A simple vista, o más bien a vista de pájaro, el lugar no puede ser más inadecuado. Es una manzana con forma de punta de flecha, rodeada por un tráfico veloz y constante, el que transcurre por las avenidas de Miraflores de los Ángeles y del Doctor Gálvez Ginachero.

El santo y seña de esta isleta ha sido durante siglos la alcubilla que hacía posible que el agua del arroyo de la Culebra (en el Puerto de la Torre) y del manantial del Almendral del Rey (en El Atabal) pasara el río Guadalmedina y llegara hasta la plaza de Montaño, unas obras que en el siglo XVI dieron una alternativa a la apertura de pozos en Málaga.

De estas obras tempraneras de conducción de agua quedan en pie como elementos notables esta alcubilla y la fuente de Génova, hoy en la plaza de la Constitución, aunque se comporta como el Guadiana y cuando llega la Semana Santa puede decirse que desaparece por la digestión anual de la macrotribuna.

Hace cerca de medio siglo que esta confluencia de tráfico se convirtió en zona verde, vecina del centenario colegio de San José de la Montaña, el centro fundado por la beata Madre Petra para atender, en un primer momento, a las niñas huérfanas.

El paso del tiempo ha hecho que esta zona verde sea uno de los rincones más gratos para descansar. Presidido por dos grandes ficus, también cuenta con dos enormes pinos que montan guardia junto al colegio, del que a diario nos llega el griterío feliz del recreo.

Estamos en Málaga pero también podríamos estar en un rincón de Roma cargado de pinos y de historia, en referencia a la famosa alcubilla, con esa lápida conmemorativa que, con toda su modestia y encanto, ha sorteado los siglos y las guerras para informarnos de que en tiempos de Carlos II (1690) se reedificó «toda esta cañería» y se hicieron dos arcas. El resto de la lápida es una enumeración de cargos de la época, que también quisieron tener su momento de gloria (las cañerías del poder).

En la alcubilla, por cierto, se encuentra desde el año pasado un azulejo de cerámica con la imagen de San Ciriaco y Santa Paula, porque según la tradición, en esta zona se encontraba la ermita dedicada a los patronos del Málaga, martirizados junto al río.

Además, un parque infantil muy logrado ha conseguido encajar en este pequeño espacio, acompañado por una hilera de altivas palmeras que también quedaría muy bien en Los Ángeles. Completa todo este conjunto el reciente monumento a la Madre Petra, la malagueña fundadora de la Congregación de las Madres de los Desamparados y del vecino colegio, que ayer estaba repleto de flores.

Los jardines de la Madre Petra conforman, en su pequeñez, uno de los rincones más gratos de Málaga, dignos de cualquier barrio memorable de Roma y además mejoran con el tiempo.

En Ciudad Jardín | En el número 120 de la calle Emilio Thuillier, en Ciudad Jardín, pervive en una casa mata la lápida de mármol que recuerda la altura de las aguas en las inundaciones de 1907.