Pasan los campanilleros. En la calle Especería. La marcha inunda toda la vía mientras la noche cae dulcemente sobre Málaga. No huelo a incienso. Ahora, de hecho, es Carnaval. La final fue ayer en el Cervantes y las agrupaciones saldrán a la calle a partir de este fin de semana para retratar el ingenio malagueño. Pese a ello, y aunque el pito de caña es ahora el rey, escucho Pasan los campanilleros. No es Domingo de Ramos, y la cuaresma empieza el 5 de marzo para dejar paso, menos de mes y medio después, a la Semana Santa. Doña Cuaresma llegará, pero ahora es el tiempo de don Carnal. Son las semanas de la ironía y el doble sentido, de la sonrisa satisfecha; de la guasa incontenible de los malagueños, de una ciudad con ganas de Carnaval, de su propio Carnaval. Pero escucho Pasan los campanilleros y al fondo de Especería veo un trono sin Señora. Lágrimas. ¡Ah, ya sé! Éstos son los de Antonio Banderas, los de la Niña de San Juan, que han decidido ensayar con el esqueleto del trono. Cuento los varales y concluyo que no son unas andas. Junto a mí se sitúan muchos curiosos que han decidido pararse y grabar o fotografiar lo que ocurre con sus móviles. Doña Cuaresma viola el territorio de don Carnal. Todo es confuso, pero la marcha procesional, una de las más bellas, se entremezcla con la voz de mayordomo y capataces. Han desvelado parte de su cruceta, pero la magia de la Semana Santa comienza a hacerse presente, paulatinamente, como una vela que acopia cera para ir construyéndose como en un cuento de Alejo Carpentier. Es el mundo al revés. El tiempo va hacia atrás, como en el cuento de Fitzgerald, a lo Benjamin Button. El orden natural de las cosas salta por los aires y es Semana Santa en febrero. Veo chicos disfrazados y copleros con la guitarra a la espalda mientras Pasan los campanilleros alcanza un registro atronadoramente bello, y los hombres de trono de la Niña de San Juan describen una curva perfecta. Don Carnal y doña Cuaresma se dan la mano en la ciudad del Paraíso, que dijera Aleixandre.

No hay incienso. Ni capirotes. Ni decenas de campanillas rodean a la Virgen de Lágrimas y Favores, que sigue tranquila en San Juan esperando el Domingo de Ramos en el que doña Cuaresma se hará a la calle y regirá los destinos pasionistas de una ciudad con alma de sainete pero con capacidad para interpretar una tragedia eterna. Primero reír y luego llorar. Las coplas serán sustituidas por marchas procesionales. De Pariente y Zumaquero pasaremos a hablar de Félix Gutiérrez, el pregonero, y de Eduardo Pastor, el presidente de los cofrades malagueños. El Carnaval del divorcio de un hermano mayor aireado por la misma Iglesia que perdona, o debería. La misericordia del cuplé, policías que multan más que proteger; doña Cuaresma y don Carnal. Al fondo, las luces de Pedregalejo que ya empiezan a presagiar el verano. Y la Niña de San Juan que sonríe y perdona. Pasan los campanilleros.