La aceitera como seña de identidad. Ya no se pueden utilizar esos cacharritos rellenables en los bares. Ahora, oigan, somos europeos y como avanzados ciudadanos amantes del recorte y la aceitera tenemos que usar envases perfectamente precintados. Es más saludable. Su tradicional mollete con aceite y tomate es más industrial, pierde su esencia, y demuestra que la Unión Europea (UE) es importante, y mucho, en nuestras vidas, pues de momento ya nos ha trastocado el desayuno. De la prima de riesgo al sándwich mixto, pasando por la integración bancaria. Mis mañanas en La Cosmopolita o en Doña Mariquita, desde luego, ya no volverán a ser las mismas sin ese utensilio pringoso que, desafiante, amenaza con mancharte al más mínimo descuido; sin acariciar esa superficie acristalada que algunos días te insufla el poquito de vida que te hace falta para arrancar. Adiós a ese confidente, a la aceitera. No sé qué dirá de esto mi amigo Oliver Mejías, el vendedor de Almendras que pone su coqueto puesto apenas iniciada calle Granada viniendo desde la plaza de la Constitución. Llueva, nieve o truene, bajo el sol abrasador de agosto o en estos días que no se atreven a prolongarse aún azules hasta la madrugada, siempre se le puede ver tras su carrito, profesional y diligente vendiendo las que tal vez sean mejores almendras, sin desmerecer a sus colegas, del Centro Histórico. No sé qué pensará él de la aceitera. Posiblemente diga que es una chorrada que le cambien el envase a nuestro particular oro líquido, como muchos otros que prefieren seguir usando esos cacharritos que hacen que sus mañanas hacen que sean menos mecánicas y más humanas.

Tampoco sé si los concejales del Ayuntamiento prefieren la aceitera a la hora de desayunar, pero poco le importa esto al común de los mortales. O a Oliver, a mí y a los dueños de los restaurantes y bares de toda la vida que ahora se van a tener que gastar una pasta por mor de la UE, que además de por el aceite, oiga, está preocupada porque en el Parlamento que resulte de las elecciones de junio se le cuele lo peorcito de la extrema derecha de algunos de los países miembros, especialmente los lacayos de Le Pen.

Aquí, más que en eso o en pensar sobre la aceitera, las almendras o el sentido de los recortes que están mermando a los más desfavorecidos, discutimos sobre el uso rotatorio del coche oficial. En el Ayuntamiento quieren racionalizar su uso. Eso está bien después de cinco años y medio de crisis. Si ya se recortan un poquito el sueldo, y me refiero a todos los políticos, mejor que mejor. Hay quien dice que se ha desdibujado el papel de los políticos, que no se les entiende, que la gente no se pone en su lugar: yo les digo que algo de razón tienen, pero tal vez deberían pensar que después de los salvajes recortes en educación, sanidad y dependencia, el grueso del ajuste lo han hecho los humildes, como siempre, y aquí sigue habiendo demasiadas instituciones que, sinceramente, son absolutamente prescindibles, por no hablar de los gastos superfluos de senadores, diputados, etcétera...

Con ese dinerito en miles de casas malagueñas se harían maravillas y a lo mejor no habría que pedir prestado tanto como 244.000 millones de euros este 2014 a los mercados. Pero claro, aquí preferimos hablar de aceiteras, que es más saludable. Y pringan menos.