedado en agua de borrajas y ha dejado el barrio en peor estado que antes.

«Hace 14 años se expropió esto con mucha bulla, me acuerdo del desahucio que se hizo y aquí sigue esto», detalla Curro López, presidente de la asociación de vecinos de Lagunillas, que critica a PSOE e IU por haber dado la espalda a este proyecto que tanto iba a revitalizar todo el entorno.

Álvaro Valenzuela y Rafael Cuellar han puesto en marcha en Facebook, Twitter y en la página de recogida de firmas Change.org la iniciativa S.O.S. Lagunillas, para denunciar el estado general de abandono del entorno que, a su juicio, también es responsabilidad del Ayuntamiento. «Yo vivo a comienzos de la calle Lagunillas y he visto a mucha gente que se da la vuelta porque prefiere pasar por la calle de la Victoria. Es una pena», explica Álvaro Valenzuela.

La semana pasado acompañaron a la concejala del Centro, Gemma del Corral, a dar una vuelta por la zona. Los vecinos, por cierto, no quieren que si el terrizo de la calle Esperanza lo asfalta la Junta -una constante petición- el Ayuntamiento instale un gorrilla, como propone. «No vas a arreglar una cosa y encima los vecinos van a pagar», razona Álvaro.

Durante el paseo con la concejala han tenido la oportunidad de mostrarle algunos de los problemas de Lagunillas como la falta de alumbrado en algunos tramos o el uso de pequeñas plazas como la que hay junto a la calle Poeta Concha Méndez, «que se usan como aparcamiento». También la antigüedad de los postes de madera para los cables, además de la falta de limpieza, al tiempo que señalan que muchas de las aceras también se utilizan como parking y muestran la suciedad que presentan, con importantes manchas de grasa.

«La limpieza brilla por su ausencia», cuenta Ricardo Cuellar, que señala que S.O.S. Lagunillas pregunta a los políticos malagueños a diario cuándo tienen pensado hacer un plan de recuperación de la zona. Otra de las iniciativas que están promoviendo es una recogida de firmas entre comerciantes y vecinos para exigir mejoras.

Casas cerradas y con el tejado semiderruido («la ruina lo que trae es la ruina», explican); viviendas cuya construcción lleva parada cuatro años, con los cables casi colgando de la fachada, solares que apenas se limpian... y como resaltan, una zona verde, el jardín dedicado a Miguel de los Reyes que no satisface a los vecinos por su escasez de verde. Pero hay otros problemas que denota falta de control de las administraciones: una vivienda sin cuarto de baño que, como en la Edad Media, se deshace de todo tipo de deshechos. «Todo lo que hacen y la basura va todo a la calle, las tiran por ahí», lamenta Álvaro Valenzuela.

También critican la falta de seguridad. A este respecto, Ricardo Cuellar comenta que «la policía no viene nunca, no pasan patrullas» y recuerda los meses que soportaron la vecindad de una vivienda con varias decenas de okupas al final de la calle, «con peleas diarias y broncas a las 4 de la mañana», precisa Álvaro Valenzuela. Solo a los dos días de acudir un canal de televisión nacional con las cámaras pudo ser desalojada la casa.

Para los promotores de esta iniciativa, la publicación diaria en las redes sociales de noticias y fotos de Lagunillas busca «presionar a la clase política». Pero, tras tantos años de abandono, lanzan una petición a todos los partidos: «Queremos actuaciones de los políticos y no más paseos por el barrio».