Los hombres llevan guantes blancos, visten de esmoquin y lucen unos lustrosos sombreros rematados por plumas de faisán. Cuando el coleccionista malagueño Francisco García vio el grueso álbum en el rastro de Fuengirola, quiso comprarlo «porque se ve que es un trabajo excepcional». En este caso, una minuciosa recopilación de notas de prensa, escarapelas, fotos y documentos del carnaval en el pueblecito holandés de Moergestel, muy cerca de la frontera con Bélgica. 25 años de historia desde los años 60 a mediados de los 80.

Olfato no le falta a este coleccionista. Junto con su amigo Juan Bernal, Francisco García es el cliente más veterano del rastro de Martiricos, al que ya acudía cuando empezó en calle Mármoles. Asiduo de los rastros de Málaga y su provincia, siempre en busca de libros, en los rastros ha encontrado pequeñas joyas como el álbum de fotos de un soldado alemán que estuvo en París durante la guerra o una de sus últimas adquisiciones, el entierro en 1957 en Essen de Bertha Krupp, la dueña de la famosa industria alemana (un tipo de mortero pesado se conoció como la Gran Berta, en su honor).

La peculiaridad de este singular álbum del carnaval holandés es que cuenta la vida y milagros de un curiosísimo colectivo, los Pierewaaiers, esos sujetos vestidos a modo de elegantes dignatarios carnavaleros. Como el álbum está escrito en holandés, hablamos con el músico flamenco Frederik Ghijselinck, de la Asociación Matinées Musicales de Málaga, que cuenta lo siguiente de la palabra Pierewaaiers: «Es una palabra muy poco utilizada, es la persona que le gustan las fiestas, la vida de noche, que va a la caza de las señoras, que no tiene mucho sentido de la responsabilidad y que le gusta la vida. En francés sería un bon-vivant».

Gracias a este amable músico belga sabemos que este colectivo nace en 1962, 18 años después de la II Guerra Mundial, una vez desaparecido «el temor a los alemanes» y el hambre. Los Pierewaaiers serían por tanto, un canto a la vida, un colectivo reglamentado de vividores varones y que nombra sus propios príncipes. De hecho, todo apunta a que el dueño del álbum sea el príncipe Adriano I de los Pierewaaiers. Hay una fotografía de este príncipe del Carnaval tomada a mitad de los 80 en Benalmádena, que puede verse en este reportaje.

Francisco García apunta que este holandés pudo fallecer en la Costa del Sol, lo que explicaría que un trabajo tan minucioso y cargado de historia estuviera presente en el rastro.

La intención del coleccionista malagueño es ponerse en contacto con este grupo carnavalero holandés para entregarle el álbum. «Si yo supiera que les va a llegar a ellos se los mandaba, porque en este álbum se ve el amor que este señor tenía al carnaval de su pueblo», explica.

Francisco García recalca que los rastros de Málaga están llenos de sorpresas. Sólo hay que saber buscar y da un consejo: «Lo mejor es pasarse siempre a primera hora de la mañana».