Lo que ha hecho el Museo Picasso, y usted puede verlo hasta el 9 de febrero, es mostrar un descubrimiento mundial que, antes que en Málaga, solo habían podido disfrutar en Estocolmo y Berlín.

Para que se hagan una idea, sería como descubrir por vez primera un esqueleto completo de Homo antecessor, aportando una valiosísima pieza al endiablado puzzle de la evolución humana.

El arte de la pintora sueca Hilma af Klint (1862-1944) es ese eslabón que le faltaba a la Historia del Arte y que matiza lo que hasta hace nada se consideraba un dogma artístico: Kandisky pintó en 1912 la primera obra abstracta. En el Museo Picasso de Málaga podemos comprobar que, seis años antes, la apasionante y enigmática Hilma af Klint empezó a pintar cuadros inmersos ya en un universo de símbolos, formas y colores muy alejado de la figuración.

¿Dónde ha estado Hilma af Klint todos estos años? Oculta en un inaccesible estrato geológico, porque no quiso mostrar sus cuadros abstractos en vida y en su testamento dejó dicho que no se podrían dar a conocer hasta 20 años después de su muerte.

Un brevísimo atisbo de la enorme producción de la artista sueca (cientos de obras que acaba de una sentada, aparte de 125 cuadernos) pudo verse en 1984 en Los Ángeles, pero lo cierto es que su obra no se encuentra en el mercado del arte y sólo ahora se ha organizado esta exposición retrospectiva que la presenta en sociedad.

Están ustedes, por tanto, hollando un territorio virgen de la Historia del Arte que a la fuerza tendrá que cambiar los manuales. Así que no tendrán la sensación de haber visto esos cuadros antes, muchos de ellos relacionados con la adscripción de la artista al movimiento teosófico, que tantos puntos en común tiene con la mística y del que el historiador malagueño Elías de Mateo escribió hace poco un completo libro: Espiritistas y teósofos en Andalucía (1853-1939).

No es extraño que esta pintora capaz de innovar con cuadros de gran tamaño, insólitos para su época, haya entusiasmado a pintores como José Manuel Cabra de Luna, pues es una maestra del color.

La serie Los diez mayores, que recorre las cuatro edades del Hombre es sencillamente emocionante, pero es que la mayoría de sus cuadros transmiten algo especial y no son raros los visitantes que aprovechan para meditar unos minutos delante de sus obras.

En este sentido, hizo la artista sueca un serie de 193 cuadros para el templo, tratando de plasmar la unidad con el Todo. Tres de estos cuadros, los que debían presidir ese templo nunca construido se muestran en el Picasso en una recogida salita autónoma con el fondo negro que impacta tanto como cuando en un poco frecuentado palacio romano el visitante se topa, en una salita igual de adusta, con el retrato de Inocencio X de Velázquez.

Esta misma exposición podrá verse en la capital danesa en breve. Si no han visitado la muestra de la misteriosa y sugerente Hilma af Klint todavía pueden disfrutar de algo nunca visto hasta la fecha, en el sentido más literal de la palabra.