­El presidente de la Asociación de Jóvenes Agricultores de Málaga (Asaja), Carlos Blázquez, falleció en la madrugada de ayer viernes a la edad de 46 años en el Hospital Clínico tras una larga lucha contra el cáncer. A Blázquez le tocó sustituir en el cargo en el año 2011 a un mito del campo malagueño como era Javier Ciézar pero si había alguien capaz de hacerlo, todos en Asaja coincidían en que ése era él: un preparadísimo ingeniero agrónomo de dilatada trayectoria en la organización, enamorado del mundo rural, trabajador «infatigable» y, ante todo, una persona «espléndida», dicho en boca de cuantos tuvieron la suerte de tratarlo.

Blázquez se va dejando una Asaja Málaga completamente saneada, con más de 6.000 asociados y convertida en un referente a nivel nacional, según destacaban ayer en esta organización.

Nacido en Antequera el 25 de marzo de 1967, Carlos Blázquez estaba casado y tenía dos hijos. De familia de tradición agrícola, se licenció como ingeniero agrónomo en la Universidad de Córdoba y entró en Asaja en el año 1993 como técnico. Posteriormente fue nombrado responsable del departamento de tramitación de ayudas de la PAC hasta que en el año 2002 fue nombrado secretario general de la organización. Desde ese puesto protagonizó un trabajo incansable junto al incombustible Ciézar en defensa de los agricultores y ganaderos de la provincia, ya fuera para defender la cuantía de las ayudas europeas, para reclamar la modernización de la obsoleta red de canalizaciones de regadíos del Guadalhorce o para denunciar los bajísimos precios en origen que el sector de la gran distribución imponía al mundo agrario.

En mayo de 2011, tras la renuncia de Javier Ciézar a la presidencia, Carlos Blázquez pasó ser presidente en funciones de Asaja, cargo que ratificó en mayo de 2012 tras el preceptivo proceso electoral. A esta labor en el ámbito del campo hay que sumar su presencia como tesorero en el comité ejecutivo de la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM) presidida por Javier González de Lara.

El anillo, su última batalla

Siempre correctísimo en el trato con todas las administraciones, Blázquez no se casaba con nadie a la hora de defender a los suyos y de denunciar lo que, desde sus firmes convicciones, considerada discriminatorio y perjudicial para el campo. En los últimos años no paró de clamar ante el Ministerio del Interior y la Subdelegación de Gobierno de Málaga por una mayor presencia de la Guardia Civil en el campo para prevenir la plaga de robos que venían sufriendo las explotaciones agrarias de la provincia.

Fue también uno de los máximos opositores al proyecto del anillo ferroviario de Antequera, por entender que su trazado dañaría irremediablemente las parcelas de cultivo de la Vega. Como en todo lo que hacía, se documentaba hasta el extremo. Cuentan sus allegados que su dominio sobre los aspectos técnicos del proyecto del anillo era tal que dejó impresionados a los técnicos de Bruselas cuando acudió a exponer sus objeciones al mismo.

Aunque la gran pasión de Blázquez era su propio trabajo, al que dedicaba incluso ratos del fin de semana, tenía otras aficiones. La primera, pasear en barca por las aguas de Benalmádena y Torremolinos (al igual que el ya fallecido Ciézar, al que consideraba su mentor). Además, era un apasionado del modelismo, especialmente de las maquetas de barcos, en cuyo montaje se podía pasar horas y horas. Con los integrantes de los medios de comunicación tuvo siempre el mejor de los tratos, siempre disponible al teléfono, cordial con todos y preocupado por dar siempre la mejor información del colectivo y de sus reivindicaciones.

La enfermedad le mantuvo muy limitado durante los últimos meses, con periódicos viajes a Madrid para someterse a diferentes tratamientos. Pese a todo, se mantuvo jovial y optimista hasta el final, ofreciendo una sonrisa para todos los que acudían a visitarlo.

La misa por Carlos Blázquez se celebró ayer en Parcemasa a las 19.30 horas y a ella acudieron numerosos representantes empresariales e institucionales de la provincia. Descanse en paz.