La represión aloreña no se limitó a los fusilamientos posteriores a la toma del pueblo, en febrero del 37, sino que muchos vecinos del municipio que o bien vivían en la capital o fueron trasladados a la misma tras ser enjuiciados acabaron muriendo en los encalados muros del cementerio de San Rafael. El historiador y expresidente de la Asociación contra el Silencio y el Olvido, Francisco Espinosa, ha documentado que, al menos, 63 personas nacidas en Álora yacen en las fosas del camposanto de Málaga. «Algunas vivían en Málaga, y no todas murieron tras la toma de la ciudad: hablamos de febrero del 37, hay ejecuciones también en el 38 y ya luego después de la guerra», precisa. Esta cifra se suma a los alrededor de 200 cadáveres -190 mínimo- que reposan en el cementerio del pueblo del Valle del Guadalhorce. Algunos prisioneros en campos eran enviados al cuartel de la Guardia Civil, y luego eran juzgados y ejecutados en Málaga. El frente de El Chorro tuvo mucha importancia y acogió a en torno a 3.000 milicianos.