­Cuando Fray Isidoro de Sevilla comenzó extender por Andalucía la devoción a la Santísima Virgen como Madre del Buen Pastor es muy probable que ya tuviera en la cabeza la representación iconográfica de la Divina Pastora malagueña. Que ya pensara en su belleza. Una imagen admirada, de gran trascendencia artística y reconocida hasta fuera de las fronteras de la ciudad, realizada en el siglo XVIII por José Montes de Oca. El barrio de Capuchinos, que destila devoción mariana, la tiene como referente diario. Pero en mayo, este vínculo indisoluble se intensifica con sus cultos y la procesión de alabanza por sus calles. Y ayer los hermanos de la Pastora recogieron el fruto de muchos años de trabajo e imaginación puestos al servicio de su Pastora.

Rosario de Estandartes celebrado el pasado 28 de septiembre con motivo de la jornada del Mater Dei fue un aperitivo. Un anticipo de lo que tenía que llegar, de lo que los pastoreños ansiaban: ver a la imagen sobre su nuevo trono, de madera tallada y dorada. Sin arbotantes, es verdad, iluminada por los cuatro faroles del Señor de la Humillación y dos más pequeños del Prendimiento, que se situaron en los laterales.

Capuchinos abre el ciclo de las Glorias y vive una fiesta. Una fiesta presentida y anunciada. Una fiesta de la devoción con todos sus avíos: cohetes, banderitas, colchas en los balcones para recibir a la Señora, pasacalles y mucho ambiente. Incluso cantes y bailes por verdiales, a pie de trono, nada más salir del templo. De la fachada del colegio colgaban dos grandes banderolas verdes con jarras de azucenas. La banda de música de la Esperanza, que había llegado tocando el himno del Málaga CF (por ser la Pastora la patrona del deporte) recibió a la cruz guía con la Marcha Real.

El cortejo, aún breve, deslavazado y falto de homogeneidad, contó con la representación de varias hermandades de Gloria y se desplegó por las calles del barrio. Contrastaba con los hombres de trono, por fin con traje oscuro, como la ocasión y la Virgen merecen. La Pastora, bajo el clásico granado, iba sobre un no menos tradicional risco de corcho decorado con distintas especies florales, entre las que destacaban las rosas rosa a lo largo del perímetro del cajillo. Saya, de color también rosa, bordada en oro, y manto ocre. El trono avanzaba al ritmo que imponía el redoble marinero, lento, como aquel histórico 28 de septiembre desde la plaza del Obispo. Las primeras marchas fueron la carta de presentación de una cruceta de corte alegre y alejada de las composiciones más escuchadas en la reciente Semana Santa. Si el trono salió con el himno de Andalucía, reafirmando el carácter eminentemente andaluz de esta advocación, los primeros metros se recorrieron con Divina Pastora, de Francisco Javier Moreno (marcha que cumple 20 años) y Mater Dei, de Franco Ribate, rescatada precisamente en la procesión de regreso a Capuchinos tras el acto inaugural del Mater Dei.

Por tercer año consecutivo la congregación repetía itinerario, y eso ya es noticia en una procesión que en sus últimas ediciones había ido ensayando distintos recorridos hasta dar con la clave y unir Capuchinos, Segalerva y el Molinillo en torno a la devoción pastoril. Calles que se llenan a su paso, que se engalanan para recibirla, y de las que llueven pétalos de flores... Especialmente en Tizo, poco antes de afrontar la subida de regreso al barrio