José Antonio Ruiz regresa a la infancia cada vez que aprieta el interruptor y la maqueta de la almazara se pone en movimiento como si no hubiera pasado medio siglo.

La maqueta ha sido restaurada por su cuñado Antonio Ramírez, que no se ha olvidado de hacer ni los redondeles de esparto para prensar. «Estaba en el taller de soldaduras del ICET del Palo y le faltaban la mitad de las piezas», cuenta. José Antonio, que entró en el ICET para aprender el oficio de fresador, participó en 1959 en la construcción de esta maqueta, unos trabajos que dirigió el profesor José Luis Trujillo.

La maqueta, cedida por el ICET, que la mantiene en propiedad, es uno de los tesoros de la Málaga Industrial que conserva la Asociación para la Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga, que preside José Antonio Ruiz. Ahora, en un local cedido por la Diputación de Málaga, conserva parte de las piezas que la asociación va recopilando, y que además conserva en otras dependencias del PTA. «En total habrá unas mil o 1.500 piezas», calcula.

El local de la Diputación, cuenta José Antonio, es un almacén, «pero como lo estoy enseñando, para que tenga un fin didáctico, sin querer se ha convertido en un pequeño museo». Porque son muchas las personas que acuden por curiosidad a este local a reencontrarse con la Málaga Industrial. En ocasiones, para recordar viejos tiempos, cuando trabajaban en prósperas empresas del pasado como Intelhorce o los talleres de la Vers.

Precisamente, el presidente de la asociación muestra un torno de carpintero de Intelhorce, «que nos trajimos nuevo», un escudo de la famosa empresa textil y un antiguo control de entrada de los trabajadores.

La asociación ha recibido también muchas piezas de los descendientes de antiguos negocios. Así, hay muchas máquinas y moldes de madera de los talleres de fundición Cayetano Ramírez. Entre ellas, «el primer ordenador», un precioso archivador de madera con las fichas de trabajo de los talleres, en los años 40 y 50 del siglo pasado, gentileza de la familia Gallego.

También hay varias donaciones del recientemente fallecido profesor Pedro Portillo, toda una institución de la Escuela de Peritos de Málaga. Entre estas piezas, un curioso cuadro eléctrico, que seguramente mostraba hace décadas a los alumnos.

La asociación conserva, entre muchas curiosidades, una de las primeras máquinas tipográficas de la imprenta provincial, cedida por la Diputación Provincial, así como un cajetín para letras de imprenta que, completo, pesa unos 100 kilos.

También cuenta con una fotocopiadora de planos que empleaba amoniaco, que fue la que usó en los primeros tiempos la Universidad de Málaga, así como con un armatoste de 90 kilos de los años 60, en realidad un espectómetro de absorción atómica, empleado en la fabricación del cemento y que fue donado por Financiera y Mirena, la fábrica de cemento de La Araña.

En el local de la Diputación también sobreviven un par de columnas de hierro forjado del antiguo palacio de los Larios. «Las compró Quitapenas, son de hierro colado», explica. José Antonio Ruiz confía en que algún día puedan recuperar su esplendor.

La asociación trata de esta forma de preservar un patrimonio industrial que cree, nunca se ha valorado como se merece y ha conseguido que antiguos trabajadores de la Vers se reúnan en este espacio para recordar sus tiempos en los conocidos talleres, en los que también trabajó José Antonio Ruiz.

Un reto fundamental tiene por delante esta asociación fundada en 2003: conseguir que Málaga tenga un Museo de la Industria, de ahí este interés por almacenar y recuperar las máquinas más interesantes. Como alguna vez ha comentado a La Opinión, José Antonio Ruiz cree que la capital tiene un sitio idóneo para ese museo: la antigua Tabacalera.