Sobrepasan los 80 años pero tienen la mirada pura de los niños. Las personas mayores, ese eslabón imprescindible de nuestras vidas y de nuestra memoria, en muchas ocasiones se convierten en personas que olvidan quiénes fueron y quiénes son los seres queridos que les rodean. Un triste tránsito el de la vejez, que a menudo encuentra consuelo en los actos más nimios, en la más simple alteración de la monotonía o en una llamada, una visita o un gesto de cariño.

En pleno siglo XXI y con el envejecimiento de la población como realidad, las personas que se ocupan de nuestros mayores tratan de dar vueltas de tuerca a sus cuidados, como la alimentación, las terapias o los tratamientos médicos tradicionales de diversa índole.

Lejos de salas de ensayo en las que demostrar los avances en alzheimer, demencia senil o los problemas cognitivos que causan los accidentes cerebrovasculares, las técnicas más sencillas parecen conseguir también grandes logros.

La residencia para personas mayores Sanyres El Limonar ofrece a sus usuarios desde hace poco más de cuatro meses terapias con perros, lo que les permite estimular y mejorar el desarrollo de los ancianos más afectados a nivel motor y cognitivo. De los noventa usuarios que allí conviven, sólo un grupo reducido de diez asiste a estas terapias, que les ayuda a progresar en sus problemas físicos y en las dificultades de su enfermedad.

Cada quince días, Duna, una joven bulldog francés, acude a este centro con el objeto de ayudar a los ancianos que asisten a la actividad. Esta supone un coste de ocho euros por cada uno de ellos y tiene una duración de 45 minutos. En estas sesiones interactúan con el animal, al que lanzan la pelota, hacen saltar por un aro, peinan o poner pinzas. Actividades todas que a priori pueden parecer muy básicas pero que para estas personas suponen un mundo. Belén Moreno, la terapeuta ocupacional del centro, que además está específicamente formada para la terapia con animales, explica que cuando la perra sigue las indicaciones que los ancianos le dan, como saltar, sentarse o acercarse, estos se sienten mejor y aumenta su autoestima. «El día que tienen esta terapia están más tranquilos y duermen mejor», señala, al tiempo que explica que hay quien no habla en todo el día y nada más ver al animal le llama o le pide que se acerque.

«Es muy buena persona», señala una señora que recuerda que ha tenido perros toda su vida. Otra aprovecha que Duna ha ido a por una pelota para distraerla y que así acuda a ella para jugar. Cada pelota es de un color y cuando la terapeuta dice de cuál se trata, deben recordar que es el que tenían y tirárselo a la perra, que de inmediato se la devuelve.

Otro de los ejercicios con más éxito es el de los aros. Gracias a estos, los usuarios se levantan y piden al animal que salte a través de él. Su autoestima se refuerza y Duna recibe un premio cada vez que lo hace, aunque según su cuidadora, Montse Vidal, el animal está encantado con su papel motivador.

Su cuidadora es además su entradora y guía, para lo que se formó durante seis meses. Pertenece a la Asociación «El Perro que Ayuda», y para ella, psicóloga, acudir a Sanyres El Limonar es un aliciente, pues le ayuda a sentirse mejor como persona y le realiza como profesional. Pero no todos los perros bien entrenados valen para esta labor. Además de no presentar comportamientos agresivos, deben tener una sensibilidad baja a los ruidos y al ser tocados y ser muy sociables. «El perro no juzga», señala.

Todas estas actividades les ayudan a nivel motriz, táctico, les permite mejorar la memoria y les sube la autoestima. Además, logran hacer movimientos automatizados que ya no conseguían hacer. «Sienten la respiración y el corazón de la perra y eso les baja los niveles de ansiedad y acompasa su respiración», señala la terapeuta del centro, que explica que muchos de los ancianos recuerdan qué días tienen la terapia o cómo se llama la perra, avances muy significativos para su afectación. «Muchos, incluso se comunican y tienen expectativas».

«El Perro que Ayuda», más que un apoyo

La asociación malagueña «El Perro que Ayuda» trabaja con entidades y con personas con dificultades con el objeto de acercar a los animales y sus terapias y ayudarles a avanzar en su día a día.

Además de colaborar con el grupo Sanyres, la entidades acude a la Orden Hospitalaria San Juan de Dios, a la Asociación Malagueña de Síndrome de Down y pronto lo hará a la Fundación Luis Olivares.

Muchos de los perros que participan en estos programas terapéuticos han sido recogidos en la Protectora de Animales y después son formados en un curso con una duración de seis meses en los que deben mostrar sus habilidades y que no tienen malos gestos o comportamientos agresivos ante personas extrañas, ruidos o gritos o caricias de desconocidos. Además, enseñan a otros animales y a sus dueños a entrenar y desarrollarse como terapeutas.